Una vela para el santo

En su nuevo libro, Houellebecq lee y relee a Schopenhauer, uno de sus filósofos favoritos.




Cuando leyó por primera vez a Arthur Schopenhauer, Michel Houellebecq era un hombre que escribía. Ni más ni menos que eso. Aún no tenía, digamos, una obra, pero sí había descubierto algo fundamental: que el verdadero acto literario, tanto como la creación, está en la relectura, y fue entonces, antes de los 30 años, cuando terminaba un ciclo en su formación como escritor, que apareció en el horizonte del francés la figura y el pensamiento (sobre todo el pensamiento) del filósofo que instaló la penuria y la desdicha como motor esencial de la vida.

Houellebecq llegó a Schopenhauer por azar. Leyó Aforismos sobre la sabiduría de la vida y sintió que todo se tambaleaba. "En su caso la filosofía no tiene la muerte como origen —apunta el autor de Plataforma—. El origen primero de cualquier filosofía es la conciencia de una brecha, de una incertidumbre en nuestro conocimiento del mundo". Y esos apuntes, con el tiempo, dieron forma a En presencia de Schopenhauer (Anagrama), un libro compuesto, digamos, por una serie de citas traducidas por Houellebecq seguidas de comentarios a modo de escritura lateral. Estos surgen desde el asombro, pero también desde la necesidad de mantener vivas las ideas del filósofo nacido en 1788.

Las primeras notas fueron

hechas una vez que Houellebecq terminó la escritura de La posibilidad de una isla (2005), su novela más arriesgada e incomprendida. De manera que no extraña que sus lectores encuentren aquí los fusibles y el cableado que sustentan su discurso como novelista. De hecho, él nunca lo ha ocultado: junto con Comte y Nietzsche (en una relación de amor y odio), Schopenhauer es clave para articular su visión de mundo.

El volumen es bastante breve. No supera las 90 páginas, pero funciona como un concentrado. Arte, política, ética y vida en sociedad dialogan como un cruce de voces gatilladas por la voluntad y el instante cuando, a través de la contemplación de su entorno, el hombre deja de ser individuo y se transforma en sujeto de conocimiento.

"Que un cretino sea incapaz de apreciar la belleza de una sinfonía o un razonamiento sutil es fácil de entender; sorprende más en el caso de una felación, por ejemplo; y, sin embargo, la experiencia lo confirma. La riqueza del placer, incluso del placer sexual, reside en el intelecto y es directamente proporcional a su propia potencia; por desgracia, ocurre lo mismo con el dolor".

Houellebecq acostumbra a publicar libros cortos luego de cada novela. Pero en ningún caso, como ocurre con ciertos músicos, es el material sobrante del proceso de un disco exitoso para exprimir los bolsillos del público fiel con tres o cuatro canciones descartadas. En presencia de Schopenhauer podrá funcionar como guía para regresar a sus novelas (la relectura, otra vez, como clave de todo), pero también es un texto surgido desde la admiración (una vela para su santo) y, sobre todo, desde la honestidad intelectual.

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