Cuando se piensa en el cine en blanco y negro, el rostro de Charles Chaplin aparece de manera casi inevitable. A través de películas de culto como Luces de la ciudad (1931), Tiempos modernos (1936) y El gran dictador (1940), construyó una sólida carrera en la que se hizo reconocible por su característico bigote, su bastón y su clásico sombrero, mientras que protagonizó más de 80 producciones tragicómicas que siguen siendo analizadas en la actualidad.
Pero la vida del multidisciplinario actor británico no estuvo exenta de controversias. De hecho, la última de dichas cintas le significó una serie de críticas de los sectores más conservadores, debido a que se burlaba abiertamente del dictador nazi Adolf Hitler y a que entregaba su propia visión de cómo debiese funcionar la política.
También fue expulsado de Estados Unidos en 1952, porque tenía amigos simpatizantes con el comunismo durante la Guerra Fría. Y cuando le informaron que podría reconsiderarse la decisión si respondía a los cargos “de naturaleza política y bajeza moral”, él prefirió irse con su familia a Suiza.
Fue ahí en donde murió a sus 88 años el 25 de diciembre de 1977 por su “vejez”, según decretaron los médicos en aquella instancia. Y si bien Chaplin ya estaba muerto, no bastó mucho tiempo para que volviera a protagonizar una polémica, aunque esta vez, a causa de personas totalmente desconocidas.
En busca del ataúd de Charles Chaplin
En marzo de 1978, a menos de tres meses de su fallecimiento, dos hombres entraron en el cementerio en el que estaba el cuerpo de Chaplin y desenterraron su ataúd, para luego esconderlo y exigir un rescate a la viuda del actor, Oona O’Neil.
Según informaciones reunidas por la BBC, los captores exigieron una suma equivalente a $2.35 millones de dólares actuales, es decir, casi 2.190.000.000 pesos chilenos, una cifra que ella rechazó rotundamente, bajo el argumento de que “a Charlie le habría parecido ridículo”.
Aquello desató la ira de los delincuentes, quienes incluso la llamaron para amenazarla con hacerle daño a sus hijos, en caso de que no pagara el rescate.
Frente a esta situación, los policías suizos intervinieron el teléfono de O’Neill y revisaron más de 200 cabinas de llamadas, para así rastrear y detener a los agresores en solo cinco semanas. Asimismo, encontraron el ataúd en un campo de maíz ubicado en las cercanías del lago de Ginebra.
El perfil de los agresores
Ya el 11 de diciembre de 1978, los dos hombres fueron sometidos a un juicio, en el que se reveló que se trataba del mecánico polaco Roman Wardas de 24 años y su amigo búlgaro de 38, Gantscho Ganev, quien tenía la fuerza necesaria para enterrar y desenterrar.
El primero de ellos explicó a las autoridades que cometió las amenazas para “resolver” problemas económicos, por lo que lo sentenciaron a un periodo de cuatro años y medio de trabajos forzados, mientras que el segundo dijo que no le complicó mover el ataúd, ya que “la muerte no es tan importante de donde provengo”. Aquello, le costó una sentencia suspendida de 18 meses por su rol de coautor.
Por su parte, la familia de Chaplin compartió un comunicado después de que se encontrara a los delincuentes, en el que afirmaron estar “muy felices y aliviados de que esta terrible experiencia haya terminado”.
Y tras el veredicto de los jueces, volvieron a enterrar el cuerpo de Chaplin en el cementerio en el que estaba, con un sistema de seguridad reforzado para frustrar que ocurra nuevamente una situación similar.