Estallido social y coronavirus: la historia de la pareja que postergó su matrimonio dos veces
Carmen Loyola y Diego Bravo ya debiesen estar casados. Su matrimonio estaba agendado para 2019, pero recién lo harán en 2021. Industria de matrimonios reconoce el golpe de ambos eventos.
El 26 de octubre de 2019 debía ser un día inolvidable para Carmen Loyola (29) y Diego Bravo (32). El mejor de sus vidas, seguramente. Ese que se espera con ansias y que se prepara con mucha antelación. Ese día se iban a casar. Pero no. El estallido social que comenzó ocho días antes los obligó a postergar el matrimonio seis meses, para cuando -ellos creían- estuviese todo un poco más tranquilo.
La pareja tuvo que organizar todo, o casi todo, de nuevo. Para suerte de ellos la mayoría de sus proveedores aceptaron el cambio sin mayores dificultades ni cobros extras. Esta vez, todo sería distinto, creían.
El 25 de abril de 2020, su nueva fecha de matrimonio, por fin se debía concretar todo tal cual lo soñaron para la fecha anterior. Pero otra vez, como una pesadilla que ellos intentan tomarse con algo de humor, el destino trastocó los planes. Esta vez, el coronavirus fue el culpable. Y otra vez, como un déjà vu, el matrimonio se tuvo que postergar. Y de nuevo a lo mismo: avisar a los invitados del cambio y coordinar con la banquetera, el DJ, la cabina de fotos, la maquilladora y un sinfín de otros proveedores, la segunda nueva fecha.
“Habrá que seguir esperando”, pensaron. “Pero a medida que se acercaba el 25 de abril daba pena, porque pensar que serán casi 300 días más de espera, da mucha lata”, dice ella.
La segunda vez golpeó menos que la primera. Al menos ya lo habían vivido. Aunque por contextos distintos, era algo a lo que ya se habían enfrentado en octubre de 2019. “Al martes siguiente al estallido social decidimos correrlo. Hablamos con el banquetero, nos aceptó y reagendó sin ningún costo. Ese día en la tarde le mandamos un mensaje a nuestras familias y amigos”, cuentan los aún futuros novios.
“Al principio nos costaba creer qué era lo que estaba pasando, entender que esto podía agrandarse más que un par de días, aunque sí entendíamos el problema social de fondo. Creíamos que no había un ánimo para celebrar, pensando en lo que estaba pasando en nuestro país”, explican. Y es que además, aunque hubiesen querido, en ese momento había un toque de queda vigente que también les impedía celebrar con normalidad, por más que luego se haya levantado.
Hace poco más de un mes vivieron algo similar, aunque ahora por el Covid-19. “Primero fue como chistoso, pero con frustración a la vez, fueron sensaciones mezcladas. Es algo que no está ni por si acaso en nuestras manos”, confiesan.
Dicen, eso sí, haber estado acompañados en todo momento. Que el cariño que han sentido les ha facilitado la espera, que ahora se extiende hasta el 27 de febrero de 2021, fecha en que esperan que por fin se lleve a cabo la celebración en Calera de Tango. “Nuestros cercanos nos han apañado infinito”, aseveran.
“Desde la fecha original hasta la del 27 de febrero va a haber transcurrido un año y cuatro meses, entonces la mayor problemática ha sido la espera de ese momento que uno prepara con tanto amor, con tanto cariño”, se sinceran.
Aunque no se han podido casar, ellos ya viven juntos, y para la primera postergación, como las restricciones por el estallido social solo concernían a territorio chileno, igualmente llevaron a cabo su luna de miel. Las reservas ya estaban hechas, los pasajes comprados y el viaje a Playa del Carmen no se podía cancelar de una semana para otra. “Estaba todo listo y nos salía más caro cambiar reserva de hotel y pasajes”, explican.
Carmen y Diego dicen haber sacado lecciones de todo esto: “Nos ha hecho pensar en las prioridades, no quedarnos sin nuevos desafíos porque el matrimonio no se ha hecho. Soltar y entender que todo lo que uno planifica no necesariamente tiene que salir como uno quiere”.
A pesar de aquello es inevitable, con todo el tiempo que queda por delante y el que se tiene en tiempos de encierro, soñar cómo será el día que, en su caso, es más anhelado que para otros novios. “Nos imaginamos un día con la toda la gente que queremos, celebrando, aprovechando cada momento”.
La otra vereda
“Todos nuestros proveedores se han portado un siete, nos han reagendado y respetado pagos y reservas”. Carmen y Diego tuvieron la suerte de encontrarse con proveedores que se han acoplado a sus nuevas necesidades. Pero no son pocos los novios que han debido cancelar sus matrimonios por el Covid-19 y que más encima se han encontrado con muchas dificultades para organizar en otra fecha.
Hay fotógrafos, DJs e incluso iglesias católicas identificados por La Tercera que se han negado a devolver las reservas o al menos parte de ellas. Aducen que no tienen por qué hacerse cargo de una cancelación que no provocaron, aunque terminen no prestando su servicio. Otros sí estuvieron dispuestos a transar.
Constanza Provens, wedding planner de la empresa Soledad Provens, Events & Wedding Planning, así lo resume: “La experiencia en general en el rubro es que se busca una nueva fecha disponible y se reprograma, pero si esto no era posible, hubo muchos proveedores que optaron por no devolver las reservas, pero es difícil opinar porque hay mucho de voluntad y de situación personal”, dice.
Y es que a los proveedores, claro, también les ha pegado duro. La no realización de matrimonios los dejó sin su fuente laboral hasta nuevo aviso. “El 16 de marzo empezaron las suspensiones y ya cancelamos todos los matrimonios de marzo, abril y mayo; son cerca de 15”, cuenta Constanza. En el caso de la Casona Aldunate, propiedad de su empresa, ofrecieron nuevas fechas en la misma temporada, sin costos adicionales más que los que implicaban compras con alza de precio por el efecto de la subida del dólar, como la importación de las flores. “A algunos les costó más entender el proceso, pero todos nuestros novios tomaron una actitud positiva y de comprensión”.
Y así como los protagonistas de la historia central de este relato ya tuvieron que posponer su matrimonio dos veces, la crisis del coronavirus podría poner en la misma posición a otras parejas.
“Hay novios que nos tienen reservado, pero que se quedaron sin trabajo o que su sueldo ha disminuido y otros que tienen invitados del extranjero o que ellos mismos son extranjeros y no sabremos si pueden venir. Y lo que les planteamos es que más pronto nos den información, antes podemos tomar medidas. La política será siempre la misma, de alternativas dentro de los rangos de la empresa”, relata Provens.
Cuando sea que se retome la normal realización de celebraciones masivas como supone un matrimonio, las formas de festejar, creen en ese rubro, cambiará. “Hoy lo que nos afecta es la incertidumbre de no saber cómo vamos a continuar, cómo va a ser la nueva vida y nos tendremos que ir adecuando todos”, asegura Provens.
“En épocas de crisis es cuando los empresarios tienen que invertir, esa la ley de Soledad, mi mamá”, expone Constanza, quien cuenta que al menos en su casona están invirtiendo en modificar espacios, principalmente ampliándolos, además de tener lugares de higiene y sanitización, porque “es la única forma de tener tranquilos a los novios”.
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