El reloj marcaba las 00:00 del 1 enero de 1994 y los integrantes de la familia Mestre saltaban para darse cariñosos abrazos en su residencia de Barranquilla, Colombia, en lo que sería una noche de Año Nuevo que jamás olvidarían.
No por las coloridas explosiones de los fuegos artificiales en el cielo nocturno, sino que más bien, porque la menor del círculo, Nancy, con apenas 18 años, pasaría por una violenta tragedia que acabaría con su vida.
Tras compartir juntos hasta pasada la medianoche, la joven se despidió de sus padres y su hermano, para así continuar la celebración con su novio, Jaime Saade, quien fue a buscarla.
“Regresa antes de las 3:00″, le dijo Martín Mestre a su hija, para luego mirar a su pareja y pedirle que la cuidara durante su salida.
En aquel momento, no presentaron mayores sospechas. Después de todo, es común que en esa etapa los jóvenes quieran salir a una discoteca o una fiesta local, sobre todo en tiempos de festividad.
Pero un extraño presentimiento invadió al padre cerca de las 6:00.
Abrió sus ojos, se levantó de su cama y fue al cuarto de Nancy para ver si había llegado. No estaba ahí. Y tampoco había rastro de ella en las otras habitaciones.
Preocupado, salió en búsqueda de su hija menor. Recorrió tantos locales como pudo, pero no la encontró en ninguno. A medida que visitaba nuevos lugares sin novedad sobre su paradero, la preocupación crecía y la intensidad de sus rezos aumentaba.
Fue ahí cuando decidió ir a la casa de Saade, la misma en la que vivía con sus padres. Y cuando llegó, se encontró con su mamá haciendo aseo en el piso, una actividad poco común para una madrugada de Año Nuevo.
“Estaba oscuro y no me di cuenta en ese momento de que estaba pisando la sangre de mi propia hija”, relató Martín Mestre a la BBC.
La mujer, preocupada con su visita, le dijo que Nancy había tenido un accidente y que estaba siendo atendida en la Clínica del Caribe (Barranquilla), por lo que rápidamente se dirigió hasta allí.
Cuando llegó, se encontró con el papá de Jaime Saade, quien le manifestó que la joven había intentado suicidarse.
“Los médicos me dijeron que se iba a ir. Yo, la mamá de Nancy y nuestro otro hijo, Martín, nos reuníamos en la habitación del hospital y rezábamos y cantábamos canciones que a ella le encantaba escuchar de niña”, recordó Mestre en conversación con el citado medio.
Así estuvieron ocho días, hasta que finalmente, los doctores les avisaron que no pudieron estabilizarla.
Nancy había muerto y el origen de la tragedia aún no estaba claro. De un instante a otro, sus sueños de estudiar derecho internacional y ser diplomática en Estados Unidos se habían desvanecido.
El caso del padre que persiguió por 26 años al asesino de su hija
Los agentes empezaron a investigar el trágico episodio. Si Nancy había salido con su novio, Jaime Saade, ¿por qué él no estaba en la Clínica del Caribe ni tampoco en su casa? Aquello despertó las primeras sospechas, más aún cuando no se le volvió a ver en la ciudad.
Desde un principio, los peritos descartaron que Nancy pudiese haberse suicidado. De hecho, había sufrido de un disparo en el lado derecho de su cabeza, pero solo tenía rastros de pólvora en su mano izquierda.
Ella era diestra, por lo que atentar contra sí misma bajo esas circunstancias habría significado un movimiento complejo. Asimismo, un exámen reveló que había sido abusada y que debajo de sus uñas figuraban restos de piel.
La escena del crimen resultó evidente para los investigadores: Nancy trató de defenderse. Y todo indicaba que Saade era el culpable y que su propia familia intentó desviar el rumbo del caso mientras él se escapaba del país, para así no afrontar las consecuencias.
Pese a que posteriormente —en 1996— se le condenó a 27 años de cárcel por asesinato y violación, las autoridades aun no conocían su paradero, por lo que no podían trasladarlo hacia un penal.
