Han pasado casi 100 años desde que Sigmund Freud (1856-1939) publicó El malestar en la cultura (1930), uno de los ensayos que más repercusiones ha tenido en el pensamiento contemporáneo.

En su escrito, el fallecido neurólogo y considerado padre del psicoanálisis se adentra en los conflictos que se generan entre las personas y las sociedades en las que se desenvuelven, un lazo que tiene intensos efectos tanto a nivel individual como colectivo.

Al igual que otras de sus obras más destacadas —como por ejemplo, Tres ensayos sobre la teoría sexual (1905)— , El malestar en la cultura sentó ciertas bases que más tarde serían profundizadas por otros autores, tales como Melanie Klein y Wilfred Bion.

Con el objetivo de ahondar en esta área, desde la Asociación Psicoanalítica Chilena (APCh) organizaron un ciclo de Psicoanálisis y Sociedad para que los interesados puedan acercarse a los planteamientos de los mencionados especialistas.

Este iniciará en abril y finalizará en noviembre de 2024, mientras que tanto Freud como Klein y Bion serán parte del programa de contenidos.

Si bien, el ciclo va dirigido a profesionales de las ciencias de la salud y las ciencias sociales, esto no es un requisito, por lo que pueden inscribirse todos los interesados en estos tópicos.

Pese a las décadas que han transcurrido desde la publicación de El malestar en la cultura, el ensayo y sus posteriores interpretaciones se mantienen vigentes como herramientas para pensar y descifrar ciertos fenómenos que ocurren en la actualidad.

Más aún, en una sociedad en la que predominan aspectos como las redes sociales, la interconectividad digital y la inmediatez, los cuales nos llevan a repensar en cómo se desenvuelven las interacciones y, por supuesto, lo que ocurre en el mundo interior de cada individuo.

En conversación con La Tercera, el psicoanalista y miembro titular de la APCh, Francisco O’Ryan, quien también será uno de los docentes del ciclo, profundiza en algunos de los puntos que abarcarán los seminarios.

¿Cómo el psicoanálisis puede ayudar a entendernos a nosotros mismos y al mundo en el que vivimos? Foto: APCh.

El malestar en la cultura es, en cierto sentido, una pieza angular en los planteamientos de Sigmund Freud sobre el psicoanálisis y la psicología social. Este texto también está considerado en el ciclo. A grandes rasgos, ¿qué es lo principal que podemos rescatar de su escrito?

La esencia del artículo es el conflicto. Plantea que hay un conflicto que, por cierto, está absolutamente vigente en la cultura actual. Este involucra a los deseos y motivaciones individuales y a lo que es la vida social.

Sostiene que la cultura propiamente tal implica la renuncia a la satisfacción plena de todos los deseos que tenemos y que esa renuncia genera muchas cosas: sufrimiento, angustia, rabias, culpas, etcétera.

En su esencia, habla de algo que él ya veía en ese tiempo y que está muy exacerbado en la cultura moderna, que algunos definen como una cultura más narcisista.

Ahí está la idea de que si uno quiere algo lo tiene que tener altiro y rápido, y todo lo que es la tecnología permite tener este tipo de fantasías.

Esto de que si no sé algo, pongo Google y entonces es como pensar que en realidad no hay nada que yo no sepa o ninguna inquietud a la cual tengo que renunciar. No tengo que reconocer mis límites, mis limitaciones.

Por supuesto, esto es una síntesis, pero su artículo habla mucho de que esto va generando parte de lo que es la relación de las personas con la cultura, y es algo que incluso va determinando fenómenos sociales.

O sea, cuando se está en una situación en que se tiene la sensación colectiva de estar siendo excesivamente deprivado o limitado, vienen las respuestas violentas y los fenómenos de masa.

Entonces, Freud advierte que tenemos una tendencia a querer satisfacer nuestros deseos y no tener que renunciar a lo que queremos. Y que cada renuncia requiere un procesamiento, que es un proceso difícil.

Por definición, la cultura, el entorno, las normas, las reglas y la educación representan el freno a esta especie de ilusión de que todo se puede. Aquello despierta conflictos y muchos de los fenómenos sociales que observamos.

Finalmente, la cultura nos demuestra que no somos ni omnipotentes ni todopoderosos.

¿Cómo se desenvuelven estos planteamientos en un mundo en el que resaltan las redes sociales cómo vías de interacción?

Lo que él pensaba perfectamente lo podemos usar para entender lo que pasa aquí.

Las redes sociales permiten que se genere una sensación de inmediatismo, es decir, que lo que quiero lo tengo, lo sé, o lo averiguo sin tener que esperar, con tan solo apretar un botón.

Esto de que no exista postergación es un deseo muy primario, muy de infancia, que se va domesticando con el curso de la vida.

Pero las redes y los fenómenos tecnológicos permiten, de alguna manera, una ilusión de que se pueden bypasear los límites.

Bypasear el hecho de que somos seres que tenemos que enfrentar permanentemente la exclusión, porque dan la sensación de que nosotros estamos en todas partes, de que nos conectamos, de que estamos aquí, en la casa del vecino, en Estados Unidos o en donde sea.

Por ejemplo, si están diciendo que está pasando tal cosa en Argentina, nos conectamos y es como que ya estuviéramos ahí. Entonces, no nos quedamos fuera, no estamos excluidos, estamos en todos lados y no hay límites.

