Diario de un rescate en Siria
Desde que su hija Amanda le confesó que se había sumado a ISIS, Patricio González sintió que su mundo se caía a pedazos. Más aún cuando en enero de este año ella falleció y dos meses después fue el turno de su yerno. Fue entonces cuando decidió que sus siete nietos —de entre uno y ocho años, abandonados en el campo de batalla— no merecían sufrir ese mismo destino.
Abril 10, 2019
El reloj señala que a Chile e Irak los separan siete horas. Allá, en Medio Oriente, son las 0.44 del miércoles y Patricio González está agotado, lo dijo hace media hora por WhatsApp y lo repite ahora: quiere dormir, pero no es capaz. En realidad, no se lo permiten. Desde hace cuatro horas, cuando en Chile explotó esa suerte de película de terror que eligió coprotagonizar estos últimos 10 días, que lo buscan periodistas de distintos medios, también de Suecia y de Estados Unidos. Él, sin embargo, lleva todo este rato con los ojos clavados en su celular esperando otra llamada, otro tipo de mensaje, algún parlamentario interesado, alguna luz de esperanza.
Mientras atiende esos cientos de mensajes y lucha contra la pobre señal de un pequeño hotel iraquí, Patricio Alejandro González Gálvez, de 50 años, músico nacido en Villa Alemana y radicado desde su adolescencia en Gotemburgo, Suecia, accede a reconstruir la historia más triste de su vida, vía telefónica con Reportajes. Para explicar cómo se llegó hasta este punto tan crítico, retrocederá nueve años, cuando Amanda, su primera hija, tenía 19, y explicará una anécdota que, cree, es el punto inicial.
—Hicieron un juego con sus amigas para ver quién se aprendía un párrafo del Corán y era capaz de recitarlo perfectamente. Era un párrafo cualquiera, como algún verso de la Biblia, y la Amanda lo empezó a repetir y a repetir hasta que se lo aprendió. Lo tradujo y le gustó el significado de lo que decía, después se empezó a interesar y a leer más sobre el islam, hasta que se convirtió. Nosotros, de verdad, creíamos que sería algo pasajero.
Pero tiempo después, cayó en que estaba equivocado. Amanda se casó con Michael Skråmo, un noruego criado en Suecia y estrechamente vinculado con esta religión: daba charlas y enseñaba el Corán. Luego, se haría conocido por los videos que publicó en un blog y en su canal de YouTube, invitando a otros suecos a unirse al Estado Islámico. Patricio, sin embargo, desconocía el alcance de esta nueva creencia.
—Nunca sospeché que él se estaba metiendo en esta organización. Fui bien idiota, inocente, me pilló de sorpresa. Antes, la Amanda siempre estuvo vinculada al mundo del arte, estaba estudiando para convertirse en actriz en una academia en Suecia. Era muy habilosa, le gustaba mucho escribir también. Pero al convertirse, dejó todo eso.
Amanda y Michael vivieron juntos en un departamento en Gotemburgo desde 2010 a 2014, allí tuvieron cuatro hijos: Ibrahim, Yonus, Maryam y Sarah. Hasta entonces, todo parecía normal.
Junio, 2014
—Se iban de vacaciones, a Turquía —recuerda Patricio González—. Eso me dijeron.
En efecto, hace cuatro junios, Amanda se despidió de su padre, le dijo que junto a Michael y los pequeños se irían a Turquía, a recorrer, a conocer. En la cabeza de González, el viaje tenía sentido: más del 90% de la población turca se declara musulmana, así que no le dio mayor importancia, les pidió que se cuidaran y no mucho más. En ese momento, no se le cruzó por la cabeza nada extraño. Tampoco que esa sería la última vez que estaría al lado de su hija.
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Amanda González, madre de los siete pequeños.[/caption]
Las dudas recién aparecieron, explica, cuando las vacaciones se extendieron por más tiempo del que creía. Intentó ubicarla insistentemente, principalmente por mail, hasta que por fin obtuvo una respuesta sincera:
—Al tercer mes me mandó un mail explicándome la verdad, que estaban en Siria, que se habían alistado en el Estado Islámico. Todos se iban igual: se metían por la frontera de Turquía hacia allá. Fue muy terrible… Cuando se convirtió y se fue, de alguna forma, sentí que la había perdido. La religión esa es muy fuerte, sobre todo cuando se meten en esa interpretación tan extremista del islam.
