El economista del Fondo Monetario Internacional, Ralph Chami, propone un ejercicio simple: si se vende la carne de una ballena muerta se recaudarían entre 40 y 80 mil dólares, en aquellos países donde todavía se come ese recurso. Por otra parte, si se le pone precio a los servicios ecosistémicos que ofrece la misma criatura pero viva -como la captura del CO2, el incremento en la pesca y el turismo- el monto llegaría a más de 2 millones de dólares por ejemplar. Entonces, dice Chami, “¿Por qué querrías matar una ballena?”, aludiendo a las entre 570 y 670 ballenas azules que habitan nuestras costas.

Según el experto, la opinión de que hay que elegir entre la conservación o un buen negocio es una visión ya muerta sobre la relación entre naturaleza y sistema económico. “El nuevo paradigma, por el contrario, reconoce que la naturaleza nos proporciona valiosos servicios”, señala y agrega que la conservación “no sólo ayuda a proteger dichos activos naturales, sino que también sirve para traer ganancias económicas y financieras a las comunidades”.

Ralph Chami, junto a Fundación Meri y universidades de distintos países, realizaron el estudioOn Valuing Nature-Based Solutions to Climate Change: A Framework with Application to Elephants and Whale”, publicado este año. En el informe concluyen que la población de ballenas azules en Chile está valorizada entre US$ 2.280 millones y US$ 3.000 millones, considerando que una ballena puede capturar hasta 30 toneladas de CO2 en su vida, servicio que incluso se podría capitalizar como créditos de carbono a empresas como Microsoft. Además, hay que considerar el fomento del turismo. Este ciclo es lo que se conoce como “economía azul”, un sistema que rescata la actividad económica del sector marino de manera sostenible y rentable. “Estamos pasando a entender de buena vez que matar la gallina de huevos de oro no tiene sentido, sino que hay que dejar que nos entregue esos huevos a la velocidad que puede”, dice el director de Fundación Meri, Marcelo Mena, quien señala que las ballenas sólo piden una cosa a cambio de sus servicios gratuitos: que las dejen vivir.

El cuidado de la naturaleza puede ser un factor diferenciador potente para relanzar nuestro proyecto país, nuestra estrategia de desarrollo económico y nuestro posicionamiento internacional

Eugenio Rengifo, director ejecutivo de Amigos de los Parques

A lo largo del ecosistema el resultado de la conservación es el mismo. En julio de este año, más de 100 economistas y científicos firmaron el informe “Protección del 30% del planeta para la naturaleza: costos, beneficios e implicaciones económicas”, impulsado por la Campaña por la Naturaleza y los Pueblos. Los especialistas lograron mostrar que el expandir las áreas protegidas al 30%, los beneficios financieros y económicos a escala global superarían los costos en una razón de 5 es a 1. De lograrse el porcentaje que propone el informe, se podría llegar a un aumento de 250 mil millones de dólares en promedio de aumento en la producción económica anual y 350 mil millones de dólares en servicios ecosistémicos para 2050.

Respecto a nuestro país, el director ejecutivo de Amigos de los Parques, Eugenio Rengifo, señala que el líder principal del estudio, Antony Waldron, ubicó a Chile entre los diez países que menos recursos destina a conservación, a pesar del avance en superficie protegida del país. “Esta carencia, mirada ahora desde la lógica de la economía post pandémica, es una oportunidad para establecer un desarrollo más sustentable para salir de la crisis”, dice Rengifo y agrega que Chile enfrenta una oportunidad única para consolidar lo avanzado y liderar la región. “El cuidado de la naturaleza puede ser un factor diferenciador potente para relanzar nuestro proyecto país, nuestra estrategia de desarrollo económico y nuestro posicionamiento internacional”, agrega.