A inicios de noviembre, el medio especializado en caballos, Bloodhorse, anunció la noticia de que Rush, purasangre que sería el más longevo en la historia de Estados Unidos, murió tras vivir 39 años y 188 días.
Ese día se convirtió en el cierre de una relación especial para Bridget Eukers, la humana que lo cuidó por treinta años y que pasó la mayor parte de su vida junto a él, luego de que sus padres se lo obsequiaran cuando era adolescente.
Desde aquel momento, la mujer se dedicó casi exclusivamente a compartir con el animal.
No solo porque durante seis años compitieron en eventos ecuestres seis días a la semana, sino que también, porque paseaban por los campos de cultivo de su familia y ella misma se hacía cargo de sus cuidados, de la misma manera en que el caballo se preocupaba de la seguridad de ella cuando se subía a su regazo.
“Él luchaba por mí, y yo por él”, declaró Eukers en una entrevista con el New York Times.
Su relación era tan cercana que, incluso, cuando dejó el colegio para asistir a la universidad, buscó una que quedara cerca de su casa, para así estar más cerca de Rush en caso de cualquier eventualidad.
También aplicó esos criterios cuando se graduó y salió en búsqueda de trabajo, mientras que nunca se fue de vacaciones durante los años que estuvieron juntos. Según contó Eukers al Times, lo máximo que estuvo lejos de él fue apenas una semana, debido a una actividad extracurricular que organizaron en su colegio.
La mujer describió la fuerza de esa relación caballo-humana como “simplemente mágica”, mientras que calificó el hecho de limpiar su establo como “una de esas cosas zen (...) tienes ese ritmo que de alguna manera centra tu vida”.
Una amistad de por vida
El tiempo promedio de longevidad para un purasangre como Rush es de entre 20 y 30 años, pero él estuvo a menos de uno de doblar esa primera cantidad. Incluso, antes de llegar al hogar en donde falleció, se desempeñó en carreras ecuestres al mando de la jinete Julie Krone, reconocida ampliamente en el Salón de la Fama de esta disciplina.
Pero de las 16 veces que corrieron juntos, solo ganó una vez, para después ser comprado por la familia de Eukers y adoptar una vida más tranquila, alejado de las pistas de carreras.
“Su misión en la vida en ese momento era preocuparse por las cosas y era realmente bueno en ello”, dijo al Times, para luego añadir que su presencia le ayudó a sentirse mejor conmigo misma, hasta el punto en que el caballo era su confidente cuando se acercaba a llorar en su regazo por los problemas del día a día.
En sus palabras, “él se sentaba y escuchaba, pero llegaba un punto en el que decía: ‘vale, mamá, has llorado. Estamos bien. Ahora voy a comer mi heno’”.
Era su mejor amigo y quien más la ayudaba a salir adelante en tales ocasiones.
El extenso camino de Rush
Pero la rutina cambió cuando Rush tenía 35 años. En ese momento, Eukers dejó de montarlo con frecuencia. No porque el caballo no tuviera energía para salir a pasear por los campos, sino que más bien, porque el padre de ella fue diagnosticado con una enfermedad, la cual le costó la vida en 2019, luego de que su hija se dedicara a cuidarlo.
Tras ese periodo, el animal dedicó sus días a descansar en el establo, mientras que su edad ya no le permitía soportar el peso de un humano de la manera en que lo hacía antes.
Frente a esta situación, Eukers solía sacarlo a caminar por una ruta específica, para que así no se dañara las piernas en un paso en falso, mientras que también le hacía masajes con aceites, ejercicios adecuados para sus años de vida y lo alimentaba con suplementos alimenticios, para así mantener su estado de salud.
Incluso, cuando se le preguntó qué factores podrían haber influido en su longevidad, ella respondió que desde los 30 empezó a darle comidas orgánicas en vez de procesadas. Asimismo, cuando los granos eran muy duros para su dentadura, ella los cocinaba especialmente en una olla de cocción lenta, para así convertirlos en una suave papilla para caballos.
Pero Eukers veía que sus esfuerzos no eran suficientes.
La despedida de dos amigos
Luego de que Rush se golpeara accidentalmente mientras estaba en su establo, su humana empezó a recibir cada vez más mensajes a su lugar de trabajo en una compañía aeroespacial, en los que le pedían que volviera a casa para levantarlo de caídas al piso en las que no podía volver a pararse sin ayuda.
Según explicó al citado medio el veterinario Michal Stewart, quien atendió al caballo por más de dos décadas, es común que estos animales se tumben, pero debido a cómo funciona su sistema digestivo, es importante que se levanten para poder sobrevivir.
Y a pesar de que su humana tenía la facilidad de salir de la oficina para volver a ayudarlo, el hecho de pensar en la posibilidad de su muerte le generaba escalofríos, por lo que empezó a dedicar sus noches a pasar tiempo con él.
Aun así, todo cambió su rumbo el 7 de noviembre de este año.
Al percatarse de que Rush se había vuelto a tumbar, Eukers trató de levantarlo, pero no pudo. Llamó a su mamá y al veterinario para que la ayudaran, pero tampoco pudieron entre los tres. O en realidad, entre los cuatro, ya que el caballo también llevaba sus fuerzas al límite para volver a pararse.
Fue ahí cuando, tras escuchar el diagnóstico poco optimista del médico, su humana tomó la decisión final y miró fijamente a su amigo para decirle: “ya has hecho lo suficiente, no tienes que intentarlo más”.
Según confesó al Times, confía en que fue la decisión correcta. Después de todo, el caballo vivió casi el doble de tiempo que un ejemplar común, mientras que también había sido cuidado de manera adecuada y permanente por la mujer que lo recibió en su hogar.
Y a pesar de su ausencia, Eukers sigue visitando el establo que acogió a Rush. Ahí recuerda los momentos que vivieron juntos, desde la participación en eventos ecuestres hasta los paseos por el campo y las noches que lloró junto a él en búsqueda de su apoyo.
Es ahí cuando reflexiona: “ya sea en la relación con tu caballo, con tus amigos o con tu compañero de vida, a eso se reduce. Tú lucharás por mí, y yo lucharé por ti”.