Uno de los crímenes más violentos en la historia policial de Estados Unidos tuvo a un adolescente como autor, mientras que las víctimas fueron los padres del mismo joven.
Tyler Hadley había dado múltiples señales de que los asesinatos estaban entre sus planes. Incluso, más de una vez sugirió expresamente a sus cercanos que lo haría. Pero nadie le creyó. Aun cuando ya los había concretado y lo comentó, no creían que fuese cierto. Recién confiaron en que sus amenazas eran verdaderas cuando la policía lo detuvo, justo después de que hiciera una descontrolada fiesta en la casa familiar.
Ahí, en un cuarto cerrado con llave, yacían los cadáveres ensangrentados de sus progenitores con toallas alrededor de sus cabezas. Un amigo de la infancia fue el único que vio la escena antes de que llegaran los peritos forenses.
La relación con su familia
El matrimonio entre Blake Hadley (54) y Mary Jo (47) se veía estable. Él se desempeñaba como ingeniero nuclear en la planta de St. Lucie (Florida) —la misma localidad en la que vivían tras haberse mudado desde Fort Lauderdale— , mientras que ella ejercía como profesora de educación básica en un colegio.
Su residencia reflejaba una cómoda situación económica: los espacios eran más grandes que los de la mayoría de los hogares y el entorno estaba repleto de vegetación, desde palmeras y pinos hasta plantas con arándanos.
A ello se le suma que el barrio destacaba por su tranquilidad, por lo que era ideal para las familias que buscaban alejarse de los ruidos y el ajetreo constante de las grandes ciudades.
Parecía el lugar perfecto para criar niños, por lo que tuvieron dos hijos: Ryan y Tyler. Lo que no esperaban, era que alguno de ellos fuese un desafío mayor.
Según informaciones rescatadas por Infobae, el menor de los hermanos comenzó a mostrar sus primeros signos de mala conducta cuando tenía 10 años, aunque estos se intensificaron cuando entró a la enseñanza media.
Durante esa época, se escapaba frecuentemente del colegio y se negaba a cumplir con sus tareas. También recurría al consumo de drogas y alcohol, mientras que con el tiempo empezó a comercializar sustancias ilícitas con otros jóvenes y a cometer robos.
Incluso, llegó a ser detenido por la policía tras protagonizar actos de vandalismo y haber participado en hurtos.
Los padres veían como el menor de sus hijos adoptaba costumbres cada vez peores, por lo que trataban de ayudarlo a enmendar su rumbo. Lo llevaron a las consultas de doctores, clínicas de salud mental y espacios de rehabilitación, pero nada hacía efecto.
De hecho, hubo un periodo en el que aseguraba que una mujer hablaba dentro de su cabeza, entre otros comentarios que llamaban la atención.
Era una preocupación sostenida para toda la familia y eran conscientes de que si no lo detenían cuanto antes, después —cuando cumpliese la mayoría de edad— sería mucho más difícil.
Aquello calzó con que Ryan, a sus 23 años, se mudó justo en enero de 2011 a Carolina del Norte, con el objetivo de estudiar allá.
Los padres quedaron solos con el menor y los problemas continuaban, hasta el punto en que en abril de ese año permaneció detenido por una semana, tras participar en una pelea que dejó heridos.
Así que, todavía con esperanzas de enderezarlo, consideraron la opción de internarlo en rehabilitación, bajo el argumento de que podía generar un riesgo para su salud o la del resto.
Poco tiempo después, volvió una noche totalmente ebrio a casa, por lo que prefirieron no esperar demasiado y lo llevaron a la clínica psiquiátrica New Horizons. Los especialistas dijeron que Tyler presentaba indicios de que podía atentar contra sí mismo.
Pero dos semanas más tarde, Blake y Mary Jo vieron que sus esfuerzos por ayudarlo aparantemente estaban haciendo efecto y que su actitud frente a ellos mejoraba.
Una colega de su mamá le preguntó si no tenía miedo de que pudiese reaccionar de forma inesperada, a lo que ella le recalcó que no.
Por ese periodo, el 2 de julio de ese año, Tyler le dijo a una amiga —a través de Facebook— que tenía intenciones de matar a Mary Jo porque le había quitado el celular. A otro le dijo que tenía un plan para los asesinatos y que después de cometerlos haría una gran fiesta.
Ninguno de ellos le creyó y detrás de lo que sus padres veían como un enderezamiento positivo, tenía intenciones de acabar con sus vidas. Su arma: un martillo de carpintería.
