Este martes 11 de marzo inició el juicio por la muerte de Diego Armando Maradona, el histórico futbolista argentino que falleció el 25 de noviembre de 2020.
La instancia judicial buscará determinar si murió por motivos de salud propios de sus patologías o si los profesionales de salud que debían cuidarlo omitieron sus deberes, según rescata el periódico trasandino La Nación.
El abogado que representa a las hijas —Dalma y Giannina— del astro, Fernando Burlando, anticipó en conversación con Radio Mitre que “vamos a escuchar cosas que van a estremecer hasta al propio Tribunal”.
Junto con ello, acusó que “lo que hicieron fue un asesinato”.
El juicio inició en los tribunales de San Isidro, específicamente en el Tribunal Oral en lo Criminal N°3.
Según rescata Infobae, siete profesionales de la salud de un total de ocho serán juzgados por su presunta responsabilidad en el deceso del “Barrilete Cósmico”.
Los encargados de analizar el caso son los jueces Maximiliano Savarino, Verónica Di Tommaso y Julieta Makintach.
Antes de su fallecimiento a los 60 años, Maradona ya había enfrentado episodios que lo habían posicionado al borde de la muerte.
De hecho, en enero del 2000, pasó por una situación en la que un médico recién egresado le salvó la vida.
Cómo fue el día en que un médico recién egresado salvó la vida de Diego Maradona
Jorge Romero tenía 28 años cuando viajó desde Montevideo hacia Punta del Este, luego de titularse como médico y conseguir un empleo en un policlínico de la ciudad.
No tenía dónde quedarse, pero sí las ganas de trabajar la mayor cantidad de horas extras, para así ganar dinero y poder costear un alquiler; hasta el momento, debía conformarse con el piso del recinto médico, según comentó en una entrevista con Teleshow en 2020.
Todo marchaba tranquilo hasta su cuarta jornada en el sanatorio. Ese día, 4 de enero del 2000, recibió una llamada telefónica de Guillermo Coppola, quien en ese entonces era el manager del exfutbolista.
—Estoy con Diego Maradona, que duerme hace dos días. No logramos que se despierte.
—Pero si está durmiendo hace dos días no está durmiendo —respondió Romero—, está en coma.
Coppola le pidió que fuera a asistirlo, según comentó, “con la mayor cautela posible”.
Romero tomó su maletín, se subió a un auto y manejó 23 kilómetros hasta la parcela en la que se encontraban, una propiedad del empresario José Cosentino, ubicada en el balneario José Ignacio.
—A los diez segundos de entrar, me encontré con situaciones raras. Se notaba que Diego no había estado ahí, sino que lo habían puesto antes de que yo llegara. No era la casa principal de la estancia —dijo el médico, quien llegó al lugar alrededor las 13:00.
Ahí estaba el exjugador, con 39 años y un evidente sobrepeso, agonizando en una silla de mimbre, mientras un sujeto dormía a su lado.
Coppola lo despertó y Romero se enfocó en revisar al afectado. Tenía una crisis hipertensiva y una arritmia ventricular.
Además, dejaba de respirar durante lapsos de cinco o seis segundos.
“Estaba muy grave en serio”, recordó el doctor. “¡Se estaba muriendo!”.
Pero a pesar de la complejidad de la situación, Coppola se oponía a que se internara al exfutbolista, bajo el argumento de que no quería alertar a los medios de comunicación.
—La prensa es muy difícil, por lo que Maradona vive o muere con vos.
Tras numerosos intentos, Romero convenció al argentino de que debían trasladarlo rápidamente a un recinto médico, ya que sino moriría en solo unas horas.
Ni siquiera tenían tiempo para esperar una ambulancia, pero la aprobación del representante vino con una solicitud inesperada.
—¡Bueno, lo llevamos! —aceptó Coppola—. Pero antes me voy a bañar. Soy una figura pública, no puedo salir así nomás.
Mientras estaba en el baño, Romero invertía todos sus esfuerzos en maniobras para reanimar a Maradona.
Según relató a Teleshow, “fue una una eternidad”.
“Diego se estaba muriendo y nadie entendía realmente lo que estaba pasando”.
Una vez que el representante estaba listo, él, el médico y otras dos personas —de las cuales, una desapareció a la brevedad —subieron al exdeportista al vehículo.
El empresario manejaba, al lado suyo iba un colaborador; atrás, iban el médico y un maltrecho Maradona.
Romero vestía un terno. Coppola, curiosamente, le pidió que se quitara la camisa para pasar desapercibidos.
Se quedó absurdamente con el torso descubierto mientras le tomaba los signos vitales al exfutbolista y llamaba avisando que se dirigían al Sanatorio Cantegril: que los esperaran con una camilla.
A medio camino, el representante detuvo el auto para cargarlo con bencina.
Estuvieron quince minutos en el servicentro mientras Maradona, inconsciente, parecía alejarse de este mundo.
