En 1972, la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA) se reunió en el Hotel Adolphus en Dallas con el objetivo de realizar su convención anual, una instancia en la que académicos discuten sobre diversos temas relacionados a su disciplina.
Pero a diferencia de otras ediciones anteriores, esa jornada quedó marcada en la historia de Estados Unidos:
Por primera vez en el evento se creó un panel para hablar sobre homosexualidad, una orientación sexual que hasta ese momento era calificada por la APA como una “perturbación psicopática de la personalidad” y que facilitaba, en la mayoría de las estados, que las personas no heteresexuales fuesen internadas contra su voluntad, hasta el punto en que recibían terapias de conversión o castraciones químicas, según informa la BBC.
En medio de un escenario en donde las disidencias sexuales debían esconder su identidad para no enfrentar represalias, la conversación contaría con dos psiquiatras de la APA por un lado y con dos activistas LGBTIQ+ por el otro: la periodista lesbiana Barbara Gittings y el astrónomo Frank Kameny, quien había sido expulsado del ejército por ser gay.
Si bien, ambos eran conocidos por liderar manifestaciones a favor de la diversidad sexual, confiaban en que la presencia de un psiquiatra gay ayudaría a que la homosexualidiad dejara de considerarse como un trastorno, por lo que le escribieron a muchos de ellos, quienes eran parte del movimiento en secreto.
Pero la gran mayoría no accedió, ya sea por miedo a perder sus trabajos o por la presión de ser rechazados por sus colegas.
Fue ahí cuando solo uno de ellos dijo que sí, un misterioso psiquiatra homosexual que influyó significativamente en los derechos de las personas LGBTIQ+.
Un psiquiatra enmascarado
Durante la segunda jornada de la convención, el 2 de mayo de 1972, la lista de temas a tratar presentaba uno que llamó la atención de la mayoría de los asistentes: “Psiquiatría: ¿amiga o enemiga de los homosexuales? Un diálogo”.
Poco a poco la Sala Danesa del Hotel Adolphus se empezó a llenar, mientras que los especialistas del panel se acomodaban para iniciar el debate.
En ese momento, cuando la mayoría de ellos ya estaban posicionados en sus respectivos lugares, ocurrió un hecho nunca antes visto en una convención de la APA: un invitado sorpresa salió de unas cortinas con una peluca rizada, esmoquin y una máscara de goma del entonces presidente Richard Nixon, para así posicionarse en el centro de la sala y esbozar unas primeras palabras frente al micrófono.
“Soy homosexual”, manifestó ante una multitud asombrada, “y soy psiquiatra”.
El misterioso sujeto se identificó como “Dr. Henry Anónimo” y declaró sentirse orgulloso de ser miembro de la APA. Y a pesar de que no reveló su verdadero nombre (John Fryer) en esa instancia, sí pidió a sus compañeros “ser escuchado y comprendido, en la medida de lo posible”.
En este sentido, relató la historia de cómo numerosos colegas suyos debían esconder su orientación sexual para no enfrentar consecuencias en sus carreras profesionales, “un riesgo aún mayor al no vivir plenamente”.
“Esta es la mayor pérdida, nuestra honesta humanidad y esa pérdida lleva a todos los que nos rodean a perder también ese pedacito. Porque, si estuvieran verdaderamente cómodos con su propia homosexualidad, entonces podrían estar cómodos con la nuestra”, declaró el psiquiatra enmascarado, “por lo tanto, debemos usar nuestras habilidades y sabiduría para ayudarnos a nosotros mismos y crecer para sentirnos cómodos”.
Aquel discurso de diez minutos, según informaciones del New York Times, generó que la mayoría de los asistentes se levantaran de sus sillas para aplaudirlo y mostrarle mensajes de apoyo.
Los efectos de su discurso
Solo un año después, en 1973, la APA votó a favor de desclasificar la homosexualidad como una “perturbación psicopática”, por lo que fue eliminada del Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), un documento que define ciertos marcos para tratar la salud mental de los pacientes.
“Apoyamos e instamos a la promulgación de leyes de derechos civiles a nivel local, estatal y federal, que aseguren a los ciudadanos homosexuales las mismas protecciones que ahora se garantizan a los demás”, declararon públicamente desde la organización.
A ello se le sumó que la APA eliminó el sustento jurídico de ciertas prácticas discriminatorias en contra de las personas homosexuales, tales como negarles el derecho a trabajo (un escenario que Fryer también vivió en carne propia), ciudadanía o vivienda, además de prohibirles ser parte de instituciones como el ejército o incluso casarse.
De esta manera, los activistas LGBTIQ+ pudieron seguir avanzando en los procesos institucionales para exigir los derechos de su comunidad.
Y si bien, el psiquiatra murió cuando tenía 65 años en 2003, todavía es recordado como uno de los personajes históricos más importantes de la diversidad sexual en Estados Unidos, hasta el punto en que este año se declaró el 2 de mayo como el Día de John Fryer, mientras que la APA entrega el Premio Fryer a quienes contribuyan a mejorar las condiciones de vida de las disidencias sexuales.