Cuando se piensa en artistas que hayan basado sus obras en torno a su relación con una ciudad, el nombre de Edward Hopper (1882-1967) aparece como uno de los primeros.
Las pinturas que reflejan su visión de Nueva York se han convertido en algunas de las piezas más buscadas y elogiadas por los coleccionistas de arte, mientras que por estos días, el Whitney Museum of Art de la Gran Manzana expone cientos de objetos relacionados al artista, los cuales fueron prestados por algunos de los museos más prestigiosos de Estados Unidos.
Pero a pesar de que sus obras están basadas en la ciudad que nunca duerme, diversos especialistas y cercanos al fallecido autor han destacado su capacidad para construir una nueva urbe, la cual transita entre la realidad y una nueva metrópolis edificada por él y su pincel.
Hopper desafiando la perspectiva realista
Si bien, a lo largo de los años se ha tendido a calificar a Hopper como “realista”, su trabajo ha demostrado que fue mucho más allá de aquella etiqueta.
Según informaciones reunidas por el New York Times, fue capaz de pintar nuevos edificios donde no los había, mientras que también se tomaba la libertad de ignorar otros reales e, incluso, de pasar por alto estructuras tan conocidas como el puente de Brooklyn, una pasarela que también excluyó en su propio cuadro, titulado “Habitación en Brooklyn”.
“Su indiferencia hacia los rascacielos es notable en un pintor de la arquitectura neoyorquina”, destacó al citado medio el director del Museo de Arte Moderno, Alfred H. Barr Jr.
Asimismo, en un escrito del fallecido crítico Brian O’Doherty, este dijo que “el misterioso realismo de Hopper te invita a entrar y a probar la lógica de su espacio con referencia a tu experiencia cotidiana”.
Un encuentro de perspectivas
La exposición en el quinto piso del museo Whitney de Nueva York, la cual se mantendrá abierta hasta el 5 de marzo de 2023, no solo reúne algunos de los cuadros más conocidos del artista, tales como “Ventanas en la noche”, “La farmacia” y “Domingo por la mañana temprana”, sino que también presenta material de archivo y algunas de las cartas que escribió desde la residencia en donde pasó la mayor parte de sus días, en Washington Square North.
Y es que precisamente, la azotea de ese edificio fue uno de los lugares que más lo inspiró a lo largo de su carrera y uno de los motivos que explicarían sus particulares perspectivas de chimeneas y espacios reducidos, entre otros.
Según explicó la curadora de la exposición, Kim Conaty, “la identificación de Hopper con esta vista señala su interés personal en este lugar, reivindicando no sólo el espacio que alquilaba dentro del edificio, sino también todo lo que podía ver desde este punto de vista”.
Por otro lado, la sección final de la exhibición, titulada “Realidad y Fantasía”, presenta de manera más explícita cómo el autor fue capaz de seleccionar pequeñas partes del Nueva York real, para así juntarlas con las de la ciudad que vivía en su cabeza.
En sus propias palabras, recogidas del diario personal que mantuvo durante la década del 50, “el soñador y el místico deben crear una realidad en la que se pueda caminar, existir y respirar”.