Cuando llegaron al recinto médico, alrededor de las 14:30, todo el personal los esperaba con una sonrisa. Nadie entendía la gravedad de lo que sucedía, aseguró Romero en la entrevista.
—¡Traigan una camilla ya! —gritó desesperado.
—Ah, ¿es para tanto? —preguntó, confundido, el jefe del centro médico.
Lo derivaron a la unidad de cuidados intensivos (UCI) y pusieron a cargo al “mejor cardiólogo” de la institución.
La noticia no tardó en llegar a los oídos de los periodistas.
Los reporteros empezaron a abordar a Romero para saber cuál era el estado del “10” y, en paralelo, debió declarar a la justicia uruguaya: se había abierto una causa tras encontrar droga en el organismo del mítico jugador.
Los análisis médicos habían encontrado restos de clorhidrato de cocaína en su sangre y orina.
También se descubrió que el abuso de la sustancia había generado un colapso de hipertensión arterial y arritmia ventricular.
Mientras tanto, ante el asedio de la prensa, Coppola intentaba bajarle el perfil a la situación que vivía Maradona:
—Diego está un poco fastidioso porque se quiere ir: pide de comer y por suerte se lo ve físicamente deshinchado. Todos esos son buenos síntomas. Lo que sucede es que por las fiestas comió muchos asados, hizo desarreglos y, como además está excedido de peso, hizo este pico de hipertensión.
Romero estuvo seis horas en el juzgado relatando qué vivió el día que internaron al exfutbolista: la policía pensaba que era la finca el lugar donde Maradona había recibido la droga, porque, en el avión hacia Punta del Este, no habían encontrado ninguna sustancia ilícita en su equipaje.
Según el médico, la transacción debió haber ocurrido antes de que él apareciera en escena, porque “cuando encontré a Diego estaba limpio”.
Tras declarar, el médico fue sometido a una ronda de reconocimiento: estaba Coppola y los dos hombres que estaban en la parcela, pero:
—Falta uno —afirmó.
—¿Cómo que falta uno? —le preguntó un uniformado.
—Sí, el que estaba durmiendo al lado cuando yo llegué.
El médico no sabía quién era, pero se refería al publicista argentino Carlos Ferro, quien luego fue señalado como el responsable de suministrar la droga al exfutbolista para las fiestas de fin de año.
Mientras era internado, Ferro abandonaba Uruguay en un avión privado desde Laguna del Sauce, según rescata el citado medio.
El representante de Maradona, y las demás personas que estuvieron en la finca durante esos días de excesos, omitieron mencionar la presencia del publicista. Coppola fue procesado en Uruguay por falso testimonio.
Con la salud del campeón del mundo a cargo de los médicos del Sanatorio Cantegril, Romero volvió a su trabajo en el Policlínico de La Barra, donde también vivía.
Necesitaba juntar dinero para poder alquilar un departamento o una pieza.
Pero la noticia seguía en desarrollo y los periodistas deportivos de Argentina, e incluso de Italia, no paraban de contactarlo.
“Yo soy de bajo perfil, no me gusta el show, y lo último que quería era prestarme para eso”, dijo Romero.
“Ya me estaban rompiendo las bolas con todo esto”.
En esos días, el paciente fue visitado por distintos personajes públicos, como el presidente de Argentina en ese entonces, Carlos Menem, y el excapitán de la selección uruguaya de fútbol y River Plate, Enzo Francescoli.
Ninguno de los dos pudo verlo, pero aún así, según distintos medios, el mandatario declaró a la prensa: “Me voy tranquilo, porque el amigo está bien”.
El joven médico no visitaba a Maradona, porque tenía turnos que cumplir en el policlínico donde se desempeñaba, pero el estado del exfutbolista era crítico.
La noticia “salía en todos lados, no había manera de que no me enterara de cómo estaba”, recordó el profesional de la salud.
Romero solo visitó una vez al “10” en el sanatorio, cuando ya no estaba sedado.
Estaba completamente ido, su mirada parecía habitar en un mundo paralelo. Pero el médico no sintió que terminó su labor hasta que pudo decirle:
—Mirá, loco, casi te morís.
Semanas después, Maradona fue sacado del centro médico para ser llevado de regreso a su país.
Decenas de periodistas se instalaron en la salida del sanatorio. Pero el sol veraniego impidió que las fotografías resultaran, convirtiendo los vidrios en espejos para las cámaras.
El esmerilado con una cruz en el medio impedía aún más cualquier captura satisfactoria al “10”.
Así arrancó el traslado de Maradona a Buenos Aires.
Al poco tiempo de estar de vuelta en la capital argentina, luego del incidente casi fatal de Uruguay, la exestrella futbolística tomó un vuelo que aterrizó en La Habana, para así dar inicio a un tratamiento de rehabilitación en un centro de Cuba.
Después de que Romero le salvó la vida a Maradona, no volvió a verlo, pero dijo que le gustaría haberle dicho que él lo llevó hasta el hospital.
Y luego, le hubiese gustado preguntarle:
—¿Y, loco? ¿Te cuidaste un poco en todo este tiempo?