Sabía que podía caminar, pero pasó la mayor parte de su vida postrada en una silla de ruedas, escuchando los exacerbados relatos de su madre que le decía que, lo que tenía, era una enferma terminal.
Gypsy Rose no tenía amigos. Tampoco salía sola de casa. Un tubo de oxígeno, una plataforma de metal y un puñado de medicamentos eran su compañía habitual cada día.
Su madre, Clauddine “Dee Dee” Blanchard, lo quiso así desde un principio: desde que tuvo memoria, le dijo a su hija que padecía de numerosos diagnósticos, los cuales aumentaban a medida que crecía en Golden Meadow, un pueblo ubicado en Luisiana, Estados Unidos.
Si bien, más adentrada en la adolescencia Rose se hizo consciente de que no tenía los síntomas que ella le inventaba a los doctores, un falso padecimiento de leucemia se convirtió en uno de sus más grandes temores.
Estaba obligada a mentir. Y al mismo tiempo, una sensación de impotencia se apoderaba progresivamente de su cuerpo, hasta el punto en que desencadenó uno de los crímenes más controversiales de la historia.
Gypsy Rose planeó el asesinato de su madre por obligarla a mentir sobre su salud
Los extraños comportamientos de “Dee Dee” siempre llamaron la atención de sus cercanos. Era la menor de seis hermanos y cuando su madre se enfermó, ella se dedicó a cuidarla, aunque no duró mucho tiempo.
La mujer, llamada Emma, falleció a sus 59 años.
Después de la tragedia, sus familiares la acusaron de haberla dejado morir por falta de alimentación, mientras que tampoco solía bañarla. Sus condiciones eran deplorables, pero no tenían mayores pruebas para inculparla.
Consternada, “Dee Dee” continuó su camino y se casó a los 24 años con Rod Blanchard, un adolescente de 17 que seguía en el colegio y que la dejó embarazada.
Asustado ante las implicancias de ser un padre joven, él se esfumó poco antes de que naciera Gypsy Rose el 27 de julio de 1991, mientras que más tarde aseguró que ella recurría a rituales en campos como la brujería.
Sola y con una bebé en sus brazos, “Dee Dee” empezó a tener una fuerte obsesión con su hija y, ante la ausencia de Blanchard, se tomó la libertad de inventar una serie de mentiras en torno a ella.
Llegó a la casa en la que vivían su papá, Claude Pitre, y su madrastra, Laura, en donde se desempeñó como la encargada de cocinar.
Al poco tiempo, la nueva esposa de su progenitor se enfermó gravemente y pasó nueve meses en cama, según informaciones reunidas por Infobae. ¿El origen? Una comida que ingirió tenía un elemento que afectó a su organismo.
Estuvo al borde de la muerte y las sospechas hacia “Dee Dee” se hacían más fuertes.
Fue ahí cuando ello —sumado a la manera obsesiva en que trataba a Gypsy Rose— desencadenaron que Claude Pitre las echara de la casa. Laura se recuperó poco tiempo después de que “Dee Dee” se fuera del hogar.
Ese era apenas el inicio de una serie de comportamientos tóxicos que más tarde su hija viviría en carne propia. Aislada y sin la posibilidad de comentárselo a otras personas.
Ahora, solo eran ella y su madre.
Una relación enfermiza
Gypsy Rose tenía tres meses de vida cuando visitó por primera vez un hospital en 1991. “Dee Dee” le dijo a los doctores que la pequeña tenía dificultades para respirar mientras dormía, por lo que tras numerosos estudios e insistencias, le diagnosticaron apneas del sueño y le recetaron un aparato para enfrentar esta condición.
Aquello no conformó a la mujer, por lo que fue sumando cada vez más síntomas a medida que visitaban a los médicos. Los controles se convertían en una rutina que marcaría la vida de su hija para siempre.
Ya a sus 7 años, “Dee Dee” inventó que la menor sufría de alteraciones cromosómicas y una distrofia muscular, motivos ficticios por los que la obligó a sentarse en una silla de ruedas, a pesar de que sí podía caminar. Por supuesto, Gypsy Rose solo era una niña, por lo que seguía al pie de la letra todo lo que decía su controladora madre.
Tres años después, en 2001, especialistas del Hospital Universitario de Tulane la analizaron y no encontraron ninguno de esos diagnósticos, pero a su madre no le importó. Estaba convencida de que sí los tenía, aunque no tenía datos que lo respaldaran.
Armó fichas médicas ilegítimas, esparció los rumores de las enfermedades y no se despegaba ni un segundo de Gypsy Rose.
