“Mi exseñora me dijo que no sabía cómo llegué a los 45 años con la edad emocional de un adolescente”
Soy el típico cuarentón al que le cuesta hablar cosas serias...
Ha llegado el momento de abordar la salud espiritual de los runners y lo seguiremos haciendo acompañados de Jaime, cliente que llegó a consulta después de que agudos dolores de cadera le impidieran seguir corriendo.
Pero antes de avanzar, solo recordar que no abordamos la salud física (nivel 1) en este diván del runner porque abunda la información en las redes sociales y en los grupos de Whatsapp de entusiastas equipos de corredores. Además, hoy por hoy, hay profesionales altamente especializados en las alegrías y dolores de este nivel: traumatólogos, kinesiólogos, masajistas, coach deportivos, nutricionistas y un largo etc.
Por lo anterior pasamos directo al segundo nivel, pues de la salud social se habla menos, tanto interna como externamente, pues aunque los runners son los primeros en reconocer la importancia del equipo, hay muchas dinámicas grupales que no se abordan. Y desde afuera, este fenómeno social genera desde admiración a rechazo, pues para muchos observadores ajenos a estas comunidades, los corredores parecen sectas de adictos a las endorfinas y a los colores chillones.
En el caso particular de Jaime vimos que el término de su matrimonio y la desvinculación de su empresa lo descarriaron. Sin el sostén de la familia y el trabajo (nivel 2), este sujeto fue dando tumbos hasta ser finalmente contenido en un nuevo trabajo, en una nueva relación de pareja y en un equipo de running.
“Mi exseñora me dijo que no sabía cómo llegué a los 45 años con la edad emocional de un adolescente”
Gracias a este nuevo equilibrio, nuestro protagonista pudo seguir adelante con su vida personal y profesional, incluso sorteando con éxito una nueva ruptura sentimental, pero una lesión física puso sobre la mesa la fragilidad de su salud mental (nivel 3). Sin los entrenamientos, sin las carreras y sin la contención del equipo de running, el mundo que Jaime se había armado se vino abajo, aumentando considerablemente la tensión psíquica de este corredor… que ya no podía correr.
Lejos de las pistas, Jaime no sabía que hacer con su vida, con su trabajo y literalmente no se soportaba, pues carecía de habilidades para estar solo, para tranquilizarse así mismo y para entablar conversaciones más profundas.
Hecha esta recapitulación, vayamos con Jaime y la salud espiritual.
La semana pasada me dejaste pensando. Como que me rayé con eso de que no sé estar solo, que no se calmarme, ni hablar webadas serias. Puta, tenís toda la razón y anduve preguntando y todo el mundo se cagó de la risa. Pablo, mi socio, me dijo que ya me habías sacado la foto en un par de sesiones y la Maca, mi exseñora, no podía parar de reírse y me dijo que para ella siempre había sido un misterio como había logrado llegar a los 45 años con la edad emocional de un adolescente. Y la verdad nunca me había hecho estas preguntas…
¿Qué preguntas?
Las que me lanzai y que yo esquivo.
¿Cómo cuáles?
Puta, como cuando me preguntaste si alguna vez me había imaginado cómo iba a ser a los 45. Claramente no pensaba llegar separado y sin pega y lo único que alguna vez pensé era trabajar hasta los 50, ojalá forrarme y de ahí en adelante dedicarme a webear. Igual confiaba que en algún momento se me iba a ocurrir algo o que algún amigo me iba a soplar la respuesta.
¿Y que cambió cuándo empezaste a correr?
Que buen punto. Ya cachai que nunca he sido muy místico, pero sin duda lo más cerca que he estado de esa onda ha sido corriendo. De hecho al principio para mí fue como una revelación y por primera vez me imaginé que podía llegar a los 50 no hecho bolsa, sino en buen estado físico. Llegué a soñar con correr maratones toda mi vida y con algún día correr con mis hijos. Puta y ahora que te hablo de esto… me emociono (silencio).
