Los drones no tripulados se han posicionado como una herramienta altamente presente en los conflictos armados de la actualidad.
Y como es de esperar, dentro de este tipo de herramientas existen diferentes categorías, que permiten operar desde por vía aérea hasta por la marítima.
Por ejemplo, algunos cuentan con aspectos tecnológicos de inteligencia artificial (IA), que facilitan que pueda tener cierto grado de autonomía y un menor riesgo de interferencia.
Sin embargo, los costos relacionados a tales artefactos son considerablemente mayores en relación a otras opciones.
Ese es uno de los motivos de por qué los drones de visión en primera persona (FPV, por sus siglas en inglés) se han caracterizado como una alternativa eficiente y más económica.
A grandes rasgos, estos son guiados por sus pilotos a la distancia y en tiempo real, para que así puedan cumplir con labores que van desde la vigilancia hasta la ofensiva directa.
Su valor monetario ha contribuido a que sean ampliamente utilizados en contextos como la defensa de Ucrania ante la invasión de Rusia, por mencionar solo un caso.
Cifras rescatadas por The Economist precisan que un proyectil guiado por GPS tiene un precio aproximado de $100.000 dólares.
En cambio, un dron FPV simple puede costar unos $400 en promedio.
Las diferencias en las cifras son notorias. No obstante, también hay más aspectos que han potenciado el uso de estos aparatos en las guerras y conflictos actuales.
Los tipos de drones que se utilizan en los conflictos actuales
El analista internacional y académico de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo (UDD), Guido Larson, afirma a La Tercera que “desde el punto de vista del uso en conflicto, hay que diferenciar los drones que tienen un foco de inteligencia”.
Dentro de esa categoría, entran los que cumplen con tareas como vigilancia y obtención de información.
Por otro lado, están los que se utilizan para concretar operaciones ofensivas, es decir, ataques directos.
“Incluso, si hacemos una subdivisión, podemos decir que hay drones que se utilizan una sola vez, ya sea para ataques de infantería o de otro tipo. También están los que, por ejemplo, se usan para destruir munición. Y otros más comunes que pueden realizar múltiples ataques con artillería mediana o sistemas de aire-tierra”.
Larson hace hincapié en que una diferencia de los tiempos actuales con el pasado es que hoy la cantidad de drones que se ocupan es mayor. Sin embargo, el fenómeno en sí no es nuevo.
“Si uno va a la historia, hay elementos que podrían calificar como ‘drones’. Podemos verlo a mediados del siglo XIX, por ejemplo, cuando los chinos ya ocupaban volantines con fuego para atacar ciertas posiciones. Lo mismo ocupó Austria cuando atacó Venecia en 1849, con globos que explotaban”.
“Entonces, el tema no es tanto el hecho de ocupar drones, sino que el volumen que se está utilizando”, enfatiza.
Desde su perspectiva, ahí hay tres factores esenciales que influyen en su uso.
“El primero es que son baratos desde el punto de vista de recursos militares. Por ejemplo, la vigilancia que antes se llevaba a cabo con aviones, helicópteros o incluso por inteligencia humana, ahora se puede hacer con drones que garantizan la seguridad de los operadores”.
Un segundo factor, detalla Larson, es que “permiten un grado de resguardo —sobre todo cuando se toman posiciones defensivas, como en Ucrania— muchísimo mayor de lo que ocurre con infantería tradicional”.
A dichos puntos se le suma que “hay sistemas de defensa aérea enormemente sofisticados que están neutralizando la aviación humana”.
“Aquello hace que los sistemas autónomos o semiautónomos, sean particularmente importantes”.
Dentro de la variedad de drones aéreos que se pueden encontrar, también hay algunos que no fueron diseñados inicialmente para objetivos militares, pero que son modificados para que sirvan en este ámbito.
“Si uno va al caso ucraniano, efectivamente se suelen ocupar drones que han sido reconfigurados para tener un uso más bien de orden militar. Ahí creo que un elemento es el precio y el cálculo de orden económico, pero también, muy importante, el capital humano que se requiere para la operatividad de este tipo de sistemas”.
“Por ejemplo, un civil (en roles militares) puede tomar el control de uno y realizar operaciones que quizás no son tan sofisticadas, pero en las que sí puede volar o manejar un dron”.
Una situación distinta sería con aparatos como los Bayraktar TB2, los cuales requieren que los pilotos tengan una preparación mayor.
