Esta semana, la ministra de la Secretaría General de Gobierno, Camila Vallejo, viajó hasta Luxemburgo para participar en un encuentro de la OCDE, en el cual líderes mundiales de diversos países se reunirán para discutir una serie de temas.
Uno de ellos y el que ha causado más debate en distintos sectores políticos, es el de las denominadas fake news (o noticias falsas en español), es decir, contenidos que generan desinformación entre la población.
En medio de una era digital en que la posibilidad de compartir, crear y editar contenidos está al alcance de cualquiera con un computador o un teléfono celular, la sobrecarga de información imprecisa o errónea se ha convertido en un tópico que preocupa a los expertos en comunicación.
Según comentó el encargado de comunicaciones de Reuters Institute, Eduardo Suárez, durante un conversatorio de la Universidad Diego Portales, aquello se traduce en que “si hay 10 personas en una habitación, 7 desconfían de las noticias”, mientras que la polarización política durante el estallido social también habría influido en la migración a plataformas como Facebook, Instagram y Twitter.
La desinformación en redes sociales
Frente a esta situación, diversos grupos de comunicadores se han organizado para ejercer labores de fact-checking, es decir, analizar contenidos en redes sociales y canales informativos para comprobar su veracidad.
Una de ellos es Fast Check, un medio de comunicación que inició sus operaciones a través de Instagram el 22 de octubre de 2019, pocos días después de iniciado el estallido social.
Según comenta el director y editor general de la plataforma, el periodista Fabián Padilla, durante ese periodo recibían cerca de cien mensajes diarios provenientes de usuarios que les enviaban contenidos para analizar, mientras que la cantidad de seguidores en la cuenta llegó a los 100.000 en el periodo de un mes.
Hoy su comunidad reúne a 250.000, tras aproximadamente tres años de trabajo.
“Era una locura en ese momento”, recuerda el fundador de Fast Check, quien recalca que la recepción de contenidos relacionados a la política y las acciones de las fuerzas policiales se extendieron hasta un año después del hito en sí, “el tema estuvo ahí latiendo siempre”.
Asimismo, cuenta que tanto ese periodo como el punto cúlmine de la pandemia fueron los más intensos en cuanto a análisis de contenidos.
En el caso de la crisis sanitaria, la cual se intensificó en 2020, detalla que su duración temporal facilitó que se generaran “distintas narrativas de desinformación (...) por ejemplo, sobre las vacunas, las mascarillas, los gobiernos o la OMS, eran diferentes formas de desinformar sobre lo mismo, por lo que había que prepararse muy bien para enfrentarlas a todas”.
Junto con ello, los otros periodos en donde el trabajo de Fast Check se intensificó fue para las elecciones presidenciales y los plebiscitos en torno al futuro de la Constitución, aunque Padilla destaca que si bien fueron “fuertes”, también fueron “acotados” en tiempo si se comparan con la pandemia o el estallido.
Un concepto en discusión
Entre las organizaciones que realizan fact-checking y los expertos que estudian el fenómeno de la desinformación en redes sociales, el concepto de fake news como tal ha ido perdiendo cada vez más terreno.
El director del Observatorio de Datos de la Universidad Adolfo Ibáñez, Carlos Franco, quien trabaja junto a alumnos y otros docentes para identificar material de este tipo, recalca que “es un término que muchos han tomado con objetivos propagandísticos y eso lo vuelve peligroso, tanto así que hoy la academia se pregunta si seguir hablando de fake news”.
Uno de los principales motivos es la utilización popular del concepto para referirse a contenidos con los que no se quiere estar de acuerdo, mientras que otro, recalca el especialista, es que “si un contenido es falso, no puede ser una noticia” como tal.
Aquello ha llevado a que tanto el Observatorio de Datos como Fast Check utilicen una serie de términos para destacar distintos matices en la veracidad de una información. Por ejemplo, esta última utiliza las categorías: real, incompleto, añejo, impreciso, engañoso, falso, irreal y chequeado.
En este sentido, Franco destaca que el uso de las palabras fake news aun se sigue utilizando comúnmente en los medios de comunicación porque “como está tan a la mano, está tan en boga, es una una manera de entrar en las conversaciones de la gente y de explicar en sencillo y a grandes rasgos qué es lo que hacemos”.
“Si nos vamos en términos más precisos, también se está usando detección de engaño, porque hoy encontramos curriculums vitae falsos, perfiles de Tinder falsos, reseñas de restaurantes que son falsas. Esto pasa en todos los ámbitos en donde la gente necesita información para poder hacer su vida”, dice.
“Por eso estas temáticas son tan importantes (...) hacia allá van las investigaciones”.
Asimismo, Padilla añade que dentro de los desafíos y complejidades para combatir la desinformación en la actualidad, se encuentra la dificultad de analizar contenidos que circulan en redes de mensajería privada como WhatsApp.
“Hoy es muy difícil saber qué está pasando ahí. Es una red social en donde obviamente hay desinformación entre personas, pero también la hay en grupos (...) es complejo”, cuenta, para luego citar un estudio de Maldita, un medio de verificación que opera en España.
En aquel documento publicado a mediados de 2021, analizaron la veracidad de una serie de mensajes que fueron compartidos reiteradamente dentro de la aplicación, hasta llegar al chat de la organización de fact-checking. Al revisar los resultados, los especialistas notaron que “el 78% de las alertas de Whatsapp con atributo FF (reenviado frecuente) terminaron siendo desinformación”.
Cómo identificar un medio de fact-checking
A pesar de que hay medios conformados por especialistas que se encargan de evaluar la veracidad de contenidos en redes sociales, como lo hace La Tercera en este canal; también existen cuentas que se presentan como dedicadas al fact-checking, pero que comparten información errónea o engañosa, o no cuentan con expertos en la temática al interior de su equipo.
Es por esto que el académico y periodista Carlos Franco destaca una serie de elementos a considerar a la hora de revisar una página web o un perfil en alguna aplicación de Internet.
“Cuando una persona dice que es fact-checker, la audiencia debiese observar si esa agrupación transparenta su metodología, si explica por qué usa los calificadores, si dice quién la financia, y si transparenta si tienen militancia política o si la iniciativa es respaldada por alguna entidad con intereses políticos”, explica el experto del Observatorio de Datos, “esas son algunas de las cosas que tienen que ver con códigos de transparencia”.
Asimismo, recalca la importancia de que se eduque a la población en torno a estas temáticas: “Las personas debiesen tener las posibilidades de conocer qué pedirle a esos nuevos medios, sino cualquiera se puede poner la capa de fact-checker y pasar gato por liebre”.