Es conocido el fenómeno social de que cada generación tiene sus propias costumbres. Si hace décadas era necesario vestir de camisa y corbata para ser bien percibido en una oficina, poco a poco los códigos se han ido ampliando, hasta el punto en que ya no es estrictamente necesario en todos los espacios de trabajo.

Hace apenas unas semanas, un grupo de expertos aseguró que los empleados más jóvenes se ven más expuestos a síntomas de ansiedad cuando hablan por teléfono para asuntos laborales, un factor que no tendía a incomodar hace años.

Y a ello se le suman las conclusiones que la directora ejecutiva de Vimeo, Anjali Sud, compartió en el último Foro de Davos. Según ella, los miembros de la generación Z —nacidos desde 1997 en adelante— se resisten a enviar correos electrónicos y muestran un escaso interés en revisarlos.

En sus palabras rescatadas por The Guardian, aquel formato ya es “anticuado”, mientras que el escritor Carlo Padial dijo en declaraciones reunidas por El País que la manera en que se redactan los mensajes también ha cambiado, debido a los métodos de expresión que se usan comúnmente en redes sociales como Instagram.

Trabajo. Foto: Getty Images.

“He recibido un e-mail en el que ninguna frase acaba con exclamaciones ni emoticones, por lo que deduzco que ese idiota me quiere matar”, exclamó en un tono irónico.

Según manifestó la consultora de recursos humanos Raquel Hevia al citado medio español, hoy “se tiende a buscar la cercanía tanto con los compañeros como con los clientes”, para así “establecer relaciones basadas en la confianza”.

Frente a tal afirmación, el lingüista computacional Cristian Fernández dijo que si bien las formas de escribir correos se ha modificado, los saludos y las despedidas son similares entre generaciones, es decir, con mayor formalidad.

Trabajo de oficina. Foto: Search Engine Journal.

“La función fática se utiliza para iniciar, cerrar o asegurar la calidad de una conversación, y es —por definición— la que contiene más fórmulas de cortesía o expresiones fijas”, declaró a El País.

Entonces, ¿cuáles han sido los cambios más notorios?

La generación Z y la comunicación en el mundo laboral

Uno de los ejemplos más comunes entre los analistas es el del clásico “ok”, el cual puede interpretarse de maneras radicalmente distintas entre generaciones.

“Lo he comentado con personas mayores y para ellos es completamente normal, pero a mí me deja mal cuerpo. Si algún día respondo así, puedes tener claro que estoy enfadada”, aseguró al citado medio la encargada de comunicaciones de Moritz, Leti Rodríguez.

Esto se debe a que espectros como el de la generación Z tienden a interpretar las respuestas más cortantes como un gesto negativo, hasta el punto en que les podría generar ciertas inseguridades en torno cómo están haciendo su trabajo. Aquello también se ha traspasado a algunas personas de grupos etarios anteriores.

Asimismo, es común que usen más signos de exclamación para manifestar efusividad en las actividades que realizan.

Trabajo. Foto: Iana Kolesnikova / Adobe Stock.

“Tengo una particular batalla contra el exceso de exclamaciones. Una está bien, transmite entusiasmo, pero más de dos transmiten un nerviosismo desesperado y dan al texto un toque infantil innecesario”, añadió Rodríguez desde su perspectiva.

Los tiempos de respuesta

Para muchos trabajadores, la respuesta de un correo electrónico puede definir el horario en que saldrán de la oficina, por lo que pueden presentar síntomas de estrés cuando no reciben una respuesta.

¿Lo habrá leído? ¿Habré sido ignorado? ¿No le pareció mi mensaje?

A modo de recomendación, Hevia declaró a El País que “no hay que dar nada por hecho”. Más bien, sugirió que “para hacer ver la importancia de un correo, tiene que haber una petición explícita y tenemos que dar información sobre nuestras expectativas de respuesta”.

“Cuando vinculamos las acciones y resultados a su impacto es cuando realmente transmitimos su importancia”, manifestó, para después agregar que no es una buena estrategia enviar un mensaje y luego llamar por teléfono inmediatamente, “si has decidido que el correo sea tu canal, lo mínimo es dejar un tiempo de respuesta, no podemos atacar por todos los frentes de manera simultánea”.

En el caso de que haya pasado un tiempo considerable (dependiendo del caso) sin comentario alguno, detalló que se podría recurrir a otras plataformas, aunque “depende mucho de la cultura de la organización”.

Trabajo. Foto: Gallup.

“No hay una única fórmula para insistir (...) hay empresas en las que está completamente prohibido escribirse por WhatsApp o hacer llamadas a partir de cierta hora”.

Por otro lado, Rodríguez afirmó que nunca recomendaría la comunicación a través de aplicaciones más personales, debido a que considera que pasan a llevar la privacidad.

“Si tras varios correos no recibimos respuesta, quizás elevaría el tono y diría algo como: ‘¿Necesitas ayuda para darme respuesta?’ o ‘¿puedo hacer algo para tener esta información?’”, enfatizó.

Aun así, cabe destacar que cada una de estas perspectivas son propias de los expertos y podrían variar en su interpretación y eficiencia según cada escenario particular.

La batalla por mantener el entusiasmo laboral

En medio de una era digital que destaca por su inmediatez, los tiempos de trabajo también se han acelerado.

Así lo confirmó la psicóloga Adriana Royo a El País, quien aseguró que “estamos interpelados por demandas constantes de tiempo y de presencia que resultan agobiantes”.

“No solo nos esclavizan, sino que debes atenderlas con un júbilo exultante”, añadió citando, “debes emprender, entusiasmar al otro, ser un chute de ánimo (...) hay que atender a cada una con un optimismo cruel”.

Bajo esta línea, profundizó en que los mensajes que se envían en un contexto laboral suelen estar enfocados en “aumentar la productividad”, por lo que se han popularizado expresiones de corte extremadamente optimista, tales como “¡seguimos!”.

Trabajo. Foto: Staff Wizard.

“En casos como ese se busca que la persona que lo recibe se sienta más ligada, casi de forma familiar y sentimental, a la empresa. Esto alejaría progresivamente el mensaje de la función fática para acercarlo a la expresiva”, analizó refiriéndose a que las relaciones laborales hoy son más “personales” que antes.

“Si te pones demasiado seco, borde o poco emotivo, parece que no estás suficientemente interesado y pueden valorarte negativamente. Tenemos que mantener unas fachadas cruelmente eufóricas”, reflexionó citando al filósofo Boris Groys, para después sentenciar que “lo bonito sería romper el abismo entre tú y el otro, para así mostrar nuestra vulnerabilidad, compartir nuestros malestares y crear un espacio en el que podamos ayudarnos contando nuestras experiencias con el cansancio, el miedo o el dolor”.