¿Qué fue lo que te emocionó?
Siempre fui bueno para la pega, para los amigos y para el webeo… y para de contar. Nunca había sido bueno para la pelota, nunca toqué un instrumento ni hice nada más allá de lo estrictamente necesario para pasar los cursos en el colegio y en la universidad, ni tampoco fui de los weones que fueran más allá en la pega. Me iba la raja, me dormí en los laureles y quedar de patitas en la calle fue una dura lección. Además, la Maida, la mina con la que salía en ese entonces, no estaba para un cuarentón achacoso, así que mi único refugio fue el running. Al principio era puro sufrimiento, pero de repente empecé a ver resultados.
¿Cómo cuáles?
El más evidente eran los neumáticos y los flotadores que perdí. Te juro que se me había olvidado como era debajo de toda esa grasa. Fácil perdí doce kilos los primeros meses. Y si bien al principio estaba agotado, de a poco me empecé a dar cuenta que estaba con mejor ánimo y con más energía y puta, sintiéndose así te ilusionas…
¿Con qué?
…con que podí ser mejor persona, ser un mejor papá, mejor en la pega, como que de repente te metes en un círculo virtuoso donde todo te parece posible. Pero ya no es al peo, pues el running te muestra que con trabajo duro y constancia puedes lograr cosas que nunca te imaginaste ibas a ser capaz. Mientras corría sentía esa típica frase que antes escuchaba y de la que me reía tanto…
¿Cuál?
Esa de que estás siendo la mejor versión de ti mismo. Puta, yo sentía que si. Por fin, a mis cuarenta y tantos estaba orgulloso de mí. Y un orgullo que no tenía que ver con la pega ni con nada ni nadie de afuera, estaba contento con lo que había logrado. Además estaba rodeado de puros weones y puras minas como yo, weones que por distintas razones se rayaron con el running. Todos éramos ex algo. Ex marido, ex adicto, ex guatón. Y ahí estábamos, pese a nuestro pasado, poniéndole pierna y corazón todos los días. Es atómico.
¿Y qué te pasa ahora que hablas de esto?
Puta lo echo de menos y cuando no estoy trabajando ni con mis hijos, me siento perdido. Toda esa visión positiva de la vida y de mí mismo se fue a la chucha y tengo que recordarme que esta webada es transitoria, que la lesión va a sanar y que en un tiempo voy a volver a correr.
¿Y qué vas a hacer mientras tanto?
Seguir viniendo para acá. Me hace bien hablar de esta webada. A ratos me alivia, en otras me achaca, pero salgo con ideas y hasta me he puesto más reflexivo.
¿Y qué va a pasar si no puedes volver a correr en mucho tiempo o si nunca vuelves a correr?
Tendré que pedalear, nadar, no sé, algo inventaré. Y sé pa’ donde vai. Cacho que quieres que piense en algo más que no sea correr y que aprenda a estar más solo y a hablar de cosas más serias con otras personas, pero aunque no lo creas, ya he empezado. Ahora con Pablo, mi socio, salimos a la hora de almuerzo a caminar y le cuento de las webadas que hablamos. Él me dice que esta webada del coaching es como el running, que tengo que seguir, aguantar, ser disciplinado y que en cuestión de meses voy a andar como avión. Pero la Maca, mi ex señora, me dijo el otro día una webada que me dejó para dentro.
¿Qué te dijo?
Que le hubiera encantado conocerme en esta etapa. Le habría encantado estar acompañada por este Jaime versión 2.0. Puta, te juro que se me paró el corazón, pero acto seguido la muy maraca me dijo que lamentablemente ya era tarde, pues lo que me quería contar es que hace meses está saliendo con alguien y quería contárselo a los niños. Así que weon, sácate tu sombrero de coach, ponte el impermeable de psicólogo y prepárate para tenerme meses hablando de esta webada, que ahora sí que me fui a la mierda.
Continuará…
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