Cuando Janine Lariviere y Roger Gural buscaban un colegio privado para matricular a sus dos hijos, optaron por el Saint Ann’s de Brooklyn Heights. El establecimiento es uno de los más prestigiosos de la ciudad de Nueva York y es conocido por sus particulares métodos de enseñanza.
Ahí no se asignan notas por evaluaciones y se promete fomentar las habilidades de los alumnos de manera individual, una propuesta que ellos consideraron adecuada.
De hecho, el menor de ellos, Ellis, era constantemente alabado en los informes escolares por sus capacidades artísticas y por su preocupación hacia el resto de sus compañeros, pero a tres meses de una expulsión repentina del colegio de élite, terminó atentando contra su vida.
Hoy, sus padres acusan que el comportamiento de la escuela contribuyó al suicidio de su hijo de 13 años y se encuentran en medio de una batalla legal para que se apliquen cambios en las políticas internas de Saint Ann’s.
La expulsión del colegio de élite
El joven cursaba su octavo curso en el establecimiento cuando, el 3 febrero de 2021, su madre recibió un correo electrónico. En él, se le informó que “a pesar de los progresos recientes”, Ellis no podría entrar al noveno nivel.
Aquello generó múltiples dudas en Janine Lariviere y Roger Gural, ya que su hijo frecuentemente era elogiado por ser una influencia positiva, un artista de “gran talento” y por tener un buen comportamiento.
Cuando Ellis se enteró, “se echó a llorar”, según contó ella recientemente al New York Times.
“No quería que le consolara. Estaba muy dolido. Esto es lo más doloroso para mí, porque no sabía cómo protegerle”, aseguró.
Tres meses más tarde, en mayo del mismo año, Ellis atentó contra sí mismo y dejó una nota que terminaba con una oración en particular: “Que el colegio no haga una asamblea sobre esto”.
Al mes siguiente, sus padres presentaron una demanda en contra de Saint Ann’s, el director y los administradores.
Según manifestó su abuelo, Jeffrey Gural, la familia cree que si no lo hubiesen expulsado, Ellis “estaría vivo”.
“Celebramos los atributos de cada niño (músico con talento, lector superdotado, artista notable) al tiempo que animamos a todos nuestros alumnos a creer que pueden sobresalir en infinidad de actividades”, es la promesa de Saint Ann’s, un recinto laico fundado en 1965 en el sótano de una iglesia episcopal, el cual resume su filosofía con que “si el alumno aprende mejor debajo de la mesa, será mejor que te metas ahí con él”.
Un ránking elaborado por The Wall Street Journal en 2004 la posicionó como la mejor escuela privada de Estados Unidos, basándose en el número de egresados que llegan a las universidades más prestigiosas del país.
Los costos monetarios de Saint Ann’s también lo hacen un espacio exclusivo. Según el Times, la matrícula para el jardín de niños empieza en $53.750 dólares, es decir, más de 44.5 millones de pesos chilenos.
Pero más allá de aquello, el énfasis artístico es lo que llamó la atención de los padres de Ellis. Janine Lariviere es artista, mientras que Roger Gural es hijo de unos principales promotores inmobiliarios de la Gran Manzana y dirigió la pastelería de lujo Arcade Bakery en TriBeCa, hasta que una artritis reumatoide lo llevó a cerrarla en 2019.
Para ella, los métodos de Saint Ann’s “implicaban que serían aceptados y educados como individuos”.
“‘Arte’ era una especie de código que para mí significaba que no eran neurotípicos. No es que pensara así de mis hijos, pero creía que había espacio para ser personas no convencionales”.
La experiencia del joven
Durante sus primeros dos años en Saint Ann’s, Ellis destacó como un “estudiante sobresaliente” y “obviamente dotado artísticamente”, según detallaron los profesores en sus informes. También era considerado un buen compañero y tenía relaciones fructíferas con los otros niños.
Más tarde, mientras estaba en segundo y tercer curso, empezó a presentar signos de dislexia y trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), por lo que los padres contrataron a un tutor particular para que trabajara con él.
