No es necesario que sean artículos de gran valor monetario ni tampoco que logren suplir una necesidad específica para la persona que los está tomando.
La cleptomanía es un trastorno de salud mental que consiste en la incapacidad recurrente de resistir el impulso de robar objetos, según define la Clínica Mayo.
Si bien, se trata de un padecimiento que es poco frecuente, los especialistas afirman que tiene un carácter grave.
No solo porque el hurto puede generar problemas con la ley, sino que también, porque este diagnóstico involucra complicaciones emocionales tanto para quienes lo padecen como para sus seres queridos.
A diferencia de los casos en los que una persona decide arbitrariamente robar un objeto bajo la motivación de que, por ejemplo, este es costoso y no quiere pagar su precio, en los pacientes con cleptomanía lo principal no es el valor ni cuáles sean los usos que se le puede dar.
Más bien, el acto está relacionado específicamente con un proceso psicológico interno que dificulta el autocontrol a nivel emocional y conductual.
El profesor de la Escuela de Psicología de la Universidad de los Andes, Fernando Urra, afirma a La Tercera que “la persona lo vive como un impulso que no puede controlar”.
“Son objetos que en algún punto le han llamado la atención y que muchas veces no tiene ningún sentido tenerlos. Es un robo impulsivo, no planeado, una suerte de conducta improvisada. No tiene ninguna mayor trascendencia, pero sí hay una vivencia emocional interna que es muy fuerte”.
Para explicar en términos sencillos cómo se da ese procesamiento en la persona que lo padece, el académico dice que se pueden identificar al menos tres eventos hasta el momento en que se concreta el hurto.
Con este objetivo, utiliza el ejemplo ficticio de un adolescente que roba un lápiz dorado del escritorio de su abuela.
“Va caminando y ve el lápiz dorado, lo identifica y se queda fijado en él. Empieza a subir la angustia, la incomodidad, la ansiedad, la idea y las cogniciones internas de querer tenerlo. Ese es un primer módulo. Después viene un segundo en donde ejecuta la conducta de tomar el lápiz: va hacia el escritorio, está atento a que no venga a nadie y se lo mete al bolsillo”.
Luego viene un tercer momento, en donde la persona en cuestión siente altos niveles de culpa y remordimiento por lo que hizo, hasta el punto en que podría no utilizar el lápiz posteriormente o incluso devolverlo después de guardarlo por un tiempo
Por supuesto, ese ejemplo con fines explicativos puede trasladarse a otros contextos y lugares, como un supermercado.
Lo que es central, tal como se decía más arriba, es que el individuo se siente incapaz de resistir ese impulso de tomar el objeto, lo que contribuye a que finalmente termine haciéndolo.
De esta manera, se crea un ciclo con estas conductas.
Los artículos también pueden variar, pueden ser desde pequeñas partes de un juguete hasta una lata de bebida. De hecho, los pacientes con este trastorno tienden a robar objetos que carecen de mayor valor y que incluso podrían haberse permitido comprar.
A esto se le suma, según la Clínica Mayo, que suelen sentir vergüenza por los actos que han cometido, un factor que dificulta que busquen tratamiento con especialistas o que hablen sobre el tema con sus cercanos.
“Se trata de un cuadro que empieza a dar pequeñas señales o síntomas en algún momento. No es algo que se instale bruscamente. A nivel general, probablemente la familia se va a dar cuenta de que existe este impulso, porque la persona puede aparecer con artículos que eventualmente no necesita, pero que atesora”, comenta Urra.
Bajo esta línea, continúa: “A la persona le genera mucha angustia recordar el origen de lo que tiene, de dónde lo sacó, cómo llegó a eso. Esto, desde la perspectiva psicológica, es un indicador importante: es un impulso que no puede controlar, pero frente al que cede”.
Generalmente, los primeros síntomas de la cleptomanía tienden a gatillarse y acentuarse durante la adolescencia o la adultez temprana. Sin embargo, Urra afirma que suelen atenuarse a medida que se entra en la vejez.
La cleptomanía, cómo la viven los pacientes y cómo se puede ayudar a un familiar que enfrenta un cuadro
Al igual que con otros trastornos que afectan a la salud mental, las características específicas de cada caso pueden variar entre sí.
No obstante, el director del Instituto de Bienestar Socioemocional (IBEM) UDD, Jaime Silva, detalla a LT que hay ciertos rasgos que habitualmente se ven en los pacientes que enfrentan este problema de control de impulsos.
“Tienden a ser condescendientes, a adaptarse mucho a otras personas. Esto lo lleva a desconectarse o a vivir con la sensación permanente de no poder expresarse, de no poder decir lo que siente o no poder decir ‘no’ a muchas solicitudes que se les plantean. Por lo tanto, de alguna manera se sienten ‘capturados’ por otros, por relaciones en donde son más bien sumisos o donde se adaptan a las necesidades o requerimientos de otros individuos”.
No es necesario que dicha sumisión se presente en todos los contextos, precisa el académico de la Universidad del Desarrollo.
“Por ejemplo, puede ocurrir en un entorno laboral en el que siente que tiene que adaptarse mucho a un jefe o a una jefa muy autoritaria. Entonces, esa persona por una necesidad laboral se empieza a adaptar y se comienza a crear una sensación de fatiga y agobio, pero también, una sensación de falta de conexión consigo misma”.