Sin embargo, esto se da de una manera ilusoria.

No porque nosotros estemos comunicados sabemos ni estamos ahí. La comunicación no es igual a saber, es igual a informarse. Y tampoco porque estemos viendo lo que pasa en el país de al lado estamos allá.

No obstante, las redes permiten tener esa ilusión. Esto es lo que se llama el mundo narcisista.

Entonces, de repente nos vemos enfrentados como cultura a situaciones que nos hacen evidente que hay diferencias, que hay límites, que hay exclusiones.

Y ahí, la ruptura de esta ilusión todopoderosa es lo que muchas veces despierta los aspectos más violentos en las sociedades.

Uno de los objetivos centrales del psicoanálisis, desde siempre, es poder abordar y tratar de procesar estos aspectos más omnipotentes, porque son complejos para la cultura, pero también son procesos en la vida individual, porque finalmente generan mal pasar y relaciones muy difíciles.

Mientras más comunicados estamos en las redes sociales, más carecemos de vida íntima, de relaciones reales, presenciales, en donde sabemos del otro, el otro sabe de nosotros y nos comunicamos con afectos.

¿Cómo el psicoanálisis puede ayudar a entendernos a nosotros mismos y al mundo en el que vivimos? Foto: referencial.

¿Cómo podríamos aplicar estas bases en el análisis de, por ejemplo, las guerras o los conflictos de escala internacional?

Esto es más complejo, porque los factores envueltos en los conflictos entre países son muchos. Sobre todo sociopolíticos, de poder, de cultura y económicos. Son numerosas las aristas y van más allá de lo puramente psicológico o psicoanalítico.

Freud también lo vio, porque él vivió en el periodo de la Primera Guerra Mundial.

La destructividad que se ve en las distintas guerras da cuenta de un aspecto de las personas. El psicoanálisis plantea que es inherente al ser humano.

Es decir, tiene aspectos destructivos en su esencia que si se dan las condiciones en la cultura, la sociedad y los puntos que le mencionaba, etc., pueden llevar a situaciones tan trágicas como las guerras, que han existido siempre.

Una arista que aborda el psicoanálisis también es poder hacer más visible y más consciente nuestros aspectos más destructivos, porque cuando los tenemos más conscientes y podemos tratar con ellos, podemos evitar que sean lo que nosotros llamamos actuados, o sea, que se transformen en hechos.

Es muy distinto soñar que yo me agarré a combos con mi vecino que ir a la casa de al lado y pelear con él.

Esto es lo que de alguna manera también permite el psicoanálisis, que es un proceso de mentalización que lleva a poder tratar con estos aspectos instintivos, incluyendo los destructivos, para poder llevarlos a un ámbito más creativo y que no se vayan inmediatamente a la acción destructiva.

Una característica de nuestra sociedad es que es muy acelerada, centrada en los logros y en el quehacer. Aquello suele dejar poco espacio para la reflexión. En el mundo del quehacer y en el de las velocidades, ahí irrumpe la violencia, en la acción, cuando perdemos la capacidad de reflexión.

En medio de un escenario en el que predomina la inmediatez, el exitismo, la velocidad, lo desechable y lo que podríamos llamar como despersonalización, ¿cómo se presentan los sentimientos de culpa?

Aparecen poco y ese es precisamente el problema, porque ese mundo que usted describe es un mundo narcisista o lo que nosotros llamamos maniforme o maníaco, que está en torno al triunfo, al logro, a ganarle al otro, no en torno a la culpa.

¿Por qué? Porque la culpa surge cuando a mí me importa el otro. Y por lo tanto, cuando me hago cargo de que si hice algo dañino, me duele haberlo hecho, me siento responsable e incluso pudiera querer repararlo. A ese punto es a donde uno quisiera llegar.

La culpa es un tópico bien complicado, pero cuando uno llega a la posibilidad de reparación, ya sale de este ambiente más destructivo y está en uno que se acerca más a lo creativo.

De esto también habla mucho el psicoanálisis, porque no habla solo del problema, sino que de hacia dónde vamos, hacia dónde uno puede ir para un vivir más satisfactorio y menos destructivo.

Eso implica pasar por reconocer y mirar nuestros límites, asumir nuestras culpas, pero también descubrir que existe la posibilidad de reparación con los otros.

Este es un tema muy sensible, del que escribió un psicoanalista de nuestra asociación, Ricardo Capponi, quien ya no está con nosotros.

Se adentró en la necesidad de reparación que tienen las sociedades. Hablaba respecto a todo lo que había ocurrido en la dictadura. Es fundamental.

Entonces, la culpa y la reparación también están en otros ámbitos.

Precisamente, cuando uno se pregunta en qué puede aportar el psicoanálisis, es que si nosotros podemos estar en un estado más reflexivo, más detenido, menos acelerado o menos de los hechos, podemos pasar un poco desde un ámbito más destructivo y narcisista a uno más social, más compartido, que considera más al otro.

En el que podamos vivir más en una buena intimidad y no en mundo de amigos y enemigos.

Puedes inscribirte y solicitar más información sobre el ciclo de la APCh escribiendo al correo apch.extension@gmail.com.