“Raramente salimos. Sólo al correo o a comprar comida, pero casi siempre pedimos delivery. No hemos visto a nadie, cero vida social, salvo a nuestra hija y su marido que vienen los fines de semana. Hemos estado básicamente encerrados por cuatro meses”, dice Paul Auster al teléfono, desde su casa en Brooklyn, donde este destacado escritor norteamericano vive hace décadas junto a su esposa, la también reconocida escritora Siri Hustvedt. En esa casa antigua y cálida ha escrito una buena parte de su obra. Una que incluye, a sus 73 años, novelas como La música del azar, El palacio de la Luna, Leviatán, Trilogía de Nueva York, La invención de la soledad, Sunset Park, 4321, entre muchas otras. Acaba de terminar un nuevo libro, sobre el escritor Stephen Crane, y está trabajando en las últimas correcciones.
-A ustedes, al parecer, les dio coronavirus.
-Sí, aunque no lo sabemos con certeza porque no nos hicimos el examen. A Siri le dio más fuerte, para mí no fue tan malo. Es muy posible que lo hayamos tenido. Y eso me lleva a otro tema: los números que leemos en los diarios no tienen nada que ver con la realidad de lo que está pasando. Hay quizás 10 veces más de gente contagiada de lo que se sabe. Yo mismo conozco a 25 personas que muy probablemente lo tuvieron, pero que no son parte de las estadísticas porque nunca fueron testeados, pero estuvieron muy, muy enfermos.
-¿Cómo han vivido estos meses?
-Mira, nuestras vidas han sido siempre muy quitadas de bulla. Estamos en casa, escribiendo. Y eso no ha cambiado. Somos viejos, y no tenemos un trabajo al que tengamos que ir. No hemos perdido nuestros trabajos, tenemos suficiente dinero en el banco para cubrir nuestras necesidades. Somos muy afortunados, no tenemos nada de qué quejarnos. Cuando veo a mi alrededor el sufrimiento, casi me da vergüenza lo fácil que ha sido.
-Ahora en Estados Unidos se vive un rebrote.
-Ha habido un tremendo recrudecimiento en el país y volverá a Nueva York, es como un partido de ping-pong… Esto no ha pasado, y no creo que haya pasado para ninguno de nosotros, hasta que haya una vacuna. Cada intento de reabrir ha sido contraproducente, salvo en muy pocos países, como Nueva Zelanda, donde se ocuparon bien del asunto. Es un país pequeño, y parecen haberlo hecho mejor que cualquier otro país en la Tierra.
-¿Cómo describiría la situación en su país?
-Estados Unidos está en un estado de absoluto caos. Es un tiempo diferente a ninguno que yo haya vivido. Y he vivido mucho tiempo, prestando atención a la política y la vida norteamericana desde hace 60 años, desde que tenía 12 o 13 años. Y puedo decirte que esto es peor que nunca. Y no sé lo que va a pasar… siento que todo el futuro del país está en crisis ahora.
-¿Por qué?
-La democracia americana puede colapsar, y absolutamente girar hacia un estado autoritario. O no. Y sólo a través de una reinvención extraordinaria del país y una confrontación con el pasado, seremos capaces de tener un futuro. Es posible, pero no hay certeza de ello de ninguna manera. Realmente no sé qué va pasar. La elección (presidencial, en noviembre) es muy importante y veremos qué sucederá. Nunca he estado tan incierto sobre qué es este país y hacia dónde va. Sólo puedo decirte que estoy al borde de mi asiento cada día, mirando muy de cerca cómo van las cosas.
-Además de la pandemia, también tienen la crisis política y también las protestas contra el racismo. ¿Cómo describiría este 2020?
-Yo diría que hay tres o cuatro asuntos principales, separados, pero conectados. La primera es el gobierno federal y cómo ha tratado la pandemia. Y allí tenemos dos factores: el Presidente y el Partido Republicano. Por al menos 50 años, este partido se ha ido moviendo cada vez más hacia la derecha. Ahora es un partido no democrático, es uno que quiere destruir el gobierno, que cree que el gobierno es una fuerza en la que nadie debiera depender, sino que estamos todos solos. No hay algo así como la sociedad. Para ellos, el gobierno sólo debe ocuparse de la defensa. Destriparon el gobierno. Esa es su política.
-¿Y el factor Trump?
-Bueno, después tienen a este maníaco, a este lunático, que se transforma en presidente y que hace todo lo que ellos han querido en estas décadas. Que no entiende nada: este hombre es tan ignorante, que no sabe que ganar este puesto requiere tomar responsabilidades. Y él huye de sus principales responsabilidades. Y que cuando tenemos una emergencia nacional, no hace nada.
“Este es un ejemplo para ilustrar lo que pasa: es como si fuera 9/11 y los dos aviones chocan contra los edificios en Nueva York. Se caen. Tres mil personas son asesinadas en una mañana. Y el Presidente de Estados Unidos toma el teléfono y llama al gobernador de Nueva York y le dice: “Este es tu problema, pasó en NY, soluciónalo tú”. Y es exactamente lo que Trump hizo con el coronavirus. Ha hecho esa llamada 50 veces, diciéndole a los gobernadores que es su problema y que es su trabajo arreglarlo”.