En un caso de esas características, podría ocurrir que el paciente con cleptomanía encuentre en el robo una motivación para “hacer algo que si nos fijamos bien es escondido, en contra de las reglas por así decirlo, pero que le da esa sensación de ser él o ella”.
“Se da la relación de que cuando miras a las personas que enfrentan estos síntomas, usualmente estos no son continuos en el tiempo, sino que son variables en el tiempo. ¿Cuándo varían? Cuando el paciente efectivamente excede esta tendencia de complacencia o adaptación”, enfatiza Silva.
En otras palabras, “en los momentos de su vida en donde está más obligado o siente la necesidad de adaptarse a otros, los síntomas de la cleptomanía aumentan”.
Por otro lado, los signos suelen disminuir cuando están en un periodo de mayor autonomía.
Si nos basamos en el ejemplo hipotético detallado anteriormente, en el que existe un vínculo entre estos actos y la relación que se tiene con el jefe, los síntomas podrían atenuarse cuando la persona está de vacaciones.
“Es una conducta que le permite obtener una sensación de independencia, de ser él o ella en contextos en donde se siente capturada por otras personas. Ese es el fondo del problema”, reitera el director del IBEM.
Pese a que los tratamientos pueden variar dependiendo de cada caso, generalmente los especialistas tienden a tratar la cleptomanía tanto con terapia psicológica como con ayuda psiquiátrica, a través de medicamentos.
En este sentido, Urra es enfático al decir que para enfrentar este padecimiento se requiere de ayuda profesional.
“Muchas veces el cuadro de cleptomanía se acompaña de otro, es lo que nosotros llamamos patología dual o comorbilidad”, subraya el psicólogo, para luego profundizar en que estos síntomas podrían darse junto a otros como los de la depresión, por nombrar solo un ejemplo.
Es precisamente por ello que es clave una evaluación profesional integral, recalca el académico de la Universidad de los Andes.
Sin embargo, en el caso de que tengas un familiar o ser querido con signos de este trastorno, hay algunas herramientas que pueden ser de utilidad a la hora de dialogar sobre este tema.
“Tiene que ser una conversación que apunte a la comprensión, porque si tú la llevas al control o a la crítica, básicamente vas a lograr que la persona se sienta atacada, ofendida, nuevamente controlada por otros. Así potenciamos el mismo problema que causa el síntoma (...) Tiene que ir en la línea de explorar lo que le sucede, más que castigarlo o rápidamente imponerle normas que debe seguir de ahora en adelante. Si tú vas por este último camino, el problema incluso se puede acentuar”, explica Silva.
Asimismo, el director del IBEM comenta: “Como es un robo, se podría pensar que lo correcto es decir ‘no tienes que robar más’. Pero en este caso el robar no es el centro, sino que tiene que ver con una necesidad emocional. Si exploras esas emociones, tienes muchas más chances de ayudarlo a buscar un camino de recuperación y reparación”.
Fernando Urra concuerda con que es importante ser cuidadoso y evitar el enjuiciamiento. Más bien, el objetivo de la conversación debe ser que la otra persona “pueda verbalizar lo que le está pasando”.
Es decir, que pueda sentirse en confianza y seguridad para manifestar, por ejemplo: “‘Mira, en realidad tengo un problema, me pasa hace mucho tiempo, no sé cómo resolverlo”.
Si volvemos al caso hipotético del adolescente que robó un lápiz dorado del escritorio de su abuela, una forma de abordar el diálogo podría ser la siguiente, según el psicólogo de la Universidad de los Andes.
“Encontré este lápiz dorado que se le perdió a tu abuela hace seis meses. Tú sabes cuánto ella lo quería, porque se lo dejó tu abuelo. Quiero saber qué hacía guardado en el fondo del clóset. Explícame, por favor, porque no sé cómo llegó ahí”.
Junto con ello, Urra plantea “una sugerencia que es bien universal, pero que sirve para una gran cantidad de conductas: mantener un sistema familiar con reglas claras de funcionamiento”.
“No tienen por qué ser estrictas. No se trata de que sea un ambiente en donde no se puede hacer nada, sino de que sea un espacio acogedor, cercano, divertido, pero con normas conocidas por todos y respeto. Esto ayuda a que los jóvenes tengan claridad de que si han cometido una conducta de este tipo, esta debe ser corregida. Aquello lleva a que muchas veces sean ellos mismos quienes digan: ‘Tengo un problema. Me pasó esto. Necesito ayuda’”.
En contraposición, cuando los lineamientos son confusos, se vuelve más complejo detectar situaciones de manera oportuna.
Además, hay otro aspecto de suma relevancia que se debe considerar.
“Si lo pensamos en profundidad, aquí el objetivo final no es que la persona deje de robar, es que aprenda a conectarse con sus propias necesidades. Eso no es tan fácil, pero cuando empieza a hacerlo de manera más frecuente y fluida, ya no tienes que decirle que deje de robar, porque deja de hacerlo naturalmente”.
Cabe destacar que siempre es recomendable consultar con un especialista para evaluar cada caso particular y las mejores formas de tratarlo.