Amanda intentó tranquilizarlo, le dijo que todo estaría bien y se comprometió a mantener el contacto seguido. Desde allá, a través de mails y de Viber, Patricio se enteró del nacimiento de otros tres nietos: Safiyyah, Aisha y Mohammed.
—Mi hija tuvo tantos niños por el Estado Islámico, querían involucrarlos, tenían que hacer gente. Nosotros no lo entendíamos. Todo el tiempo me la pasaba diciéndole que lo pensara, que se viniera. Pero ella no quería, nunca quiso, no la pude convencer.
Enero, 2019
—Imagínate cómo me sentí. Fue el 3 de enero —comienza Patricio González—. Yo estaba en Chile cuando pasó, soy músico y había ido a tocar a una peña en Viña Alemana. Llegué súper tarde y me acosté; despierto y me llama la madre diciéndome que Amanda había muerto. Y ahí se me fue todo el mundo pa' abajo. Se me había ido mi niña, mi primera niña. Estuve con un dolor terrible cuatro días, me fui en ayuno, cuatro días sin comer. Lo hice porque en la última carta que me mandó Amanda antes de morir, que fue el 30 de diciembre, me había contado que la hambruna era terrible, que los niños estaban súper flacos y muy mal. Y era tan imposible ayudarlos…, porque estaban en un país donde había una guerra, ¿me entendís? Pa' rescatarla tendría que haber sido Superman.
Marzo, 2019
Con la muerte de Amanda, Patricio entendió que sus nietos no podían pasar por lo mismo, que merecían otra vida, que no eran culpables del camino que eligieron sus padres. Desde entonces, se trazó como objetivo recuperar a los siete pequeños y, para lograrlo, se contactó con distintas organizaciones buscando ayuda, aunque sin el éxito esperado: Michael Skråmo se resistía a esa opción, prefería seguir luchando y arrancando acompañado de sus hijos.
Todo cambió durante los primeros días de marzo, cuando González se enteró de que su yerno había muerto.
—Nos llegó la noticia a mediados de marzo. Fue entre el 4 y el 6 que murió, no se saben fechas exactas, porque estaban en el campo de batalla, en Al Baguz, y no había comunicación. Pero mi preocupación era por los niños, estaba esa incertidumbre. Yo sabía que una mujer los cuidó, pero lo que no sabía era si en esa última pelea del Estado Islámico habían muerto o los habían salvado. Menos mal que a mis angelitos no les pasó nada.
Abril, 2019
Es el último fin de semana de marzo. Patricio González está desesperado, sabe muy poco —casi nada— de sus nietos, ni siquiera tiene la certeza de que estén todos vivos. Ha buscado ayuda en Suecia, pero siente que no hay respuesta, que se han lavado las manos. En los medios suecos, que poco a poco se van haciendo eco de la noticia, de hecho, no se habla de los siete niños que están solos tras la muerte de sus padres. Para ellos, la noticia es que aparecieron los hijos de un par de terroristas.
En ese preciso instante, dentro de la cabeza de González tomaba cada vez más fuerza la idea de hacer justicia por sus propias manos.
—Así que me vine a Siria, tenía que hacer algo -explica-. Afortunadamente, uno desde Suecia, digamos como sueco, puede viajar sin visa a Irak. Yo tenía que venirme a la parte norte, que es la frontera con Siria, donde está la administración kurda, y no tuve problemas. Lo difícil fue pasar a Siria, que fue todo un procedimiento, porque como ha estado la guerra, hay mucho control. Hay que pedir muchas visas de entrada, no es fácil.
Habiendo cumplido el primer paso, el abuelo de los siete pequeños comenzó a moverse, a conversar, a rogar por un poco de información, saber qué había pasado con los niños y cuál era su paradero. Resultó fundamental la comunicación que sostuvo con el Ministerio de Relaciones Extranjeras de la Administración Autónoma de Siria del Norte: allí le dijeron que sus nietos se hallaban en un campamento ubicado en Al-Hol. Graves, pero aún con vida.