-¿La consecuencia?
-No hay coordinación nacional. Tenemos gobernadores republicanos que han hecho un gran daño, porque no han hecho nada. Y en esos lugares están sufriendo mucho. Y estados demócratas donde se han portado de manera más responsable, aunque lenta al principio, pero más responsable en el largo plazo. Pero estamos tan politizados en este país que usar o no mascarilla se ha transformado en un tema político. Eso es lo que Trump ha hecho, con el completo apoyo del Partido Republicano; creo que sólo hay dos o tres republicanos en el Congreso que se han opuesto a él.
-¿Y qué pasa con las consecuencias económicas?
-Ese es el otro factor. El dinero que sí dieron al principio para ayudar a los trabajadores que perdieron sus trabajos, se va a acabar a finales del mes, y los republicanos dicen que no quieren dar más. Que debiéramos tener una pausa, dice (el senador) Mitch McConnell. Mientras, el virus no está en pausa, ni la pobreza, ni la renta, ni los gastos. La gente va a quebrar si el dinero no llega. Puedo ver venir el hambre, disturbios por comida, todo tipo de consecuencias terribles. Al mismo tiempo, el gobierno federal rechaza darles ayuda a los estados, los que quedarán quebrados por la lucha contra el virus. Incluso Nueva York ha gastado nueve mil millones de dólares por el coronavirus. Los estados requieren por ley equilibrar el presupuesto, no pueden pedir dinero prestado. Entonces, la consecuencia será que los trabajadores de los hospitales tendrán que ser despedidos, y no habrá nadie para protegernos. Eso es lo que está surgiendo en el futuro cercano. Uno sólo puede esperar que el Congreso haga algo.
“El cuarenta por ciento de los estadounidenses no tienen ni siquiera 400 dólares para una emergencia. Este se supone que es el país más rico del mundo, y mucha gente simplemente no tiene”.
-¿Qué ha pasado con el Partido Demócrata, a su juicio?
-El Partido Demócrata, incluso antes de la pandemia, se ha movido hacia la izquierda en los últimos años y ha sido un giro definitivo. Entendemos que el país, lo que tenemos ahora, no funciona. Es una cultura injusta, con mucha diferencia entre ricos y pobres, y mucha gente pobre hoy en los Estados Unidos. El cuarenta por ciento de los estadounidenses no tienen ni siquiera 400 dólares para una emergencia. Este se supone que es el país más rico del mundo, y mucha gente simplemente no tiene. Y muy poca gente tiene muchísimo. No es sostenible. No puedes tener un país que se llame a sí mismo democracia con un funcionamiento así. Millones y millones de personas entienden eso hoy.
Racismo y abuso
La identidad, la historia americana, sus sombras y tensiones son parte de su obra. Las frustraciones y paradojas de la sociedad del país del norte, también. Una de sus más célebres novelas, Leviatán, justamente relata la vida de un escritor-promesa, Benjamin Sachs, que deviene en anarquista que se dedica a hacer estallar réplicas de la Estatua de la Libertad a lo largo de Estados Unidos.
En medio de la pandemia y de la crisis política ocurrió el asesinato de George Floyd a manos de un policía en Minneapolis, lo que desató protestas, reflexiones, cambios y también destrucción de estatuas en todo el país. Pero él dice que lo que perseguía Sachs no tiene nada que ver con lo que pasa hoy.
“Cómo decirlo: esta es, quizás, la vez 500 mil millones que una persona negra es abusada por la sociedad blanca en la historia de Estados Unidos. Todos lo saben. Hubo esclavitud, que empezó hace 400 años, tuvimos linchamientos, tuvimos las leyes de Jim Crow, violación de mujeres, abusos... todo lo que puedas imaginar”.
-¿Qué fue diferente en el caso de George Floyd?
-Este episodio en particular estuvo grabado, duró 9 minutos y porque todo el mundo estaba encerrado en su casa, todos lo vieron. Y de pronto, fue un gatillante que soltó toda esa infelicidad que hay en la sociedad americana, no sólo de los negros, sino también de los blancos. Las locas disparidades e injusticias de la sociedad estadounidense. Y ha desatado las mayores protestas que yo haya visto, y las mayores en la historia de Estados Unidos. Ha seguido por un mes hasta ahora, cada día, y menos fuerte, pero aún sigue. No sólo en las grandes ciudades, dos mil pueblos también han tenido demostraciones a lo largo de todo el país. Y es un cambio remarcable.
-¿Tendrá un efecto perdurable?
-No lo sé. Espero que sí. He tenido tantas esperanzas a lo largo de mi vida... No sé si debería ser pesimista o no, pero ojalá algo nuevo esté pasando... Todos estos fenómenos están pasando a la vez.
-Y a la vez tienen elecciones presidenciales en noviembre.
