Corría 1988 cuando la actriz y comediante Cleo Rocos, y el DJ y animador Kenny Everett, se reunieron con Diana Spencer (Lady Di) para protagonizar uno de los momentos más llamativos que unen a la realeza británica y al mundo de la música.
Esto, debido a que más tarde se incorporó el mítico vocalista de Queen, Freddie Mercury, y juntos fueron a un bar gay en el que la Princesa de Gales figuró con una particular vestimenta para pasar desapercibida.
Pese a que aquello fue considerado durante años como un mito de la cultura pop, Rocos aseguró que fue real y hasta detalló cómo fue esa instancia en su libro The Power of the positive drinking (Square Peg, 2013).
Según anticipó, “siempre había una gran emoción y ansiedad al recibir una invitación para un alegre almuerzo con la Princesa Diana”.
“Ella era una gran fan del Kenny Everett Show y nos conocíamos hace años. Tenía un encantador y alegre sentido del humor”.
A partir de ahí, comenzó su relato de una noche inolvidable que reunió a algunas de las figuras más aclamadas en la historia de Reino Unido.
La historia de la noche de fiesta que reunió a Lady Di y Freddie Mercury
Rocos contó que, con Everett y la princesa, se reunieron a almorzar en Bombay Brasserie en Kensington.
“Diana llegó sonriendo y claramente esperaba con ansias aquel almuerzo. No había guardaespaldas visibles (...) sugirió que todos tomásemos un Bellini, ya que ahí hacían ‘uno muy bueno’”.
Las conversaciones incluyeron temas que abarcaron desde “qué estrellas y celebridades hacían qué y con quién” hasta “rumores del palacio”, según escribió Rocos.
Detalló que rieron en abundancia y que “a este día, los secretos intercambiados en esa mesa nunca se han hecho públicos”.
Después de comer, se fueron al penthouse de Everett para ver la comedia estadounidense The Golden Girls en televisión.
“Kenny tenía una colección de plumeros que lucían como una explosión de chicas exóticas danzantes en la esquina de su living. Fui a la cocina a hacerme un cocktail de champagne, para luego encontrar a Diana y Kenny bailando al ritmo de los Gypsy Kings”.
Esa misma noche, Everett y Rocos habían acordado juntarse con otro amigo suyo: el mismísimo Freddie Mercury.
En palabras de esta última, “Kenny lo llamó por teléfono y le dijo que se viniera antes, ya que Diana estaba con nosotros viendo The Golden Girls”.
Como la voz de clásicos como “Somebody to Love” y “I Want to Break Free” era su vecino, no se demoró en llegar a la residencia de Everett.
De un momento a otro, estaban los cuatro sentados en el sofá viendo la sitcom en la pantalla.
Luego, según Rocos, cada uno de ellos adoptó el papel de uno de los personajes y los interpretaron con historias “sucias” que habían inventado.
“No me atrevo a decirles la sinopsis”, escribió en su libro, “teníamos una risa incontrolable”.
En medio de esa interacción, la princesa preguntó cuáles eran sus planes para la noche, consulta que Mercury respondió diciéndole que irían a un bar gay llamado Vauxhall Tavern.
Tras escucharlo, Lady Di preguntó si podía sumarse al grupo.
Para Rocos, aquello “no era una buena idea”. Por su parte, Everett enfatizó que en ciertas ocasiones ocurrían peleas en los clubes nocturnos.
“¿Cuáles serían los titulares si te pillan en medio de una pelea de bar?”, planteó.
Sin embargo, ella insistió en que quería ir.
Ante su motivación, el vocalista de Queen manifestó entre risas: “Vamos, dejemos que la mujer tenga algo de diversión”.
Según Rocos, “ella solo quería la emoción de entrar sin ser detectada: pedir un trago y luego irse de inmediato. Lo prometió”.
Para evitar que la reconocieran, se puso algunas prendas de Everett: una chaqueta militar con tonos de camuflaje, un gorro y unos lentes de aviador.
Además, para fortalecer su plan de pasar desapercibida, se recogió el pelo.
“Observándola en la penumbra decidimos que el ícono de la moda más famoso del mundo moderno, quizás podría pasar por un modelo masculino gay vestido excéntricamente”, recordó Rocos.
Así, los cuatro pidieron un taxi que los llevó hasta el Vauxhall Tavern.
“El bar estaba lleno. Nos costó mucho llegar con tanta gente acercándose para saludarnos. Fue indignante y un poco emocionante. Nuestros corazones estaban acelerados, pero nadie, absolutamente nadie, reconoció a Diana”.
Cuando llegaron a la barra, Lady Di pidió un vino blanco y una cerveza y se quedó conversando con Mercury.
“Una vez que se completó la transacción, todos nos miramos el uno al otro, unidos en nuestra búsqueda triunfante. ¡Lo hicimos! Nunca fue tan emocionante y divertido ir a un bar”, dijo Rocos sobre esa breve salida.
Después de cumplir con su objetivo, los cuatro pidieron un taxi y se fueron al Palacio de Kensington para dejar a Lady Di.
“Ninguna persona nos descubrió”, recalcó Rocos en su libro.
Al día siguiente, la princesa envió las prendas que Everett le había prestado a su casa.
Junto con la chaqueta, los lentes y el gorro, escribió un mensaje para los tres: “Debemos repetirlo”.