A sus 26 años, Sharon Tate se había convertido en una de las figuras más elogiadas del cine y la moda. Protagonizó filmes de culto como El ojo del diablo (1966) y La danza de los vampiros (1967), y su talento era uno de los más cotizados en los estudios de Hollywood.
Por aquella época, en agosto de 1969, también se preparaba para dar a luz con su esposo, el director franco-polaco Roman Polanski, pero aquello nunca ocurrió.
No porque tuviera problemas durante su embarazo, sino que más bien, porque fue víctima de una violenta masacre que dejó adicionalmente a otras víctimas. Nada más ni nada menos, que a manos del clan Manson. Sí, el mismo grupo que lideró el criminal estadounidense Charles Manson y que era apodado como “la familia”.
Es inevitable pensar que si Tate estuviese viva acumularía más títulos en su historial, pero no lo está. De hecho, el pasado 24 de enero habría cumplido 80 años.
Sharon Tate, la joven estrella que murió a manos del clan Manson
Nació el 24 de enero de 1943 en Dallas, Texas, como la primera de tres hijas entre un militar estadounidense y una ama de casa. Durante su infancia, el trabajo del padre llevó a que se cambiaran en reiteradas ocasiones de residencia, hasta el punto en que pasó por seis colegios diferentes y llegó a graduarse de la media en Verona, Italia.
Aquello no impidió que resaltara entre el resto de las jóvenes, ya que solía participar en concursos de belleza en los que generalmente salía premiada.
Desde pequeña tuvo una gran atracción por las luces, el maquillaje, los vestuarios. Todos esos elementos que convierten a las películas en una delirante fantasía que se encuentra con la realidad.
Su primer acercamiento a ese mundo fue durante el rodaje de Hemingway’s Adventures Of A Young Man (1962), una cinta del director Martin Ritt que se basa en la obra del escritor Ernest Hemingway y que varias de sus escenas fueron grabadas en Italia.
La posibilidad de saltar a la fama estaba cerca de Sharon Tate, por lo que no dudó en acercarse al equipo y solicitar un papel secundario. No tenía nada que perder y había mucho que ganar. Y de hecho, ganó: fue seleccionada para estar en el reparto.
Uno de los participantes que más se sorprendió con su imponente presencia fue Richard Beymer, uno de los actores principales. Aquella mirada penetrante, sus movimientos delicados y un talento único para encarnar la juventud, llevaron a que incluso le pidiera ser su novio después del rodaje.
Ella aceptó, pero su relación terminó al poco tiempo. Y después de participar en otras que se grabaron en Italia y de tener un acercamiento con el célebre actor Jack Palance, Tate volvió a Estados Unidos con su familia y decidió apostar a lo grande: quería ser una estrella de la gran pantalla.
Tate: la musa que conquistó Hollywood
Ya en su país natal, comenzó a ir a pruebas para conseguir papeles de cine y televisión. Los primeros fueron menores y en cintas como Mister Ed (1963) y El agente de CIPOL (1965), pero no estaba satisfecha.
Por esos años también tuvo una complicada relación con el actor francés Phillipe Forquet y otra con el estilista Jay Sebring en 1964, con quien —sin saberlo— después tendría una trágica experiencia en común: ser víctimas del mismo atentado.
Aun así, ninguno de los noviazgos perduró y Tate siguió concentrada en su carrera, hasta que finalmente consiguió su primer papel como protagonista, en el filme de terror El ojo del diablo (1966).
Poco después conoció al cineasta Roman Polanski, quien ya gozaba de fama por obras como El cuchillo bajo el agua (1962) y Repulsión (1965).
Según la prensa de la época, tuvieron un primer encuentro casual en Londres, pero pasó un tiempo hasta que volvieran a encontrarse.
¿En qué momento lo hicieron? Cuando un cercano le sugirió que la incluyera en el reparto de La danza de los vampiros (1967). Él accedió y comenzaron el rodaje de una película en la que Tate tuvo que repetir innumerables veces las escenas, debido al perfeccionismo del director.
Pero lejos de distanciarlos, aquello los unió más, por lo que iniciaron un intenso romance que perduró hasta el fin de los días de Tate. Y a pesar de que Sebring trató de volver con ella cuando se enteró de su nuevo amor, no lo consiguió, por lo que se distanció de esa idea y formaron una cercana amistad.
La pareja se posicionó entre las más conocidas del espectáculo y las carreras de cada uno sobresalían de manera independiente. En su caso, era percibida como toda una modelo a seguir, una musa que brillaba como ícono de los 60.
Por desgracia y sin que nadie lo esperara, esa luz se apagó repentinamente.
El asesinato de Sharon Tate
Ella y el director se casaron a inicios de 1968, en un evento al que asistieron numerosas celebridades y que tuvo cobertura en las revistas más leídas de la época.
A partir de ahí, organizaron fiestas cada fin de semana y se cambiaban constantemente de casa. Fue durante ese periodo cuando quedó embarazada de quien sería su primer bebé.
Un día, a inicios de agosto de 1969, Polanski preparó sus maletas para viajar a Londres con el objetivo de planear su próxima película. Antes de dejar el hogar que tenían en Cielo Drive en Los Ángeles, California, le dejó a Tate una copia del libro Tess, la d’Uberville (1891) de Thomas Hardy, la cual tenía en su primera página una nota que decía “es una gran novela para llevar al cine”.
Sharon estaba embarazada de ocho meses —cerca de dar a luz— y ante la ausencia de su esposo, decidió reunirse con unos amigos para salir a comer. Entre ellos, su ex novio y actual amigo Jay Serling.
Cuando ya se hizo tarde, volvieron a la residencia de Cielo Drive para seguir con las conversaciones. El calendario marcaba el 9 de agosto. Según datos reunidos por National Geographic ya estaban durmiendo cuando, cerca de las 22:30, cuatro miembros de “la familia” se dirigieron hacia el lugar con cuchillos y pistolas.
Sus nombres eran Tex Watson, Susan Atkins, Linda Kasabian y Patricia Krenwinkel, y tenían la orden de asesinar a todos los que se encontraran en la vivienda, debido a que Charles Manson creía que el productor Terry Melcher —antiguo residente— seguía viviendo ahí y quería verlo muerto por haberse negado a permitirle grabar un disco musical.
El resultado: una sangrienta masacre que terminó con las muertes de varias personas, tales como Jay Sebring y la mismísima Sharon Tate, quien tenía al bebé de ocho meses en su vientre y recibió cerca de 16 puñaladas.
Más tarde, los policías revelaron que la escena del crimen estaba teñida de rojo y que incluso uno de ellos “estropeó” la evidencia al apretar un botón para abrir la puerta automática e irse por unos instantes.
En sus palabras, el horror era tan grande que simplemente “tenía que salir de ahí”.
Hay una amplia variedad de documentales y películas que retratan cómo fue ese trágico episodio, pero una de las más conocidas es la reciente Había una vez en Hollywood (2019) de Quentin Tarantino, la cual mezcla aspectos reales y ficticios, y cuenta con Margot Robbie en el papel de Sharon Tate.
Puedes ver dicha cinta en Netflix.