Cómo fueron los crímenes
El sábado 16 de julio de 2011, cerca de las 11:30, Tyler le comentó a uno de sus amigos por mensaje de texto que sus padres se estaban yendo de la casa y que haría una fiesta. Más tarde, a las 13:15 aproximadamente, compartió en su perfil de Facebook una invitación al evento.
Mientras sus amigos y conocidos se preguntaban cómo lo dejaban hacer una celebración con conocimiento de sus conductas, él prosiguió con su plan: escondió los celulares de Blake y Mary Jo, y encerró a sus dos perros en un armario.
Luego, consumió tres pastillas de éxtasis, puso música a volumen alto para evitar que los vecinos escucharan gritos y fue al garaje de la casa en busca del martillo.
Con la herramienta en mano, fue al cuarto en donde estaba su madre, quien escribía en el computador que estaba en el escritorio. Según informaciones rescatadas por el citado medio, dejó pasar unos minutos y se abalanzó sobre ella para golpearla en la cabeza.
Tras escuchar los gritos de su esposa, Blake corrió a la habitación y se encontró con su hijo y el cuerpo ensangrentado de Mary Jo. Apenas lo vio, Tyler se tiró contra él, por lo que su padre trató de escapar, aunque sin éxito. Y pese a que logró resistirse por unos instantes, sus esfuerzos no fueron suficientes. Fue asesinado al igual que ella.
Ya con los dos cadáveres, el joven de 17 años fue a buscar unas toallas para envolver sus cabezas y evitar que se desparramara más sangre. Así, los arrastró hacia una habitación y los puso con el rostro en dirección al suelo, uno al lado del otro.
Después, se dedicó por tres horas a limpiar la sangre que había quedado en los pisos, las paredes y algunos artículos del hogar.
Cuando terminó, volvió donde los cuerpos y les empezó a arrojar múltiples objetos, tales como fotos familiares, platos, sábanas, cojines, libros y sillas, entre muchos otros.
Cada vez quedaba menos para su anunciada fiesta, así que se dio una ducha, sacó las tarjetas bancarias de sus papás y fue a un cajero automático para retirar una suma de $5.000 dólares (más de 4 millones de pesos chilenos bajo el cambio actual), con el objetivo de comprar alimentos y bebidas para los invitados.
Una vez listo, pasadas las 20:00, insistió en la red social que el evento era esa noche y pidió a quienes quisieran ir que le confirmaran por interno.
A las 21:00 llegaron las primeras visitas. Él las recibió vestido de negro.
Una gran fiesta, confesiones ignoradas y la escena que marcó a su amigo
Las manillas del reloj avanzaban y más invitados llegaban a la casa familiar de los Hadley. Era su momento de popularidad, tanto, que incluso uno de los estudiantes más conocidos de su colegio llegó al evento cerca de las 23:30, con una decena de amigos acompañándolo
A esas alturas, los presentes veían motivado a Tyler, pero todavía quedaba noche por delante.
Desde botellas de cerveza hasta colillas de cigarrillos y comida desparramada por el piso. La fiesta era un total descontrol y los espacios eran ocupados al antojo de los jóvenes. Aún así, a él no le importaba. Solo le preocupaba el ruido, ya que temía que los vecinos llamaran a la policía.
Sus amigos más cercanos le preguntaron dónde estaban sus padres y cómo era posible que lo dejaran tener una fiesta de ese calibre. Tyler, en un inicio, les dio distintas respuestas: desde que se habían ido de viaje a otros estados hasta que ya no vivían más con él.
Como sea, ellos no le dieron mayor importancia, así que continuaron con la celebración.
Mientras se turnaban para jugar beer pong (lanzar pelotas de ping-pong para que caigan en vasos de cerveza) a uno de los invitados le extrañó que el teclado del computador en el que ponían música estaba manchado con una sustancia de color marrón.
Pensó que era cerveza o alguna bebida que se había desparramado, pero no, era la sangre de Mary Jo. Por supuesto, él no lo sabía y tampoco lo sospechaba.
En algún momento de la velada, alguien sugirió a modo de broma que la fiesta era posible porque Tyler asesinó a sus padres. Los presentes reaccionaron con risas.
Más adentrada la noche, las reservas de alcohol disminuían, por lo que el menor de los Hadley le pidió a un amigo con edad legal para comprar alcohol (21 años) y a su novia que lo acompañaran a buscar más a una estación de servicio.
Cuando llegaron, le pasó varios billetes de 20 dólares para que se bajara a cumplir la misión, mientras su pareja y él esperaban en el auto.