Para ese entonces, ya acumulaba complicaciones como asma, epilepsia, problemas auditivos, dificultades en la vista, parálisis del tronco inferior y daños en su sistema digestivo, entre una lista interminable.
Asimismo, le suministraba altas dosis de numerosos medicamentos, para que así se sintiera decaída, con mareos, náuseas y dolores de cabeza.
También empezó a alimentarla a través de una sonda nasogástrica que entraba por su nariz y que llegaba a su estómago.
Las enfermedades eran falsas, pero los hábitos que adquirió Gypsy Rose no lo eran.
Estaba sumergida en una ola de mentiras frente a la que tenía dudas, pero que no podía expresarlas, debido a que quería evitar el enojo de “Dee Dee”.
Aquello se intensificó cuando le dijo que tenía leucemia. En ese momento, el temor de que pudiese ser real se apoderó de su cuerpo, por lo que siguió fielmente las normas que le decía su madre.
De esa manera, perdió parte de su dentadura por el consumo excesivo de remedios, por lo que dejó de ir al colegio y empezó a ser educada por su mamá, quien rapó su cabeza y acudió a diversas organizaciones para solicitar “apoyo”.
Así consiguió llevarla a Disney World y un auto con el espacio suficiente para trasladar la silla de ruedas, además de otros aportes y la reconstrucción de su casa, justo después de que el huracán Katrina la destruyera en 2005.
Pero lo que “Dee Dee” no había considerado, es que esa frágil y pequeña niña más tarde se convertiría en una adolescente, con mayor conciencia acerca de lo que ocurre a su alrededor.
Los síntomas de una mentira
Cuando Gypsy Rose cumplió 19 años, su caso ya era viral en Estados Unidos, pero no estaba segura de la veracidad de lo que su madre expresaba sobre ella. Sabía que no sufría de todos esos diagnósticos y afirmaciones como que tenía la capacidad intelectual de un niño de 7 años no le parecían certeras.
Poco a poco, discutía cada vez más con “Dee Dee”, por lo que los “castigos” también se hicieron más estrictos: llegó a golpearla, a privarla de alimentación y a amarrarla a su cama para que no se levantara, además de poner campanas en las puertas para enterarse de sus movimientos.
Estaba asfixiando a su hija de forma aún más intensa y le mentía regularmente en cuanto a su edad, para que así no se enterara de que ya había cumplido los 20.
Una vez, luego de enterarse de que tuvo contacto con un hombre de 35 años en una feria de ciencia ficción, la amenazó con “romperle los dedos con un martillo”.
La violencia iba en ascenso y Gypsy Rose estaba menos dispuesta a aceptarla, a pesar de que sentía que no podía escapar.
Más adelante, su madre le permitió volver a usar el computador, por lo que ella se las ingenió para crearse un usuario en una página de citas en línea.
Ahí conoció a Nicholas Godejohn, un joven de Wisconsin que trabajaba en una pizzería, tenía dos años más que ella y padecía de un trastorno de personalidad múltiple. Solo un mes antes de que empezaran hablar, había sido detenido por masturbarse mientras miraba pornografía en un local de comida rápida.
Aun así, ella estaba ilusionada con la idea de que él pudiese ser la carta que la ayudaría a escapar de su casa, por lo que forjaron una contacto íntimo a través del chat, en donde incluso llegó a mandarle fotos posando con un cuchillo en su lengua, una acción que a “Nick” le parecía atractiva.
Un día, ilusionada con la idea de que Godejohn pudiese agradarle a su madre, organizaron una cita “casual” para verse en persona.
El plan consistía en que ella y “Dee Dee” fueran al cine para ver una película de princesas, lugar en el que también estaría él. Pero esa idea no fue del agrado de su progenitora, por lo que le prohibió que siguieran teniendo contacto.
Fue ahí cuando la pareja buscó opciones alternativas para que Gypsy Rose se alejara de su madre.
La que más les convenció: planear un asesinato.
“Mi odio hacia ella la obligará a morir. Es mi lado malvado haciéndolo. No lo arruinará, porque le gusta asesinar”, escribió Godejohn según declaraciones reunidas por el citado medio.
En la escena del crimen
Durante la noche del miércoles 10 de junio de 2015, Gypsy Rose dejó sin seguro la puerta principal de la casa en la que vivía con su madre, ubicada en Springfield, Misuri, Estados Unidos.
Nicholas Godejohn entró a la residencia y se dirigió a la pieza en la que dormía “Dee Dee” con un cuchillo en sus manos.