Pero eso no detuvo a Martín Mestre, quien siguió dedicando la mayor parte de su tiempo a perseguir al culpable de la muerte de su hija, en colaboración con la policía de Colombia y la Interpol.
Con este objetivo, tomó cursos de inteligencia y recordó lo que había aprendido durante su periodo como oficial naval, mientras que constantemente se acercaba a los agentes para compartir sus avances y preguntarles si tenían novedades.
Esa fue su rutina por varios años, hasta que aplicó una estrategia que le dio las primeras luces de dónde estaba escondido Saade.
“Hice cuatro personajes ficticios, dos hombres y dos mujeres, y comencé a establecer contacto en las redes sociales con los familiares de Jaime para ganarme la confianza y obtener información”, explicó a la BBC, “cada vez que cambiaba el responsable de la investigación, yo iba allí con todos los documentos para ponerlo al día con todo”.
De esa manera, concluyó que podía estar en Belo Horizonte, Brasil, por lo que alertó a los detectives para que evaluaran dicha posibilidad.
Luego de escucharlo, los agentes de la Interpol y la policía local encontraron a un sospechoso que cumplía con las características físicas de Saade, por lo que le hicieron un seguimiento y analizaron las huellas que dejó en la taza de una cafetería, las cuales eran particularmente similares.
Se acercaron a él y le pidieron sus documentos.
Cuando los recibieron, vieron que ahí se leía el nombre Henrique dos Santos Abdala. Rápidamente, notaron que eran falsos y procedieron a detenerlo por el delito de falsificación de identidad.
Definitivamente, ese hombre era Jaime Saade —ahora casado y con dos hijos— , por lo que las autoridades de Colombia solicitaron su extradición desde Brasil, para que así pudiese cumplir con la condena por el crimen contra Nancy Mestre.
Parecía que al fin se haría justicia por el atentado en contra de la joven, pero la respuesta del Supremo Tribunal Federal (STF) brasileño no fue la que creían.
El intenso debate por la extradición y su posible veredicto final
Mientras la familia Mestre esperaba la notificación, Martín fue alertado el 28 de septiembre de 2020 que se optó por no extraditar a Saade, debido a que había prescrito el plazo de 20 años que establecía la ley brasileña y ya habían pasado 26 desde ese 1 de enero de 1994.
Aquel veredicto fue informado después de que las discusiones dividieran a los ministros en un empate.
Por un lado, se argumentó que Saade era extraditable al contar —adicionalmente— con los cargos asociados a la falsificación de documentos, mientras que por el otro, se justificó que el escenario no era válido, debido a que aún no se había emitido una sentencia firme por este último caso.
Si bien, uno de los encargados podía lograr el desempate, no estuvo presente ese día a causa de una licencia médica.
Ante esta situación, el STF aplicó una regla en la que se opta por la decisión en favor del acusado, según informaciones reunidas por la BBC.
“¿Cómo pueden permitir que una decisión tan importante como esta, donde se discute la justicia o la impunidad, se resuelva por sorteo, como si fuera un partido de fútbol?”, declaró Mestre al citado medio.
Devastado con dicha noticia, buscó una oficina internacional para que lo ayudara a evaluar el caso y así se pudiera extraditar a Saade, por lo que el abogado Bruno Barreto presentó una impugnación basada en dos aspectos clave.
El representante legal sugirió que “la decisión del STF violó el artículo del Código Penal que trata de la interrupción de la prescripción en caso de un nuevo delito (la falsificación de documentos)”. Asimismo, dijo que “la regla del empate (...) no se aplica a las acciones que tocan tangencialmente temas penales, como es el caso en la extradición”.
“El STF debió haber citado a un magistrado de otra clase para que participara en el juicio y desempatara, o debió esperar el regreso (del ministro ausente)”, añadió.
Frente a tales argumentos, esta semana se aprobó reevaluar la extradición de Saade, por lo que el próximo 29 de marzo se hará una diligencia para definir si seguirá en Brasil o si será llevado hasta Colombia.
Hasta ese día, la familia Mestre espera que al fin se valide la extradición del asesino de Nancy, a quien Martín persiguió por más de 26 años para exigir el cumplimiento efectivo de su condena.