Es una de las voces más influyentes en materia de cambio climático. Su libro La sexta extinción le valió a esta periodista norteamericana ese estatus, por su riguroso y original reporteo acerca de las graves consecuencias que la catástrofe climática tiene -y las que tendrá- sobre un porcentaje monumental de especies del planeta, que ella calcula que serán entre un 20 y un 50% hacia el final de este siglo. En trece episodios exquisitamente bien narrados, la reportera del New Yorker relata en su libro las historias de algunos de esos animales que tienen sentencia de muerte.
Es parte de la evolución, dirán algunos. Mal que mal, ya hubo varias extinciones antes, siendo el dinosaurio la especie icónica, al menos en términos populares. Sin embargo, esta sexta extinción masiva de especies, a diferencia de las otras, está siendo provocada por una sola especie: los humanos. Tal como ha escrito, las mismas características que nos hacen humanos -inagotables, creativos, hábiles para cooperar, para resolver problemas complejos- están acelerando a tal nivel el cambio en el planeta, que otras especies simplemente no podrán sobrevivir. Especies a las que forzamos a moverse y evolucionar, pero a las cuales, además, les hacemos muy difícil ese movimiento, pues hemos invadido sus hábitats de manera permanente: podrían escapar a lugares donde ahora hay una gran ciudad o un camino.
Bill Gates dijo que La sexta extinción era “el” libro en 2014, y fue definido como uno de los más importantes libros del año por muchos medios. El reconocimiento a Kolbert se coronó con el premio Pulitzer en 2015, en reconocimiento a su relevancia, urgencia y profundidad.
Desde entonces ha seguido reporteando y reflexionando sobre este tema, que los cubre todos. Y desde el confinamiento en su casa en Massachusetts, conversa vía Zoom con Tendencias de La Tercera sobre cómo es posible esbozar la influencia del Covid- 19 en esta gran megatendencia ambiental.
-Por el Covid, el mundo se ha parado: animales han vuelto a las ciudades, el aire se limpió, las emisiones de carbono y el consumo bajaron. ¿Será un cambio sólo transitorio? ¿Cree que impactará a la sexta extinción o ese proceso es imparable?
-Bueno, el alcance de la extinción es enorme y tiene muchas diferentes causas. Afortunada o desafortunadamente, dependiendo de la perspectiva, el (Covid-19) es muy dramático desde el punto de vista de los humanos, pero no creo que los impactos sean hasta ahora terriblemente dramáticos, al menos desde el punto de vista de muchas especies. No creo que le esté poniendo un freno a las actividades que están provocando la sexta extinción.
-¿Por qué?
-Veamos las emisiones (de carbono). La polución del aire ha bajado, por ejemplo, en muchas grandes ciudades, lo que es muy interesante, pero las emisiones de carbono que desatan el cambio climático -incluso aunque estén más bajas-, son acumulativas. Se acumulan en la atmósfera, y están arriba de manera récord en últimos reportes. No veo un impacto relevante ahora. Dicho eso, si tenemos esta conversación en un año más, o dos, o mil años más, eso obviamente puede cambiar.
-Debido a que el coronavirus ha tenido un efecto global, se ha planteado que podría ser un momento único para lograr consensos también globales para enfrentar el cambio climático. ¿Cree que es posible crear un nuevo acuerdo mundial pospandemia, respecto de una agenda hacia una economía más verde?
-Bueno, este supuestamente iba a ser un gran año en términos de negociaciones sobre cambio climático. Se cumplen cinco años después de (los acuerdos de) París, y se esperaba que los países trajeran nuevos y mejores objetivos porque, como todo el mundo sabe, los objetivos de París son hoy totalmente insuficientes. Esta era una oportunidad para decir “aumentemos nuestra ambición”. Pero la reunión de este año se canceló por el coronavirus y se postergó a 2021. Entonces, ¿qué traerán los países a la mesa en el otoño del próximo año? Será muy interesante, pues sin duda será un momento muy determinante. Pero no se sabe aún, y lo que tiende a pasar en estas negociaciones, por cómo se juegan, es que no sabemos nada hasta el momento final. Nadie quiere poner sus cartas en la mesa hasta que el resto haya puesto las suyas.
-¿Cómo afecta el coronavirus en ese sentido?
-Pienso que muchas cosas han cambiado por el coronavirus. Los países están proyectando el futuro, y están viendo mucho daño económico. Si eso los inspira a invertir mucho dinero en una transformación energética y económica, o exactamente hacia lo opuesto, no se sabe aún.
-Su libro La sexta extinción fue publicado hace 6 años. ¿Ha visto señales de esperanza o de cambio positivo desde entonces?
