Llevar una buena higiene del sueño es un aspecto clave para mantener una salud favorable y reducir el riesgo de padecer ciertas enfermedades.
En este sentido, los científicos han encontrado vínculos entre el dormir y las probabilidades de desarrollar demencia.
Dicho término hace referencia a los padecimientos que afectan a la memoria, el pensamiento y la capacidad de realizar actividades cotidianas, detalla un artículo de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La forma más común de demencia es la enfermedad de Alzheimer, la cual puede representar entre un 60% y un 70% de los casos, según cifras del citado organismo.
Según los especialistas, en adultos mayores el riesgo de padecer dicho diagnóstico se ha asociado tanto con dormir poco como con hacerlo más de lo necesario.
Aquello podría deberse a factores como que la insuficiencia de horas de sueño genere cambios en el cerebro o, por otro lado, a que algún problema subyacente en la salud cerebral desate alteraciones en el ciclo de descanso.
Sin embargo, aseguran que hay más aristas a considerar.
Cómo dormir menos o más de lo necesario podría aumentar el riesgo de padecer demencia
Generalmente, se considera que dormir poco es hacerlo seis horas o menos por noche.
La importancia de dormir radica en que, al hacerlo, se limpian los residuos celulares que se acumulan durante el día, además de eliminar la basura molecular, explicaron expertos al New York Times.
Dentro de esos desechos se encuentra una proteína llamada amiloide, la cual se presume que tiene un rol crucial en el Alzheimer.
A pesar de que esta se produce en el cerebro durante el día, se pueden presentar complicaciones cuando esta se acumula en placas, las cuales son descritas como unos grumos pegajosos.
Aunque no se sabe con claridad si basta con dormir poco para que haya una acumulación, sí se han realizado hallazgos relacionados a este tópico.
Una investigación publicada en Jama Neurology en 2021 analizó a una muestra de más de 4.400 adultos mayores (de 65 a 85 años) con cognición normal y concluyó que una mayor carga de la proteína amiloide se asoció con una duración corta del sueño.
De la misma manera, los autores vieron que “la duración del sueño de 6 horas o menos, o de 9 horas o más, se asoció con distintos déficits en el rendimiento cognitivo, así como con mayores síntomas depresivos, índice de masa corporal y siestas diurnas”.
La neuróloga y académica de la Universidad de Texas en San Antonio (Estados Unidos), Sudha Seshadri, dijo al Times que la falta de sueño por sí sola probablemente no es suficiente para causar demencia.
Sin embargo, precisó que “sin duda parece ser un factor de riesgo para aumentar el riesgo de demencia y quizás también la velocidad de deterioro”.
También hay trastornos del sueño que se han asociado con un mayor riesgo de demencia, tales como la apnea del sueño.
Aquello puede deberse, según los expertos, a que este padecimiento interrumpe el descanso de los pacientes.
A esto se le suma que tiende a darse en personas con sobrepeso o diabetes, diagnósticos que también se han relacionado con la demencia.
Por otro lado, dormir más de lo necesario también puede estar vinculado con un mayor riesgo de demencia, según afirma una investigación de la revista Neurology.
No obstante, aquello parece ocurrir de manera más indirecta.
Por ejemplo, si una persona tiende a quedarse más de nueve horas por noche en su cama o duerme numerosas siestas durante el día, aquello podría ser una señal de que está durmiendo mal.
Esto último, al igual que en los casos descritos más arriba, puede incrementar el riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer.
Aún así, también está la posibilidad de que la necesidad de dormir más de lo requerido esté asociada a otro padecimiento, ya sea mental o físico.
En el primer grupo se encuentran algunos como la depresión y, en el segundo, otros como la diabetes o los problemas cardiovasculares.
El asunto está en que estos padecimientos también están asociados con un mayor riesgo de padecer demencia, detalla un artículo disponible en la National Library of Medicine de Estados Unidos.
Según explicó al citado medio el académico de neurología del Centro de Medicina del Sueño de la Clínica Mayo, Diego Carvalho, “en este momento no se sabe con claridad cómo influye el sueño prolongado”.
“Puede ser más un síntoma de un problema subyacente que la causa del problema”, enfatizó.
Quienes desarrollan la enfermedad de Alzheimer pueden enfrentar problemas para dormir antes de que se presenten síntomas como la pérdida de memoria, debido a que una las primeras áreas que se ve afectada por este padecimiento es precisamente la que ayuda a regular el sueño.
El becario postdoctoral de neurología y ciencias neurológicas de la Universidad de Stanford, Joe Winer, precisó al periódico estadounidense que además de la proteína amiloide, hay otra principal que se presume que causa dicho diagnóstico: la tau, que también se acumula en el cerebro y puede dañar las células cerebrales.
Según el experto, uno de los primeros lugares en donde se aglomera corresponde a “zonas del tronco encefálico importantes para regular el sueño y la vigilia”.
“Creemos que la aparición de tau en estas zonas muy pronto va a alterar los ciclos de sueño y vigilia de las personas”, subrayó Winer.
Aún así, el Alzheimer no es el único tipo de demencia que se ha relacionado con problemas de sueño en periodos tempranos.
Bajo esta línea, precisaron que es normal que los adultos mayores duerman un poco más o menos que lo de costumbre tras, por ejemplo, estar jubilados.
Pero si esos cambios se presentan de forma drástica, sugirieron acudir a un profesional de la salud para evaluar el caso y las mejores formas de abordarlo.