Durante los últimos años, Ecuador se ha enfrentado a una crisis de seguridad que se ha ido agudizando progresivamente.
Apenas en 2018, el país enfrentaba 6 homicidios por cada 100.000 habitantes. Media década después, en 2023, la cifra ascendió a 46.
Esta última es la más alta de Sudamérica y se traduce en un aumento de casi un 800%.
Como es de esperar, aquello ha despertado preocupación en el resto de la región. Más aún, después de 2024 se viralizaran múltiples imágenes de reclusos tomando el control de las cárceles, con guardias de seguridad como rehenes.
Esas son solo algunas de las postales que han dado vuelta al mundo y que dan cuenta de la violencia que está viviendo el territorio.
Frente a este delicado escenario, el presidente Daniel Noboa declaró estado de excepción para combatir lo que llamó un “conflicto armado interno” contra los grupos criminales de Ecuador.
Se trata de la primera gran crisis de seguridad que enfrenta desde que asumió el poder, el pasado noviembre de 2023.
Ante las dudas de qué aspectos deberían considerar los otros países de Latinoamérica para evitar caer en una situación de estas características, especialistas compartieron su análisis recientemente a la BBC.
1. Mejorar y aumentar el rol del Estado
El consultor y analista de seguridad nacional, Douglas Farah, aseguró que “en Ecuador tenemos un Estado que se ha evaporado, que se ha hecho invisible o que, si está presente, lo está de manera negativa”.
Otros expertos consultados por el citado medio compartieron su visión al respecto.
En palabras de Farah, “es fundamental que los países rediseñen sus sistemas para que el Estado sea visto como positivo”.
El exoficial de inteligencia chileno y consultor internacional de crimen organizado, Pablo Zeballos, declaró que “el control territorial por parte de las organizaciones criminales va de la mano de un abandono del Estado”.
“Y se pueden generar condiciones sumamente dramáticas, donde estos grupos terminan logrando acuerdos con las estructuras gobernantes”, subrayó.
Asimismo, un informe del Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado (OECO) planteó que aristas como “la pobreza, el deseo y la desigualdad” tienen “una relación causal con el nivel de criminalidad y violencia en las ciudades”.
En este sentido, la investigadora Diana Balderrama dijo a la BBC que “la promoción del empleo es una actividad que combate la delincuencia, porque mejores niveles de vida sí están correlacionados con la menor criminalidad”.
Por su parte, el coordinador del programa Investigación, Orden, Conflicto y Violencia de la Universidad Central del Ecuador (UCE), Luis Córdova Alarcón, afirmó que aunque la desregulación de los mercados que su país adoptó desde la década del 90 “parecía conducirnos al crecimiento y al desarrollo”, también facilitó actos como el lavado de activos y “el flujo de dinero sucio”.
Aquello, según el experto, favoreció al fortalecimiento del crimen organizado.
2. Controlar la corrupción
Córdova Alarcón aseguró que hay tres ejes que se deben tener en consideración para mantener políticas y estrategias efectivas para combatir a los grupos delictivos.
Estos son: los agentes estatales, los actores económicos y, por supuesto, las bandas.
“Por lo tanto, cualquier estrategia para contrarrestar la presencia de mercados ilícitos y de estructuras criminales tiene que apuntar en esas tres direcciones”, enfatizó.
Bajo esta línea, agregó: “Ecuador nunca hizo eso. Han utilizado a la fuerza pública a sabiendas que existen narcogenerales en la policía o que tenemos infiltrados a criminales en las Fuerzas Armadas (…) entonces es obvio el resultado”.
3. Invertir en los sistemas carcelarios
Los núcleos de las bandas más prominentes del país —tales como Los Choneros y Los Lobos— se encuentran precisamente en las cárceles, hasta el punto en que sus cabecillas han podido coordinar desde ahí las operaciones criminales que ocurren tanto dentro como fuera de las prisiones.
Respecto a este punto, los especialistas enfatizaron a la BBC que invertir en los centros penitenciarios y sus sistemas de vigilancia es un aspecto clave.
Aún así, Zeballos destacó que mejorar la infraestructura no se traduce automáticamente en que vayan a funcionar óptimamente.
“Puedes tener cárceles modernas, pero si eso no va de la mano de la inversión en recurso humano capacitado y mecanismos de control adecuados, es una pérdida. Es regalarle un hotel 5 estrellas al grupo criminal”, declaró.
De la misma manera, Farah destacó que es importante preocuparse de los presos estén en condiciones “sanas”.
“Las prisiones siguen siendo una prioridad muy baja para la gran mayoría de los países latinoamericanos, porque se cree que los criminales no tienen derechos. Pero la verdad es que si no generas buenas condiciones, las prisiones terminan convirtiéndose en criaderos de violencia y crimen”.
4. Fortalecer a las policías
Dentro de la historia de Latinoamérica, ha sido recurrente que los gobiernos recurran a las fuerzas militares para combatir crisis de seguridad.
El especialista en seguridad pública David Saucedo dijo que aquello se ha debido a que las policías en la región, a nivel general, “se han caracterizado por una infinita corrupción y debilidad para enfrentar al narcotráfico”.
Desde el análisis de Farah, “tener una policía sana, capaz y entrenada es un eje fundamental de cualquier política para combatir la violencia (...) cuando la gente piensa que al llamar a un policía va a llegar un ladrón, es porque el sistema ha fracasado”.
A esto se le suma, en palabras de Zeballos, que es esencial “sancionar drásticamente a aquellos funcionarios policiales que, incumpliendo su juramento, tranzan con la criminalidad y permiten que estos espacios se vayan contaminando”.
5. Estar al tanto del poder de las bandas criminales y no subestimarlo
Para el exoficial de inteligencia, “uno de los grandes aprendizajes del caso ecuatoriano es que no hay que subvalorar la capacidad de la propia delincuencia local”.
“Un error que Ecuador cometió fue decir: ‘estas son solo pandillas’. Y siguen siendo pandillas pero son capaces de tener organizaciones muy fuertes”, agregó Zeballos al citado medio.
En esta misma línea, Farah recordó que “en Centroamérica, las maras eran solo una pandilla por casi dos décadas”.
No obstante, hoy son conocidas por su nivel de organización, hasta el punto en que figuran como “un grupo de crimen organizado muy fuerte”.
Junto con ello, el analista sentenció que se deben tener controles fronterizos eficientes y comunicación entre países para contribuir al manejo adecuado y evitar que se expandan estas actividades criminales.