Desde Saint Ann’s les recomendaron una evaluación neuropsicológica para su hijo y hasta les sugirieron una profesional, quien según Roger Gural, dijo que Ellis tenía un alto coeficiente intelectual y una buena comprensión lectora, aunque también problemas con ciertas letras y números al escribir.
La madre le preguntó si debía retirarse del colegio para asistir a uno para niños con diferencias de aprendizaje, a lo que ella contestó que “eso sería exagerado”, ya que podría aburrirse.
Dicha respuesta fue contraria a lo que pensaban en Saint Ann’s. Cuando Ellis llevaba un mes en tercer grado, la directora del primer ciclo de primaria, Gabe Howard, le dijo a sus padres que debía irse a otra escuela para cursar cuarto.
Su argumento, según Janine Lariviere, fue tajante: “No creemos que podamos ayudarle”.
La situación los sorprendió. Después de todo, acababan de ver a una neuropsicóloga que les aseguró que Ellis tenía las capacidades para seguir ahí con el apoyo de su tutor particular.
“Ella debería haber dicho: ‘Este es nuestro plan para que su hijo tenga éxito’. En vez de eso, que solo fue: ‘Búsquese otro colegio’”, descargó Janine Lariviere, haciendo referencia a las promesas de Saint Ann’s.
Tras ser consultados por el Times, desde la escuela declinaron hacer comentarios al respecto. Y anteriormente, en junio, enviaron una carta a los padres de Ellis en la que aseguraron que su demanda tenía “una serie de acusaciones inexactas y engañosas”, además de que se defenderían “enérgicamente contra cualquier acusación falsa”.
Pese al primer aviso de que no podría volver al cuarto curso, finalmente pudo hacerlo, aunque bajo el costo de una relación tensa entre la familia y la institución.
Cinco años después, cuando Ellis estaba por finalizar octavo grado, se les confirmó que no podría entrar al noveno. Y a tres meses de ese anuncio, ocurrió la tragedia.
Una lucha constante
El profesor de liderazgo, derecho y política educativa en el Brooklyn College y en el Centro de Postgrado de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, David Bloomfield, declaró al New York Times que la ley no obliga a los recintos privados a retener a sus alumnos hasta que terminen sus estudios.
Aún así, aseguró que hay “un compromiso ético”, más en colegios como Saint Ann’s que “no son solo instituciones educativas”.
“Saint Ann’s se nutre de ser una comunidad, y uno pensaría que sería totalmente transparente sobre las normas y expectativas, tanto académicas como de comportamiento”, añadió.
Por su parte, Roger Gural enfatizó que la muerte de su hijo le provocó un dolor “realmente intenso y abrumador físicamente”. Incluso, le escribió una carta al director del colegio, Vincent Tompkins, describiéndole cómo fue cuando se encontró con el joven fallecido.
“Te golpean olas de dolor incontrolables”, precisó al Times.
“Hay una tremenda cantidad de culpa y arrepentimiento. Hay niveles de estrés que están muy por encima de lo que has experimentado en tu vida. Hay capas y capas de la experiencia que, si solo estuvieras lidiando con una de ellas, sería completamente abrumador, y tienes 50”.
Bajo esta línea, aseveró que constantemente se pregunta: “¿Debería haber sido más sensible ese día cuando se enfadó? (...) pero no había ninguna diferencia marcada en su personalidad o comportamiento justo antes de suicidarse”.
Janine Lariviere subrayó que desde Saint Ann’s nunca les dijeron específicamente por qué Ellis tenía que irse, a pesar de que era alabado en los informes escolares.
También hizo hincapié en que cuando él iba en quinto curso, se identificó abiertamente como homosexual, una arista que en el colegio abordaron comprensivamente.
Entonces, ¿por qué lo quisieron expulsar? ¿Aún cuando tenía el apoyo de tutores particulares y especialistas en aprendizaje?
Gural exigió al director Tompkins que lo explicara frente a la comunidad de Saint Ann’s, pero no tuvo respuesta. O al menos, no la que esperaba. Y cuando el establecimiento de Brooklyn Heights anunció que Ellis había muerto por suicidio, no detalló que poco antes le habían informado a sus padres que no tenían un espacio asegurado para él.