Fue en ese momento cuando le confesó a la chica que su papá estaba muerto. Pero como ella no conocía a Blake ni a Mary Jo, pensó que se trataba de un evento lejano, no de un asesinato ocurrido esa tarde en la casa en la que ahora se encontraba festejando.
Por las 2:00, un invitado recién llegado le preguntó a Tyler si en su hogar no había reglas, a lo que él respondió que no. Más tarde, ese joven se puso a jugar beer pong y cuando fue a buscar una pelota que se había caído bajo la mesa, vio que se había manchado con la sustancia de color marrón que vio el sujeto anterior en el teclado del computador. Tampoco le dio importancia, así que la lavó y siguió jugando.
A medida que transcurría la fiesta, Tyler le dijo al amigo que había comprado alcohol que cometió un asesinato, pero él lo ignoró. También le expresó a otro que quería suicidarse y que podría ir a la cárcel, pero no hubo mayores comentarios. Y además, le manifestó a una asistente que desaparecería por décadas, pero ella no se esmeró en responderle.
Todos disfrutaban del evento en su casa, pero nadie lo escuchaba. O al menos, no lo tomaban en serio. Cansado de aquello, se acercó a un amigo que conocía desde la infancia y le pidió que salieran a caminar, para así hacerle una confesión en privado. Él accedió.
Llegaron hasta la esquina de ese tranquilo barrio de St. Lucie. Ahí, le dijo que mató a sus padres. No le creyó, así que insistió, pero aún no lo veía convencido.
Para que le creyera de una vez por todas, le propuso mostrarle señales de que era cierto, por lo que fueron al garaje y le mostró los dos autos estacionados de Blake y Mary Jo. Si se habían ido de viaje, ¿por qué los vehículos seguían ahí?
Su amigo todavía no se convencía.
Entraron al garaje, prendió la luz y le mostró el rastro de una pisada con sangre. Y para demostrarle aún más su crimen, lo llevó a la pieza de los papás, la cual había dejado con llave. Ahí estaban los cadáveres de Blake y Mary Jo, con las toallas ensangrentadas cubriéndoles el rostro y múltiples objetos rotos encima de ellos y a su alrededor.
Cuando vio la pierna del adulto fallecido, no le quedaron más dudas. Tyler efectivamente los había asesinado.
La detención de Tyler Hadley y qué es de él en la actualidad
A pesar del crudo escenario, se quedó poco menos de una hora más en la fiesta. Estaba en un estado de shock. Su amigo de toda la infancia era un criminal. No sabía que hacer.
Antes de que se fuera de la residencia de los Hadley, hasta se sacaron una selfie juntos. Posteriormente, después de que se destapara el caso, habló sobre ese momento en una entrevista con ABC News.
“Arruinó mi vida. Arruinó la vida de Tyler. Acabó con la vida de sus padres”, dijo con lástima en 2014, para luego añadir que esa situación desató que muchos se refirieran a él como “el mejor amigo de un asesino”.
Su cuerpo y su mente no le permitieron reaccionar en ese preciso minuto, pero apenas se fue, cerca de las 4:24, hizo una llamada anónima a una organización dedicada a prevenir delitos, Crime Stoppers, y les contó lo sucedido.
A las 4:40 aprox, Tyler hizo otra publicación en Facebook y dijo que haría otra fiesta, pero solo bastaron unos minutos para que la policía llegara, lo detuviera y cercara la residencia con cinta amarilla, para que así los peritos hicieran su trabajo.
La casa de los Hadley había pasado oficialmente de ser un hogar acogedor a convertirse en el escenario de un violento crimen que St. Lucie no olvida hasta la actualidad.
El autor de los atentados fue imputado por los dos asesinatos y llevado a un centro juvenil de Fort Pierce, mientras que los funerales de Blake y Mary Jo se hicieron esa misma semana.
Pese a que durante el juicio trató de convencer al jurado de que tenía problemas mentales y escuchaba voces en su cabeza, no le creyeron y se afirmó que sus acciones fueron premeditadas.
El tribunal no le adjudicó la pena de muerte —legal en el estado de Florida— porque era menor de edad, así que fue sentenciado a dos cadenas perpetuas en 2014 y en abril de 2015 la casa fue demolida y el terreno donado a la ciudad por un conocido banco estadounidense, el cual era dueño de la hipoteca.
Dos años después de la decisión de la justicia, en 2016, Tyler apeló y obtuvo una oportunidad, pero esta dio un giro en 2018, por lo que finalmente le permitieron cumplir las dos sentencias en forma simultánea.
Hoy tiene cerca de 30 años, está en la cárcel y si todo sale como espera, en 12 podrá solicitar una revisión para obtener su libertad y salir de prisión.