Manifiesto de Paulo Ramírez, periodista y conductor de televisión y radio: "Hace 20 años veía los matinales como programas frívolos, autorreferentes, prescindibles".

El pelambre es esencial en la sociedad. Necesitamos saber qué está pensando el otro acerca de nosotros, qué piensa acerca de un tercero. He pelado. Pero nunca me han pillado porque soy cuidadoso en eso. Me siento culpable pelando.


Me siento como actor de reparto. Mi papel siempre es de segunda línea. Siento que hay un mérito en acompañar, en ser parte de un equipo. No busco el protagonismo de manera permanente. Cuando me toca, que me toque y que se respete mi espacio. Pero cuando no me toca, sé ponerme al lado y ver cómo brilla otro.

El pelambre es esencial en la sociedad. Necesitamos saber qué está pensando el otro acerca de nosotros, qué piensa acerca de un tercero. He pelado. Pero nunca me han pillado porque soy cuidadoso en eso. Me siento culpable pelando.

Me gustaría reencarnarme en un keniata. Que correr me saliera natural. Yo empecé a correr por indicación médica, no por moda. Tuve un entrenador que era keniata y hasta con el dedo gordo del pie se impulsaba. Como que flotaba en el aire. Mientras yo al lado parecía una vaca. Una vaca corriendo al lado de un lince.

Hace 20 años veía los matinales como programas frívolos, autorreferentes, prescindibles. En ese tiempo era crítico de la televisión. Creo que lo que sentía antes era un desprecio hacia el público de los matinales. Con el tiempo he aprendido que ese público es riquísimo en emoción, en experiencia de vida, en expectativas frente a la realidad.

Podría haber sido cura, pero no sentí el llamado. Fui acólito cuando tenía 14 o 15 años. El cura me invitó y yo dije, "por qué no. Probemos". En ese tiempo nunca vi un acto abusivo, pero sí fui testigo del contexto en el cual esos abusos se pueden dar. Si alguien dice que en ese contexto ocurrieron abusos, yo le creo a esa persona.

Lo peor de ser abuelo es que te digan "tatita". Y no es mi nieto el que me dice así, es el resto. Lo mejor es ese amor gratuito, infinito y sin responsabilidad que uno tiene hacia los nietos. Esa libertad con la que uno puede quererlos es muy rica, ese amor sin responsabilidad de padre.

Quise ser periodista porque me gustaba estar donde pasaban las cosas. En 1983, plena época de protestas, estaba en tercero medio, en un retiro del colegio en Punta de Tralca. Ahí mismo hubo una reunión de dirigentes de los trabajadores, donde también estaba Manuel Bustos; habían decidido convocar a la primera jornada de protesta. Ser testigo de eso lo encontré tan emocionante. Me acuerdo haber llegado después a la casa de unos tíos y les dije "va a haber una protesta en tal fecha". No me creyeron. Y pasó. Años después me tocó entrevistar a Manuel Bustos y yo le recordé esta escena. Y me dijo "sí, ahí empezamos las protestas. Ahí se decidió".

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