A principios de julio de 2024, la influencer brasileña Kat Torres fue condenada a ocho años de prisión por trata de personas y esclavitud, tras ser declarada culpable por el caso de una joven desaparecida.
La investigación en su contra se dio a raíz de que, en septiembre de 2022, se había perdido el rastro tanto de dicha víctima como de otra joven.
Aquello desató una intensa búsqueda por parte de los agentes policiales y el FBI en Estados Unidos.
Lo que ambas tenían en común, además de ser brasileñas, era que habían vivido con ella.
Sus nombres son Desirrê Freitas y Letícia Maia. El caso de la primera fue el que le significó su sentencia tras las rejas.
No obstante, también hay otras investigaciones en curso sobre las denuncias de otras mujeres.
Para llevarla ante la justicia, la participación de Ana —su exasistente y seguidora— fue clave en el desarrollo de los peritajes.
Torres se había posicionado como un fenómeno en las redes sociales —acumulaba más de un millón de seguidores en Instagram— y salía con celebridades y estrellas de Hollywood.
También publicó una autobiografía titulada A voz (Matrix - Urbana, 2017), en la que asegura que tiene poderes espirituales y puede hacer predicciones.
Además, contaba con un sitio web de bienestar personal en el que ofrecía un servicio de suscripción.
“Amor, dinero y la autoestima que siempre has soñado”, era la promesa que le hacía a sus potenciales clientes.
Cobraba $150 dólares adicionales a quienes quisieran una videollamada, para que así entregara sus consejos y pudiese “solucionar” problemas de distintos tipos.
“Me evocaba una suerte de esperanza (...) Parecía que había superado la violencia que sufrió en su niñez, el abuso, todo ese tipo de experiencias traumáticas (...) Fue portada de revistas. Fue vista con gente tan famosa como Leonardo DiCaprio. Todo lo que vi parecía creíble”, contó Ana a la BBC.
Tras sentirse atraída por su relato en un momento de su vida que describió como vulnerable, se convirtió en una de sus seguidoras.
Un patrón habitual entre estas era que, poco a poco, se sentían más distantes de sus cercanos y más dispuestas a obedecer lo que pidiera Torres.
En el caso de Ana, en 2019 dejó sus estudios presenciales en una universidad de Boston para mudarse a Nueva York con la influencer. Siguió con clases por vía remota.
La exmodelo le había pedido que trabajara como su asistente, bajo la promesa de que ganaría cerca de $2.000 dólares al mes por cuidar a sus mascotas y hacer las labores domésticas.
Sin embargo, ya con ella, se percató de que la residencia no era como Torres la retrataba en sus redes.
Según Ana, “estaba realmente muy desordenada, sucia y no olía bien”.
Las tareas también eran mucho más demandantes que lo prometido. Torres le exigía estar disponible en todo momento para cumplir sus órdenes y apenas podía dormir unas horas por jornada, en espacios en deplorables condiciones.
Junto con ello, acusa que nunca le pagó y la trataba “como una esclava”.
“Ella encontraba satisfacción en eso”, subrayó al citado medio después de que se destapara el caso.
Ana se sentía “atrapada” y “sin salida” viviendo con Torres. No tenía dinero, no sabía a dónde ir y cuando trataba de enfrentarla, la influencer reaccionaba agresivamente.
Después de tres meses con ella, pudo irse con una pareja y alejarse de la exmodelo.
Cómo cayó Kat Torres, la influencer condenada por trata de personas y esclavitud
Cuando Ana se enteró de la desaparición de las dos jóvenes brasileñas a través de las noticias y las campañas de redes sociales, presumió que la influencer podía estar involucrada.
Para ese entonces ya era 2022 y Torres se había mudado a Austin, Texas, con un hombre llamado Zach con el que se había casado.
La residencia contaba con cinco habitaciones. Tal como hizo con Ana, persuadió a otras de sus seguidoras para que se fueran a vivir con ella.
Desirrê Freitas, Letícia Maia y una tercera —también brasileña— llamada Sol lo hicieron.
La primera contó a la BBC que Torres le compró un pasaje de avión desde Alemania —país en el que vivía— hacia Austin. Le insistió que tenía que ir, ya que necesitaba su apoyo emocional.
A la influencer también se le ha acusado de persuadir a Maia para que hiciera un intercambio en Estados Unidos y luego lo abandonara para irse a vivir y trabajar con ella. Tenía 14 años cuando empezó sus sesiones de “coaching”.
Por su parte, Sol dijo que aceptó su propuesta después de quedar en situación de calle.
Freitas relató que Torres la presionó para que trabajara en un club de striptease y que la amenazaba con que le debía altas cantidades de dinero por viajes y su estancia.
Incluso, dijo que la amedrentaba con que le iba a lanzar una maldición.
Un representante del club confirmó al citado medio que la joven trabajaba los siete días de la semana en el establecimiento.
Entre las normas que imponía Torres, además de obedecerle en todo y darle todo el dinero, estaba la prohibición de hablar entre ellas y salir de las piezas sin su permiso.
Sol escapó del lugar con la ayuda de una expareja, después de escuchar que la influencer le decía por teléfono a una mujer que debía ejercer la prostitución como “castigo” por sus actos.
Más adelante, también persuadió a Freitas para que se desempeñara en el trabajo sexual, idea a la que ella se habían negado inicialmente.
Como la prostitución en Texas es ilegal, Torres le decía que avisaría a la policía si mostraba oposición.
Ana y otras exclientas de la influencer alertaron a las autoridades cuando sospecharon que ella podía estar detrás de las desapariciones.
Tras percatarse de que estaban siendo buscadas y que estaba en la mira de las investigaciones, Torres y las jóvenes se fueron desde Texas hacia Maine.
Ahí, la policía pudo coordinar una llamada con la exmodelo.
Previo a interactuar por esa vía, registraron declaraciones en las que amenazaba a las jóvenes si decían algo en su contra.
Posteriormente, en noviembre de 2022, las tres fueron a una oficina policial para una interrogación.
Las sospechas se intensificaron en esa instancia, aseguró el detective a cargo, David Davol, a la BBC.
Un mes después, las dos jóvenes regresaron a su país natal.
Por otro lado, Torres fue arrestada y llevada ante la justicia, para cerca de dos años más tarde ser declarada culpable por un juez brasileño en el caso de Desirrê Freitas.
Aún así, hay más peritajes en curso por las denuncias de otras mujeres.
En su defensa, Torres ha insistido en que es inocente, que se han declarado mentiras en su contra y que efectivamente tiene poderes espirituales.
“La gente está diciendo que soy una gurú falsa, pero al mismo tiempo, dicen ‘ella es peligrosa para la sociedad porque puede cambiar la mente de las personas con sus palabras’ (...) Ustedes eligen creer lo que quieren creer. Puedo decirles que yo soy Jesús. Y ustedes pueden ver a Jesús o ver al diablo. Eso es. Es su elección, es su mente”, declaró la reclusa en una entrevista.