“Me dio un ataque de apoplejía (...) porque no contextualizaba en modo alguno cuáles eran los problemas del suicidio de mi hijo. Y dice que la escuela está siendo proactiva para hacer frente a esta crisis de salud mental. Y aquí están, presentando la información sobre la muerte de mi hijo de la forma más halagadora posible. Totalmente deshonesto”.
El abuelo de Ellis, Jeffrey Gural, quien es conocido por ser uno de los principales promotores inmobiliarios de la Gran Manzana, también presionó a la junta directiva y exigió que el director Tompkins dimitiera, además de que se le informara a otros colegios sobre este caso.
“No puedo traerlo de vuelta, pero solo quiero hacer lo que pueda para asegurarme de que ninguna familia tenga que volver a pasar por esto (...) literalmente, recibí una respuesta que decía: ‘No envíe más correos electrónicos a la junta’ (...) de su abogado. ¿En serio? Mi nieto ha muerto”.
El académico de psiquiatría y suicidología en la Universidad de Oslo, Lars Mehlum, explicó al Times sin hacer referencia específica al caso de Ellis que es habitual que los familiares de un fallecido por suicidio tengan el impulso de asignar responsabilidades por el hecho.
“Es normal, algo que forma parte de la adaptación al duelo o a la realidad de la muerte (...) pero solo hasta cierto punto, porque también puedes quedarte atrapado dentro de eso”, declaró, para luego recalcar que aquello causa “mucho dolor”.
La importancia de la salud mental
La fundadora de InsideSchools, una guía de colegios públicos de Nueva York, Clara Hemphill aseguró al Times desde su experiencia que “ninguna de las escuelas privadas (de la ciudad) hace un buen trabajo atendiendo a los niños con necesidades especiales”.
“En general, las escuelas públicas tienen la voluntad pero no la capacidad, y las privadas tienen la capacidad pero no la voluntad. Y si tu hijo tiene necesidades especiales, estás en una situación muy, muy difícil”, agregó.
Al ser consultados por el citado medio, desde Saint Ann’s declinaron responder preguntas sobre cómo asesoran a sus alumnos. Aún así, Roger Gural mostró al diario neoyorquino un correo electrónico del presidente de la junta, en el cual se le dijo que “no hay una política única fija” para determinar por qué un estudiante debe irse o no. En su lugar, se evalúa cada caso individualmente.
Un mes después del fallecimiento, las autoridades del colegio anunciaron la creación de un grupo de trabajo para revisar sus recursos de apoyo académico y salud mental para el alumnado.
Dicha revisión, según el Times, reveló que el personal de apoyo era proporcionalmente la mitad que la de otros establecimientos con características similares. Debido a ello, contrataron a dos miembros más, mientras que el director Tompkins informó que el periodo 2022-2023 sería su último al mando de la institución.
En su demanda —la cual fue retenida hasta que el hermano mayor de Ellis se graduara— la familia pide que Saint Ann’s revise sus métodos de asesoramiento y los haga más transparentes, además de que se refuerce el apoyo hasta que sea como el de los establecimientos privados similares.
Junto con ello, solicitan “daños compensatorios, daños punitivos y honorarios de abogados y costes” sin especificar. Dichos recursos, según Roger Gural, planean destinarlos a una fundación para apoyar a otros estudiantes.
“Me siento fatal. Cometí errores. Puedo perdonarlos. Tenían la responsabilidad en el colegio de ser honestos y revelar honestamente cuáles eran sus políticas y fallaron. De acuerdo. Eres humano, soy humano, fallé. Colaboremos. Intentemos avanzar de forma que esta comunidad sea mejor para los niños y que mi pérdida, el sufrimiento de mi hijo, tenga algún sentido”, sentenció el padre de Ellis.
Si tienes dudas sobre salud mental y prevención del suicidio, puedes llamar a Salud Responde marcando el número 600 360 7777. También puedes encontrar más información siguiendo este enlace.