-Todo el evento de la extinción no se trata solo de una situación, sino muchas cosas. Cuando tienes todas estas personas en el planeta, cambiando el mundo de muchos modos inconscientes y otros conscientes, todo se va sumando. Y en relación a otras especies, que sólo pueden adaptarse al cambio a través de los tiempos de la evolución, lo que pasa es que no tienen ese tiempo. Así es que, al contrario, diría que semana por medio veo una historia nueva que podría haber puesto en mi libro, que apoya la tesis. Hay mucha evidencia de que hay insectos que están en muchos problemas, lo cual es muy aterrador, por ejemplo.
-Pero ¿qué podríamos hacer?
-Hay todo un movimiento sobre preservar la mitad de todo la superficie de la Tierra, para biodiversidad. La mitad de los bosques, océanos, tierra, todo, para que sobrevivan a la era de mayor impacto humano. Pero ¿nos pondremos de acuerdo en un entendimiento global o continuaremos yendo en la dirección contraria, de gobiernos muy nacionalistas? Parte de eso depende de lo que pase en (las elecciones) de Estados Unidos en noviembre, de lo que pase en Brasil, de lo que pase en estas partes del mundo que son muy cruciales para poder tomar estas grandes decisiones que afectan la biodiversidad, el clima, y que han estado en una espiral nacionalista. Hay que observar lo que pasa en las elecciones en esos países, pues ello tendrá un impacto potencial enorme.
-Jane Goodall dijo en estas páginas que era importante, tras la pandemia, lo que se puede hacer también en el nivel individual. Como votar, consumir, producir. ¿Cree que en el efecto de lo que cada uno puede hacer, además de los gobiernos?
-En Estados Unidos, el movimiento ambiental con frecuencia entra en estas conversaciones sobre si son los individuos lo que importa o sólo la política pública, y la respuesta obvia es que los dos importan. Si cada ciudadano de Estados Unidos, o 100 millones de ellos, cambia su consumo, eso tiene un gran impacto. Una persona, claramente no. Pero todo lo que se universaliza, sí. Mientras tanto, por el coronavirus -y como muchas personas han remarcado-, nos hemos quedado todos en casa, cambiando nuestras vidas completamente, y el impacto fue significativo en la emisiones de carbono, pero no fue increíble, como para decir “problema resuelto”. Entonces, hay grandes problemas estructurales en términos de cómo generamos energía y transportamos bienes y eso, junto a temas de consumo individual que necesitan ser abordados.
”Desde la perspectiva de personas en los Estados Unidos -y no puedo hablar de los que viven en Chile-, al pensar en las decisiones que las personas van a hacer individual y voluntariamente... Somos tan grandes consumidores y emisores de carbono, que tendríamos que cambiar nuestros estilos de vida muy radicalmente, no algo marginal, para hacer una gran diferencia. Y no veo que eso esté pasando, ni siquiera con el coronavirus. Aunque sí creo que habrá grandes e interesantes cambios estructurales para nuestra economía, que también tendrán ramificaciones para una generación, a la vez buenas y malas, y eso también incluye el medioambiente y lo social.
-¿Cómo será el futuro para los jóvenes? Después de todo lo que usted ha investigado, ¿cómo cree que será?
-Pienso que hay todo tipo de tendencias contradictorias y no sé cómo saldrá esto al final. Por ejemplo, en Estados Unidos son muy dados a viajar y volar, y esos son estilos de vida muy intensos en emisiones de carbono, y ahora no estamos volando, y quizás eso pueda cambiar, lo que es muy positivo. Pero dicho eso, es también cierto que la gente está evitando el transporte público, el metro, los trenes. Están evitando eso y usan en vez su auto, lo que va en alza. ¿Dónde estaremos en un año más? Las cosas se están moviendo muy rápido. Y nadie tiene idea y no quiero pretender que lo sé. Pero te reitero, desde el punto de vista de la gran trayectoria, de las megatendencias de nuestra época, de nuestra forma de impactar a otras especies y guiarlas a una masiva sexta extinción, no veo cambios dramáticos, no importa lo que hagamos. Y el coronavirus es un muy buen ejemplo de esas fuerzas, muy peligrosas, sobre las que hay un par de capítulos en mi libro, que tienen que ver con enfermedades y patógenos que han estado dando vueltas en el mundo... Este es un patógeno que afecta a los humanos, y estamos muy preocupados de él, pero hay patógenos que afectan a especies salvajes, o a animales no domesticados, a los que les prestamos muy poca atención. Y que están dando vueltas alrededor del mundo, afectando muchas especies diferentes, entonces, eso es también algo interesante de reflexionar. Cuando afecta a los humanos, nos aterramos y actuamos de inmediato, pero cuando afecta a los anfibios, somos bastante lentos en reaccionar.