Tras casi una semana dentro de Siria, entre las negociaciones y sus súplicas, logró que le permitieran visitarlos:
—Es que acá tú tienes que ir pidiendo permisos por todo... Preguntaba ¿con quién tengo que hablar para que me den el permiso?, me dicen que hable con tal tipo, vas con él, viajas una hora, te hace entrar, te dice que te va a ayudar, pero que no es el que da el visto final y te mandan pa' otra ciudad, otras dos horas, y finalmente otro compadre te dice que te dará la entrada. Era muy desesperante, a cada minuto pensaba que mis niños estaban peor. Hasta que me dejaron ir a un hospital.
En ese hospital, en un proceso no exento de dificultades, Patricio encontró en una camilla al más pequeño de sus nietos, Mohammed, de un año y dos meses.
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Patricio González y su nieto más pequeño, Mohammed (1).[/caption]
—Se me partió el corazón. Por el tamaño que tiene, con la desnutrición que ha vivido, es como ver a una guagüita de dos meses de vida o de un mes. Una cosa chiquitita, es como un recién nacido, frágil, el cuello se le cae, pero fue muy tierno, maravilloso verlo. Lo tomo en brazos y le empiezo a hablar en sueco… Él se estaba quejando, pero cuando me escuchó, me abrió los ojos gigantescos. Le dije: yo soy tu abuelo, te vengo a buscar, y me sonrió. La gente estaba toda llorando. Yo también rompí a llorar.
Ese encuentro se produjo el jueves 4. Mohammed se encontraba grave, con una afección pulmonar, con fiebre. Sus hermanos, en muy mal estado, también desnutridos, seguían en el campamento. Patricio recién pudo verlos a todos el lunes siguiente, pero una noche antes había comenzado a jugar sus cartas.
Abril 7, 2019
En Siria fueron claros desde un comienzo con Patricio González: sí, se conmovieron con su historia y le permitieron ver a sus nietos, pero no podría sacarlos del país tan fácil. La administración kurda le explicó que necesitaba del respaldo de Suecia o de otra nación para llevárselos.
—Los kurdos quieren que los reconozcan como un gobierno, entonces es un juego político. El único que me puede ayudar es un país que quiera amparar a los niños, porque los suecos no quieren salvarlos, actuaron mal, se hicieron los tontos -explicó Patricio en ese momento.
Chile, entonces, apareció como opción. La única, a esa altura. Ese domingo, durante la tarde, la sobrina de Patricio, Valeria González, se contactó con un amigo de infancia, el administrador público Juan Carlos Godoy y le pidió su ayuda:
—Me habló súper nerviosa, afligida, no sabía dónde estaba su tío, solo sabía que se había ido a Siria, pero no sabía si estaba vivo o muerto y entremedio tenían a la prensa sueca encima. Entonces, me habla en clave, me dice: no te puedo hablar muchas cosas, hasta que me nombra a ISIS y ahí dije, chucha, esto es heavy —recuerda Godoy.
En ese momento, Juan Carlos se enteró de toda la historia, de la muerte de Amanda, del estado de los niños -le explicaron que si en 10 días no había novedad, iban a empezar a morir uno a uno- y decidió ayudar. Lo primero era redactar una carta explicando lo que sucedía y seguir los canales correspondientes.
Abril 8, 2019
A primera hora, Juan Carlos Godoy, también de Villa Alemana, llegó hasta la Subsecretaría de Relaciones Exteriores a dejar la carta que redactó durante la noche del domingo. La respuesta, sin embargo, no lo convenció: la secretaria le dijo que podía informar la situación recién el martes, un día más tarde, para que lo recibieran durante la siguiente semana.
—Cuando desde la comisión me dicen eso, pensé, chucha, trataré de llegar al canciller a través de un parlamentario de su coalición —explica Godoy. La elegida fue Catalina del Real, pero su respuesta también lo decepcionó. En tres breves puntos, la diputada le explicó que no podía hacer nada y que debía esperar una respuesta oficial de la comisión y de Cancillería.
Tras una conversación vía WhatsApp con Patricio, Godoy activó el plan B: ejercer presión mediática, así que envió la misma carta a distintos medios, esperando que el caso se hiciera público. Al mismo tiempo, durante la noche, le escribió por Instagram al diputado del Movimiento Autonomista Diego Ibáñez.
Abril 9, 2019
La respuesta llegó a primera hora: Ibáñez citó a Juan Carlos Godoy a su oficina en Valparaíso para ver qué podía hacer.
