Han pasado más de 51 años desde que el Vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en la cordillera de Los Andes, el 13 de octubre de 1972. Y los ecos de aquel accidente siguen retumbando en las páginas de la historia.
De los 45 pasajeros que iban en ese avión, 16 murieron tras el impacto —o poco después— y 29 quedaron con vida. Luego, tras 72 días en condiciones extremas, los fallecidos ascendieron a 29 y los últimos llegaron a 16.
Sobrevivieron entre los escombros de la aeronave, los cuerpos de sus seres queridos y la esperanza de escapar del peor escenario de todos, aquel en que predomina la incertidumbre colectiva y en el que ni siquiera se tiene la seguridad de poder volver a salvo, a pesar de los incansables esfuerzos.
No tenían comida, tampoco abrigo ni otros elementos esenciales. La primera reacción fue acercarse para compartir el escaso calor y no morir por el frío.
Incluso, en los días posteriores, escucharon a través de un radiotransmisor que los operativos habían concluido y que ya no estaban buscándolos. Los habían dado por muertos.
¿Cómo iban a sobrevivir en esas condiciones por más de dos meses, a cuatro mil metros de altura y con 30 grados bajo cero?
Parecía imposible, pero 16 de ellos lo hicieron.
El viaje había sido organizado por un grupo de ex alumnos del colegio de hermanos irlandeses Stella Maris y el plan era asistir a un encuentro deportivo en Santiago. Se enfrentaría su equipo de rugbistas, los Old Christians, contra los chilenos Old Boys.
19 de ellos eran del club, 5 eran tripulantes de cabina y los otros eran familiares y amigos.
Pero de un momento a otro, aquella instancia en la que los jóvenes uruguayos correrían bajo los rayos del sol primaveral se tornó en una odisea para sobrevivir entre las pálidas montañas y los robustos hielos cordilleranos.
Lo que ocurrió en 1972 ha inspirado películas, documentales y libros.
Y aquello no es de sorprender: hicieron un pacto de entrega mutua en el que los fallecidos cedieron sus propios cuerpos para que los demás pudieran sobrevivir. Tenían que dar a conocer lo que pasó y sus últimas reflexiones a los familiares que los esperaban en casa.
Pablo Vierci conoce esta historia en profundidad. No solo porque fue compañero de los tripulantes y jugó rugby con ellos durante su etapa escolar, sino que también, porque se dirigieron a él para que los ayudara a contar lo sucedido.
De los 12 libros que ha publicado el escritor, guionista y periodista uruguayo, dos son precisamente sobre el accidente de Los Andes. En aquel entonces, él tenía 22 años.
El primero se titula La sociedad de la nieve (2008) y relata lo que les ocurrió a los involucrados a través de sus propias voces, tanto antes, como durante y después del episodio.
8 años más tarde publicó junto al estudiante de medicina en el momento de la tragedia (y hoy médico), Roberto Canessa, Tenía que sobrevivir (2016).
En conversación con La Tercera, Vierci cuenta que antes de que se publicara La sociedad de la nieve había escrito en 2003 una nota para El País de Uruguay, que tituló: “A nosotros como a los otros”.
“Era un artículo largo, una especie de ensayo, con la historia contada desde el punto de vista de los que no vivieron. Pero no fue un ejercicio literario, fue un ejercicio emocional. Creo que quedó bien, porque fue hecho con autenticidad. Quise ser fiel a ellos”, recuerda el autor.
Aquel escrito fue una suerte de antesala para el libro que vendría más adelante, el cual no solamente cuenta la historia de los que salieron con vida, sino que también la del grupo en su totalidad.
“Cuando llegaron y me contaron lo que ocurrió allá arriba, lo cual fueron ampliando cada vez que hablaba con ellos, más me maravillaba de esas sociedad que construyeron completamente contrafáctica. De que en el peor lugar, ante un cúmulo de adversidades extremas, lo que surge no es lo peor del ser humano, sino la compasión y la misericordia, al revés de todo lo que nos contaron”.
“¿Quién iba a relatar cómo fue el pacto de entrega mutua? Ese tema de la generosidad superlativa, de decir: ‘Somos una rueda, donde hoy soy un sobreviviente y mañana soy combustible, pero la rueda tiene que seguir, porque tiene que atravesar la montaña y llegar a mi casa para contarles a mi papá, a mi mamá, a mis hermanos, qué fue lo que ocurrió’”.
Bajo esa línea, enfatiza que “lo peor era que no hubiera una historia, que hubiera quedado una cápsula enterrada en el glaciar, como está el fuselaje ahora”.
“Era una especie de compromiso conmigo, con los que murieron y con los sobrevivientes”.
El accidente de Los Andes: una historia humana
Pese a que además de los libros mencionados se han escrito otros como ¡Viven! (1974) del británico Piers Paul Read, por solo nombrar uno, Vierci destaca que conocer y recordar el accidente del Vuelo 571 es imprescindible, ya que “no es solo un homenaje” a los que estuvieron ahí.
Dice que a diferencia de lo que se puede encontrar en casos y ficciones apocalípticas en los que predomina el “sálvese quien pueda”, en esta historia tan real como increíble “existe un antídoto para esa versión del ser humano”.
“Está en ese ejemplo tan exuberante, desmesurado, injusto y a la vez con épica, con generosidad extrema, qué es lo que pasó en el 72, donde estaban perdidos, abandonados por la sociedad del llano”, asegura Vierci, para luego añadir que entiende el protocolo de las fuerzas aéreas de buscar por 10 días y que no podían arriesgar las vidas de pilotos para encontrar a un grupo de personas que habían sido declaradas como muertas en aquel momento.