Sin pensarlo dos veces, se abalanzó sobre ella y le dio un total de 17 puñaladas. Mientras tanto, Gypsy Rose estaba escondida en el baño principal, tapándose los oídos para no escuchar la masacre.
Ya terminado el atentado, el hombre fue a buscarla, tuvieron relaciones sexuales y juntos recogieron una suma de $4.000 dólares (más de $3.160.000 en pesos chilenos), para luego irse a un motel en los suburbios de la ciudad y, al día siguiente, tomar un bus en dirección a la casa de los padres de Godejohn, en Wisconsin.
“¿Sabes? Fue raro. Cuando los recogí en la estación, le pregunté: ‘¿cómo está tu madre?’ Me habían dicho que vivía en un refugio para personas sin hogar, porque su madre la había echado”, contó la mamá del joven en una entrevista, “pero actuaron como si nada”.
Después del crimen, Gypsy Rose subió una llamativa publicación a su cuenta de Facebook.
“La perr… está muerta”, escribió, por lo que sus vecinos se preocuparon con el posteo y llamaron a la policía.
Cuando llegaron, hallaron el cuerpo ensangrentado de “Dee Dee”, durante la madrugada del 14 de junio de 2015.
“¿Quién realizó el asesinato? ¿Cuáles eran los motivos? Si Gypsy Rose no podía caminar, ¿por qué no estaba en la residencia?”, esas fueron algunas de las preguntas que se hicieron los oficiales, por lo que iniciaron un rastreo para conocer su paradero.
La encontraron en la casa de los padres de Godejohn, en donde se enteraron de que todas las enfermedades eran el producto de una mentira.
Y cuando le preguntaron por qué escribió esa publicación en redes sociales, ella respondió que deseaba que el cadáver fuese encontrado, para que así tuviese “un entierro apropiado”.
En aquella instancia, ya tenía 23 años.
Las consecuencias de un atentado
El día del juicio, los peritos revelaron que su madre podría haber tenido el síndrome de Münchhausen por poder, un trastorno mental que se caracteriza —en este caso— porque el adulto responsable a cargo de un niño exagera e inventa diagnósticos relacionados con enfermedades.
Aparentemente, la verdadera afectada por un padecimiento no era Gypsy Rose, sino que “Dee Dee”.
Pero aquello no detuvo que fuese sentenciada a diez años de cárcel por un asesinato en segundo grado, mientras que Godejohn asumió una cadena perpetua por los cargos de un homicidio en primer grado.
Ambos fueron a la cárcel, lugar en el que según revelaron los doctores, Gypsy Rose tuvo mejoras en su estado de salud. Después de todo, ahí podía caminar, relacionarse con otras personas y no estaba obligada a consumir cantidades excesivas —e injustificadas— de medicamentos. Incluso subió más de seis kilos, un cambio poco común en los reclusos.
“Sabía que no necesitaba el tubo de alimentación. Sabía que podía comer. Sabía que podía caminar. Pero le creí a mi madre cuando me dijo que tenía leucemia”, admitió la mujer en una entrevista con la cadena televisiva ABC, mientras que el autor de las puñaladas dijo a la estación de radio KOLR10 que “desearía haber sabido que era más manipulación que amor, si hubiera sabido eso, probablemente no estaría en esta situación”.
Asimismo, Gypsy Rose relató a BuzzFeed algunos detalles sobre su madre.
“Ella me usó como un peón (...) me afeitaba el pelo y decía: ‘se va a caer de todos modos, ¡así que vamos a mantenerlo bonito y ordenado! Creo firmemente que el asesinato no está bien, pero al mismo tiempo, no creo que merezca tantos años como tengo. Creo que sí merezco pasar un tiempo en prisión por ese crimen, pero también, entiendo por qué sucedió”, declaró.
“Con mi madre no podía caminar. No podía comer. No podía tener amigos. No podía salir afuera y jugar con amigos o cualquier otra cosa. Siento que soy más libre en la cárcel que viviendo con ella, porque ahora se me permite vivir como una mujer normal”.
Hoy tiene 31 años y sigue tras las rejas, pero a finales de 2023 podrá reclamar libertad condicional. Junto con ello, en 2019 también anunció que empezó a escribir su propio libro autobiográfico, en el que relata las traumáticas experiencias que tuvo que vivir.
La serie de televisión The Act está basada en su caso, mientras que la película Corre está inspirada en este. De la misma manera, el documental Madre muerta y querida profundiza en su caso, el cual se ha posicionado como una de las más polémicas en la historia de Estados Unidos.