Una mujer baja por las escaleras de un avión en el Aeropuerto Internacional de Vnukovo en Moscú, Rusia, mientras lleva de la mano a su hija de 12 años.
Detrás de ellas vienen su esposo y su otro hijo, de 9, quien al igual que su hermana, mira con asombro a los uniformados que los esperan en fila.
El primero en recibirlos es el mandatario Vladimir Putin, a quien la mujer le da un apretado abrazo conteniéndose las lágrimas. Él les entrega flores a ella y a la niña.
Luego, saluda cordialmente a los otros dos integrantes de la familia.
“Buenas noches”, dice el líder del Kremlin en español, ya que los dos menores no saben hablar ruso.
Después, Putin continúa recibiendo a los otros pasajeros que se bajan de la aeronave.
Es jueves 1 de agosto de 2024 y las autoridades rusas están viendo el resultado de un intercambio masivo de prisioneros, el cual llevó a que más de una veintena de personas volvieran a sus países.
Los padres de la familia, de origen ruso, se habían hecho pasar por argentinos que emigraron a Eslovenia junto a sus dos hijos.
En dicho país europeo, ella llevaba una galería de arte virtual y él una empresa emergente de tecnología.
Sin embargo, su verdadero objetivo no era emprender. Más bien, eran espías rusos que estaban en medio de labores secretas.
Pese a que pasaron desapercibidos por cinco años antes de ser detenidos, las autoridades eslovenas los arrestaron a finales de 2022.
Según informaron desde Kremlin cuando se concretó su regreso, los niños no sabían que tenían vínculos con Rusia y recién se enteraron cuando la familia fue trasladada a Moscú.
Tampoco reconocían el rostro de Vladimir Putin, aseguraron.
Los padres se presentaron por años como María Rosa Mayer Munos y Ludwig Gisch, una pareja de origen argentino con hijos y una vida común en Eslovenia.
No obstante, sus nombres reales eran Anna Dultseva y Artem Dultsev. Su verdadero trabajo era colaborar con la inteligencia rusa.
Cómo los espías rusos se hicieron pasar por argentinos en Eslovenia
Llegaron al país en 2017. Ahí, ella creó una galería de arte en línea que no consiguió gran renombre en la escena local. La bautizó como “5′14 Art Gallery”.
Una pintora eslovena conocida por retratar paisajes con colores vívidos, Darja Stefancic, contó al New York Times que cuando le ofreció mostrar sus obras en dicho espacio, pensó que se trataba de una estafa, debido a que nunca había escuchado de ellos en el reducido circuito nacional.
Aún así, jamás pensó que la galería podía ser parte de una trama más profunda.
La artista originaria de Países Bajos, Mariken Heijwegen, contó que conoció a Dultseva (entonces María Rosa) en una feria de arte en Croacia y que vendió dos cuadros gracias a sus gestiones.
Dijo que no tenía un acento que dejara entrever un vínculo con Rusia y que “parecía argentina”, además de que era “muy linda y amable”.
La galería tuvo una pérdida de 10.827 euros en 2019, una ganancia de 483 euros en 2020 y una ganancia de 3.032 euros en 2021, según cifras rescatadas por el citado medio.
El primer monto se traduce en más de 11 millones de pesos chilenos, bajo el cambio actual.
La circulación de dinero no era sostenible en el negocio de Dultsleva.
Por otro lado, el emprendimiento de tecnología de su esposo, DSM & IT, presentaba ganancias de apenas unos miles de euros anuales.
Tanto dicha firma como la galería tenían un solo empleado.
La familia vivía en una casa de tres plantas en el barrio de Crnuce en Liubliana, la capital eslovena.
Tenían un pequeño jardín rodeado por un cerco de madera, un perro y los vecinos rara vez los veían recibir visitas.
Según relató al Times una mujer que vivía frente a su residencia, Majda Kvas, “nunca saludaban a nadie y vivían vidas totalmente separadas”.
También dijo que entre los habitantes del sector se preguntaban quiénes eran, pero que nunca indagaron más allá, debido a que no generaban ningún tipo de molestia en la zona.
De hecho, dijo que ella “pensaba que eran venezolanos”. No tenía idea de que aseguraban ser argentinos. Y menos de que eran agentes encubiertos.
Los hijos del matrimonio asistían a un colegio particular que cobraba más de 10.000 dólares al año por cada alumno, es decir, por los dos pagaban una suma de casi 20 millones de pesos chilenos anuales.
Dicha cifra se escapaba de lo que la pareja podía pagar, en base a los ingresos que declaraban.
Tras meses de investigación y sospechas de las autoridades eslovenas, Dultseva y Dultsev fueron arrestados en diciembre de 2022.
Cuando los agentes allanaron la residencia en la que vivían en Liubliana, encontraron grandes sumas de dinero en efectivo.
A raíz de la detención, los dos niños fueron enviado a programas de acogida para menores.
El secretario de Estado de Eslovenia, Vojko Volk, declaró que todavía no se tiene claridad sobre cuáles eran sus labores en el país antes de que fuesen arrestados.
Pero hizo la precisión de que los peritos “no tienen ninguna duda de que eran muy, muy importantes”.
A pesar de aquello, el exjefe de la inteligencia militar eslovena, Marjan Miklavcic, planteó al citado medio que hay casos en los que los espías se infiltran sin una misión tan definida.
De esta manera, pueden estar preparados para situaciones de crisis en las que se requiera de sus operaciones.
Bajo esa premisa, planteó que la pareja —que llegó a Eslovenia en 2017— pudo haber adoptado mayores roles después de que se iniciara la invasión de Rusia a Ucrania, el pasado 24 de febrero de 2022.
Como después del estallido de la guerra se empezó a expulsar masivamente a espías rusos de Europa, el Kremlin “perdió muchas de sus fuentes de información habituales”.
Por eso, cree que “probablemente se activó a agentes durmientes” como el matrimonio ruso, que se hacía pasar por argentino.
Después del acuerdo multinacional para el intercambio de prisioneros, la familia conformada por Anna Dultseva y Artem Dultsev —y sus dos hijos— pudo volver a su país natal.
Según aseguró el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, los menores “descubrieron que eran rusos solo cuando el avión despegó” en dirección hacia al aeropuerto de Moscú.