En este sentido, afirma que “hoy no ocurriría eso, porque hay otros instrumentos de búsqueda, pero es razonable”.
“Es independiente de lo que la sociedad del llano tenga que disponer y de la reglamentación. Es la sensación del que lo vive (...) Es que estos jóvenes veinteañeros hayan creado una sociedad pautada por todo lo contrario a lo que nos enseñan las ficciones. Estaba pautada por la misericordia, donde lo prioritario desde el primer momento son los heridos. El primer gesto que tienen es abrazarse para no morir congelados. Es instintivo, pero es también una acto que es casi una metáfora”.
Por eso, dice Vierci, “es una historia donde se van pasando la posta desde el primer día”.
“Además es muy disruptivo en el sentido del coraje y de la bondad. El pacto de entrega mutua ocurre en el año 72, cuando el concepto de donación de órganos no existía como lo es hoy (...) el primer trasplante de corazón fue en el 67 y hubo un gran debate ético (...) ¿por qué es necesario contar este legado? Porque nos reconcilia con el ser humano”.
Ante una sociedad que históricamente presenta retrocesos —a través de actos como los enfrentamientos armados— , el autor uruguayo plantea que “necesitamos de estos antídotos y máxime cuando es un antídoto que tú podés recrear en un libro como este o en una película (...) es poderoso”.
“¿Cómo voy a dejar que eso se pierda? No. Me sentiría muy mal conmigo, con ellos, incluso con la sociedad contemporánea, porque esto me reconcilia con el ser humano. Necesitamos esos antídotos y hay que difundirlos. Y por eso la película (...) todos van a poder ver que ante los momentos de desazón que constantemente vivimos en nuestra vida, tú puedes abrir esa ventana y mirar ese episodio que es inspirador y donde yo veo ahí lo que no estoy viendo en otro lugar, o sea, lo mejor del ser humano, no lo peor”.
La sociedad de la nieve a la gran pantalla
El pasado 1 de septiembre, más de 300 personas se reunieron en un cine de Montevideo, la capital de Uruguay, para ver la cinta que el cineasta español Juan Antonio Bayona dirigió basándose en las páginas de La sociedad de la nieve.
El proceso de rodaje duró ocho años en total y Vierci ejerció como productor asociado en lo creativo (él mismo explica en detalle en su libro cómo se dio paso al proyecto y cómo se generó un vínculo de confianza para recrear la historia).
Entre los asistentes se encontraban los sobrevivientes, sus familias y los familiares de los fallecidos en la tragedia.
“Fue la escena más conmovedora que he vivido, como una especie de abrazo reconciliador. Si hubo alguna herida porque yo no comprendí cómo murió mi hermano, esa herida está cerrada”, recuerda el escritor en entrevista con LT.
“Los libros calan hondo en un aspecto, pero para recrear cómo se vivió una peripecia así, una película puede hacerlo tan hondo o más que un libro, porque tienes la imagen, la actuación y el aroma. Los sobrevivientes decían ‘estamos oliendo lo que se olía ahí adentro’. Si todos acompañamos la sucesión de peripecias, nos ponemos en la piel del otro, nos ponemos en sus zapatos, logramos sentir empatía. Y si sientes empatía, comprendes mucho más. Se te abre una ventana que estaba cerrada. Estamos abriendo ventanas que estaban entrecerradas hace 51 años. Pero esto es, como dice (Roberto) Canessa, un laboratorio del comportamiento humano. Esto es una pequeña historia en cuantitativa, pero vale para cualquiera. Vale para ti. Vale para tu hermano, para personas de culturas completamente diferentes”.
La cinta, también titulada La sociedad de la nieve (2023), ya fue exhibida en Londres (Reino Unido), Los Ángeles (Estados Unidos) y en el Festival de Venecia (Italia), en donde ha sido aclamada por la audiencia.
Incluso, fue elegida como candidata por España al Oscar a mejor película internacional. Las nominaciones finales serán informadas el 23 de enero.
Antes de terminar la entrevista con LT, Vierci recuerda el hito de cuando Roberto Canessa y Nando Parrado escalaron más de 4.600 metros de nieve para llegar a la cima y después bajar hacia un valle, en el que tuvieron contacto con el arriero chileno Sergio Catalán en las orillas del río El Barroso.
Aquella travesía en la que ocuparon todas sus fuerzas a pesar de las heridas y el paso del tiempo llevó a que pudiesen ser rescatados todos los sobrevivientes el 22 de diciembre de 1972.
Catalán se encargó de ir a buscar ayuda.
“Y cuando llaman a la FACH y al Cuerpo de Socorro Andino, hacen el rescate más arriesgado de la historia de la aviación chilena y son chilenos que arriesgan la vida”, asegura el escritor, quien a lo largo de su carrera ha obtenidos dos veces el segundo Premio Nacional de Literatura de Uruguay, en 1987 y 2004.
De hecho, posteriormente los sobrevivientes entablaron una amistad cercana con Catalán, hasta el punto en que cuando necesitó operarse la cadera, reunieron fondos para ayudarlo con su intervención quirúrgica.
Cuando murió a sus 91 años en 2020, en Puente Negro, Gustavo Zerbino viajó desde Uruguay hasta Chile para despedirlo y agradecerle su ayuda, en representación de los que iban en el Vuelo 571.
“Ahora la antorcha, para mí la tomó Bayona y el equipo que está con él, en el que me incluyo. Nos ayudaron los sobrevivientes, los familiares, los pilotos, la Fuerza Aérea, los Carabineros. Todos nos ayudaron”, sentencia Pablo Vierci.
El filme La sociedad de la nieve se estrenará en cines durante diciembre y luego estará en Netflix desde el próximo 4 de enero.
Revisa un tráiler a continuación.