“Necesitas un curso para aprender a volarlos. Son mucho más grandes, tienen mayor rango y características tecnológicas más significativas”, detalla el analista.
Las estrategias con estos artefactos y el papel de la Inteligencia Artificial
A nivel estratégico, Larson afirma que se ven movimientos en los que, por ejemplo, un dron toma un rol de vigilante sobre posiciones enemigas y otro realiza ataques directos en base a las coordenadas que le entrega el primero.
Además, se pueden ver ofensivas de carácter simultáneo, en las que se coordinan varios de estos aparatos de un solo uso para que vayan en contra de un mismo objetivo que, de otra manera (con un único artefacto de ese tipo), sería altamente difícil de destruir.
El analista internacional y académico de la Universidad de Valparaíso, Guillermo Holzmann, explica a La Tercera que los “enjambres” de drones tienen la finalidad de “asegurar el blanco por saturación”.
“Lanzan tantos que los radares no son capaces de dar cuenta de todo lo que viene y generalmente más de uno llega al objetivo. Esto se da en una lógica de kamikaze, es decir, se destruyen en el blanco”.
Junto con ello, asegura que “hay otros de mayor envergadura que lanzan misiles de precisión”.
Como es de esperar, aquello se convierte en un serio problema para los objetivos que son atacados.
Más aún, si se considera que “no todos los sistemas de defensa tienen la capacidad de poder identificar a los drones cuando se acercan”.
“Muchas veces, cuando logran hacerlo, estos ya están encima. Y si es un enjambre de drones, es peor todavía (...) hoy hay todo un desarrollo para ver cómo defenderse de estos aparatos”, agrega Holzmann.
Desde su visión, en cuanto al ámbito estratégico, su uso puede significar tanto una solución como un problema para quienes los utilizan.
“Son una solución porque permiten hacer muchas cosas que antes no se podía (...) pero a su vez también son un problema en términos de cómo los integras a una estrategia mucho más coordinada. Recordemos que hoy se usan para operaciones específicas”.
“El problema viene ahora con la inteligencia artificial. Lo que Rusia descubrió, por ejemplo, es que si es capaz de desconectar los GPS, los drones quedan solos, es decir, son vulnerables”, dice Holzmann.
Es ahí cuando los que cuentan con IA y que presentan cada vez más avances adquieren un protagonismo clave, ya que “no requieren comunicación, porque ya saben lo que tienen que hacer y lo van a efectuar de forma inmediata”.
“Hay toda una revolución donde se contemplan los drones y, probablemente, la guerra futura va a ser alrededor de ellos. Si vamos más allá, a través de armas espaciales, lo cual está prohibido, pero que obviamente igual se investiga. Acá hay todo un desarrollo militar”, afirma el analista.
Aún así, recalca que hoy los drones se utilizan principalmente para misiones y operaciones específicas, no así para elaborar estrategias basadas únicamente en ellos.
“Es decir, si quieren destruir artillería enemiga, los mandan para que cumplan ese objetivo, pero no en el concepto de una guerra (de drones como tal). O sea, ellos dicen: ‘Primero usamos los drones, después hacemos esto, etc’”.
A pesar de aquello, subraya que “esto va cambiando muy rápidamente”.
“Lo que más complica es el tema de que no requieran comunicación para cumplir su misión. La debilidad es que tengan que estar conectados, con alguien que los maneje. Pero, ¿qué tal si solo se requiere el recurso humano para que lo suelte y el dron se vaya solo porque sabe lo que tiene que hacer y luego vuelva para que lo aterricen?”.
En ese sentido, los guiados por GPS prometen ser menos efectivos que los que cuentan con un sistema de IA con capacidad de autonomía y alto grado de eficiencia.
Eso sí, aquello también se vería reflejado en los costos económicos.
A modo estimativo, Holzmann sugiere que un dron de esas características podría costar un millón de dólares.
Dicho monto sería considerablemente mayor que las cifras citadas al principio de esta nota, pero también sería mucho menor que un avión de decenas de millones de dólares (más aún, si se piensa en un ejemplar más costoso para hacer la comparación).
“Todo ese desarrollo aplicado a drones se va a aplicar en forma dual a la vida civil. Hay un salto cuántico desde el punto de vista del impacto de la tecnología. O sea, luego vas a tener mini tanques en formato de drones”, sugiere.
Bajo esta línea, sentencia: “Los drones, finalmente, van a ser el arma del siglo XXI. Y con IA, sin lugar a dudas se van a transformar en lo que todos los países quieren”.