—Me conseguí el número de la embajadora de Chile en el Líbano, pero me dijo que no podía hacer mucho —explica el diputado—. Así que me dio el número personal de David Quiroga, que no es embajador, pero es el encargado de negocios con Siria y viaja constantemente para allá representando a Chile.
Cuando estaba por entrar a la reunión, Godoy recibió un llamado que encendió nuevamente las alarmas. A Patricio lo estaban buscando unos militares en Siria. Le fueron a informar que debía dejar el país en las próximas horas, por lo que, asustado, tuvo que regresar a Irak. Valeria lo llamó minutos después: en Suecia, la prensa estaba encima de ella por lo mismo.
Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar. Ibáñez logró contactarse y contarle lo que pasaba a David Quiroga, quien rápidamente le escribió a Patricio González. Durante esa conversación, le ofreció dos cosas: enviar a sus nietos a un hospital más preparado, en Damasco, para evitar mayores daños, y, segundo, iniciar los trámites para que Cancillería se pusiera en contacto.
Desde Cancillería hubo respuesta durante la tarde. Raúl Sanhueza, jefe de la Dirección Consular, citó al encargado de negocios de Suecia en Chile para comunicarle su preocupación. Las averiguaciones y sus resultados, que comenzaron el lunes, no eran alentadores: los niños no estaban registrados como chilenos, por lo que no había chance de intervenir. La cadena de nacionalidad se había roto mucho antes, con Amanda.
Abril 10, 2019
Son las 11.14 y, mientras se lamenta por las pocas soluciones que les han ofrecido, sentado en una cafetería de Providencia, Juan Carlos Godoy se percata de que por fin respondieron su correo desde la Subsecretaría de Relaciones Exteriores: lo citan a una reunión con Raúl Sanhueza, el jueves, a las 10 AM.
Horas más tarde, desde Cancillería emiten un comunicado. Informan que el embajador de Chile en Suecia, Hernán Bascuñán, se reunió con funcionarios de la dirección consular de la Cancillería sueca, en Estocolmo, y que estos se comprometen en darle prioridad al tema de los menores abandonados en Siria. Que los reconocen como suecos y que acelerarán el proceso para dotarlos de la documentación necesaria y así poder repatriarlos.
Abril 11, 2019
En la reunión que se realizó desde las 10 de la mañana en el quinto piso de Teatinos 140, Raúl Sanhueza y sus asesores recibieron a Juan Carlos Godoy y a Patricio González, que pudo participar en una videollamada. Allí, les transmitió algo de tranquilidad: les dijo que el gobierno sueco se hará cargo de la situación, tanto de sus siete nietos como de otros 70 niños suecos que estarían sufriendo un escenario idéntico. También, que no podían intervenir directamente, porque les generaría un eventual conflicto diplomático con Suecia, pero que ofrecieron toda la ayuda de David Quiroga, encargado nacional de negocios en Siria, para representarlos.
—Patricio manifestó su preocupación de seguir extendiendo este tema dadas las condiciones de salud en que están los niños —contará, en horas de la tarde, Juan Carlos Godoy—. Y el jefe consular nos dijo que el Presidente de la República, a través del canciller, le dio la instrucción de que, en el caso de que se retrase mucho el tema, pudiera viajar a Suecia para poder acelerar todos los trámites e intervenir.
Al ser consultado por las sensaciones de Patricio luego de la reunión, Juan Carlos muestra un video que grabó el abuelo de los niños para agradecer lo que está haciendo Chile:
—El papel de Chile en toda esta historia ha sido muy heroico, lo he dicho muchas veces. Se ha logrado tanto desde que se involucró… y lo hicieron de una forma tan efectiva, tan dinámica y tan urgente, que en el fondo se demostró que hay un corazón muy enorme, una afinidad de recursos muy generoso. Y una comprensión, una empatía muy grande en el dolor que siento —dice, emocionado, González en un extracto de la grabación.
—¿Confían en Suecia?
—Patricio está muy agradecido, como viste, pero tenemos algo de miedo por lo mismo, no podemos depositar toda la confianza en consideración de las respuestas que dieron antes —dice Godoy—. Esperamos de verdad que en los próximos días haya avances concretos. Los kurdos nos están exigiendo un mail, una carta, la presencia de un embajador, ¿qué más simple que eso?
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