-El tema ambiental estaba muy fuerte en la agenda global antes del coronavirus. Greta Thunberg, los incendios, catástrofes, sequía... ¿Cree que el “momentum” para el medioambiente volverá después del coronavirus?
-Creo que desde el punto de vista de Estados Unidos es difícil de saber. Donald Trump se salió de los Acuerdos de París. Si es reelegido, lo que no es imposible, ¿cómo llegaremos a la COP 26? ¿Cómo habrá momentum? No lo veo. Pero si sale elegido Joe Biden, lo primero que hará es firmar París. Quizás habrá, entonces, alguna oportunidad. El punto es que siempre se necesita, y es algo bastante básico, lo siguiente: si Estados Unidos y China están en disposición de hacer algunas cosas, podría haber logros, pero si no, no. Eso no significa, de ninguna manera, que no se valoren o incentiven los esfuerzos de muchas naciones en la Tierra que están trabajando duro para lograr avances. Pero desafortunadamente, es un dato. Estados Unidos y China están tan lejos en términos de emisiones de carbono, que lo que realmente pesa es que estén a bordo o no.
-Usted escribió sobre la historia de la pandemia recientemente en un artículo y dijo que hay muchas maneras como las epidemias afectan el cuerpo político. ¿Cómo está afectando esta políticamente a su país, a su juicio?
-Ese capítulo no ha sido escrito aún. Si será un punto de inflexión para el cambio o si hará que la gente se convenza de aferrarse más y más a lo que tienen... eso está a la espera de verse. Por ahora, las personas están muy infelices y preocupadas, por razones obvias, y se dice que esto representará un cambio en el voto en la elección. ¿Qué tipo de cambio? No lo sé.
-¿Fue una sorpresa para usted cómo su país ha enfrentado el coronavirus? ¿Pensó que era posible que fuera de los peores países en términos de contagios, muertes, y ahora segunda ola?
-Tristemente, básicamente somos un país muy desarrollado sin la infraestructura de uno. Cualquiera que haya visto esta crisis en Estados Unidos, y que la vea ahora, verá que es un enredo, algo completamente desorganizado. Parte de eso tiene que ver, creo, con una falta de liderazgo desde Washington, que quedará en la historia, pues llevó a muertes y sufrimientos innecesarios. Es un vacío completo, en términos de logística y pensamiento y guía para los estados, y en el nivel estatal, tienes distintas reacciones basadas en la política... En Italia, por ejemplo, cerraron las fronteras entre las provincias cuando estaban en el momento terrible. Acá eso hubiera terminado en la Corte Suprema y no habría pasado. Nunca habría pasado. Entonces tendremos este viaje constante de gente, esparciendo el virus. La pregunta es ¿cómo puede esto terminar? Hasta que haya una vacuna o el virus se destruya, nadie puede contestar.
-Usted escribió y reporteó en terreno sobre Islandia y su manera exitosa de combatir el virus. Es un país que puso gran énfasis en trazabilidad, incluso detectives se dedicaron a encontrar los contactos. ¿Qué reflexión hace sobre cómo lidiar con la pandemia?
-Fue muy interesante, porque todos ellos te dicen es que hay un manual para esto y que no es “rocket science”. Se ciñeron al manual de la epidemiología, que indica cómo tratar un brote de una enfermedad infecciosa: se trata de cuarentenar a las personas y trazar a los contactos. Debes ser muy vigilante y estar encima de eso (desde el comienzo), y eso es precisamente lo que Estados Unidos -y asumo que Chile- no hizo. Porque una vez que dejas que se que se esparza y ya está en todas partes, ahí es cuando se convierte básicamente en imposible de erradicar. Islandia realmente lo hizo: tiene cero casos nuevos al día. Podríamos haber hecho eso, disponer de ese nivel de infraestructura, a nivel local, estado por estado, municipio por municipio. Pero simplemente no se hizo. Y ahora está fuera de control, con números muy altos. Y además los estadounidenses no son tan cooperativos (como los islandeses) y a ellos si les dices que se cuarentenen, lo hacen.
Kolbert termina reflexionando sobre el cambio que todo esto ha traído a su propio oficio.
”Para mí, reportear siempre ha sido salir a terreno, ver, hablar con personas allí, y eso se ha vuelto muy problemático”, dice. “Espero que no tendré que seguir haciendo Zoom por los próximos años”, dice y se ríe, antes de despedirse y desconectarse de la llamada.