-Claro, y los republicanos están haciendo prácticamente imposible ir a votar. Saben que no están en la mayoría. No están tratando de persuadir a la mayoría, sino su táctica es evitar que la gente vote por los del Partido Demócrata. Con las nuevas restricciones a votar, han sacado nombres de personas de las listas de votación, cientos de miles. Y por el virus, no es necesario decirlo, tenemos que tener votaciones por correo. ¡Y están desfinanciando el correo ahora! Y al mismo tiempo, Trump está en una campaña de propaganda diciendo que el voto por correo es fraudulento e impracticable. Y está instalando la sospecha en la gente sobre lo que necesitamos ahora para sostener la democracia. Asumiendo que tenemos la elección, y que es apretada en sus resultados, si pierde, va a protestar, incluso quizás no se vaya… no sé qué puede pasar. Entonces, lo que necesitamos es que la elección se efectúe, y que los demócratas ganen por un margen tan grande, que sea incuestionable y no haya más conflicto. Pero no sé si pasará y por eso estoy muy nervioso.
“La mayoría de la violencia ha venido de la policía, durante las protestas. Están aplastando a la gente”.
-¿Qué piensa de la violencia, incendios y saqueos que se vieron en las calles al principio de las protestas?
-A veces es la rabia de la gente sin voz. Ha pasado antes. Pasó después de que Martin Luther King fue asesinado. Lo remarcable esta vez es lo poco que fue. La derecha lo agrandó, como si hubiera una ola de anarquismo salvaje en el país. La mayoría del saqueo fue hecho por niños, jóvenes adolescentes. Y después de una semana, se pasó. La mayoría de la violencia ha venido de la policía, durante las protestas. Están aplastando a la gente.
-¿Le sorprendió la intensidad de las protestas y la ruptura que hay en la sociedad?
-Me impresionó el tamaño y lo sostenidas que han sido. Esto no ha pasado antes. He vivido el movimiento por los derechos civiles, el movimiento contra la guerra (de Vietnam)...
-¿Y no eran tan grandes como éste?
-No, porque en esta época de redes sociales, las reuniones se pueden organizar en un solo día. Antes, dos o tres meses. Es más grande y más sostenido, y ha incluido a un rango más amplio del público del que haya visto antes. Veremos.
Arte en tiempos de pandemia
Paul Auster hace una pausa para recordar que estuvo en Chile, con Siri Hustvedt. Y que almorzó con la entonces Presidenta Michelle Bachelet en La Moneda. Dice que la recuerda con mucho afecto, y pide que por favor lo ponga en esta entrevista. “Es una mujer extraordinaria, hay líderes como ella en el mundo, eso da esperanza”.
-En este momento tan importante de la historia, ¿cuál es el rol de las artes y la cultura en esta redefinición?
-Bueno, el arte no es acción política. El arte no va a transformar de inmediato la sociedad. Ni va a evitar que los niños sufran hambre, en ese sentido es inútil. El arte sirve otra función, de tipo espiritual. Abre las mentes y corazones de las personas a las vastas posibilidades de la vida humana. Hablando de las artes narrativas, la literatura, el teatro, la novela, el cine nos conectan con otros seres humanos. Pueden crear cambios espirituales en nosotros. El arte siempre estará. No puedes evitar que la gente haga arte, porque es una necesidad humana. Necesitamos hacer poemas, cantar, pintar cuadros... Imagina el mundo sin eso, sin música o libros, o danza... es eterno, es una necesidad, es como la comida, una comida espiritual. Si no tenemos arte, moriremos espiritualmente.
-¿Tiene esperanza en la nueva generación?
-Sí. Son los menos racistas de todas las generaciones previas. Muy tolerantes y abiertos de mente y están contra el capitalismo brutal. No todos, pero gran parte de ellos. Y eso es muy estimulante.
-Están experimentando una vulnerabilidad que como generación no habían sufrido antes, de esta manera.
-Siento pena por la gente joven. Si tienes la edad de mi hija Sophie, que cumple 33 el lunes, bueno, ella tenía 14 para el 9/11. Ocho años después, cuando tenía 21 o 22 años, le tocó la crisis económica y recesión de 2008 y 2009. Y a los 30, esta pandemia. Es casi una pequeña carrera para una generación respecto de eventos mundiales. Al mismo tiempo, no estamos enfrentando nada como la Segunda Guerra Mundial. Eso sí que fue horrible.
Sobre su hija, cuenta que le impresiona que siga haciendo su música a través de medios digitales, y que con otros músicos está haciendo proyectos online. “Hace shows desde su departamento cada viernes por Instagram. La ven desde todo el mundo, y le mandan mensajes de qué canción le quieren pedir”.
-¿Vamos a valorar más la presencia humana después de esto?
-Sí, he estado hablando mucho con mi editora por el libro. Y ella me dice que esto es tan cansador, porque es todo por Zoom. Todos están tan agotados con esto. Cosas que antes tomaban treinta segundos de conversación a la pasada, ahora toman una hora de reunión por Zoom. Una pequeña conversación toma infinito.
Paul Auster se pregunta cuándo volverá esa manera de relacionarnos, que parece de épocas tan pasadas.
Antes de despedirse y cortar el teléfono, pide que le mande la entrevista en el diario impreso. Por correo.