Son numerosas las medidas que distintos países europeos han adoptado para tratar de revertir la escasez de nacimientos.

Estas van desde más de $150.000 dólares en préstamos hasta una minivan subsidiada, cuidado infantil más económico y vacaciones adicionales.

También se han implementado tratamientos de fertilidad gratuitos e, incluso, una exención de por vida del impuesto sobre la renta, bajo ciertas condiciones.

Sin embargo, tales esfuerzos no están dando resultados y los nacimientos siguen en declive.

Los datos compartidos por Naciones Unidas detallan que la población general de Europa se redujo durante la pandemia y está en camino a contraerse en unos 40 millones para 2050.

Otras partes del globo enfrentan un escenario similar. De hecho, se reporta que las tasas de natalidad han caído progresivamente en los países desarrollados desde la década de 1960.

En Europa, la tendencia se ha visto de manera más intensa y acelerada

No obstante, países como China y Rusia también han clasificado el asunto de la natalidad como una prioridad.

En Estados Unidos, representantes tanto del Partido Demócrata como Republicano han manifestado su preocupación por las bajas tasas de nacimientos.

Durante su campaña electoral, el ahora mandatario electo Donald Trump propuso fertilización in vitro gratuita y beneficios fiscales para los padres.

Por otro lado, según rescata el Wall Street Journal, la actual vicepresidenta Kamala Harris —quien finalmente perdió la carrera presidencial— tenía planeado ofrecer un bono de hasta 6.000 dólares por bebé.

En otros países como Corea del Sur y Singapur también se han buscado maneras de combatir las bajas tasas de nacimientos, a través de beneficios que prometen ayudar a los padres.

Aún así, tales medidas no se reflejan en las cifras.

Especialistas consultados por el citado medio anticiparon que la caída se ha mantenido en la mayoría de los grupos de edad, ingresos y niveles educativos.

Por qué fracasan los esfuerzos mundiales para revertir la escasez de bebés. Foto: referencial.

Qué esfuerzos se han realizado para revertir la escasez de nacimientos

Hungría y Noruega son dos de los países europeos que se han esmerado en otorgar recursos al ámbito de las familias.

Tienen tasas de fertilidad de 1,5 y 1,4 hijos por cada mujer, respectivamente.

Aquello está muy por debajo de la tasa de reemplazo de 2,1 que se requiere para mantener estable a la población, según rescata el Journal.

Ambos países han gastado más del 3% del PIB en sus diferentes estrategias para promover las familias, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.

Para hacerse una idea de la magnitud, se trata de más de lo que invierten en sus ejércitos.

Desde Hungría han afirmado que, en los últimos años, su gasto en políticas para las familias ha superado el 5% del PIB.

El país ha implementado un programa de préstamos para vivienda subsidiada que ha ayudado a cerca de 250.000 familias a comprar o mejorar sus casas, según ha reportado el gobierno.

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha puesto el asunto como una pieza central de su agenda.

De hecho, cada dos años, se celebra en la capital la llamada Cumbre Demográfica de Budapest.

Aquella instancia se ha posicionado como un punto de encuentro para políticos y abanderados conservadores.

El vicepresidente electo de la administración entrante de Trump, JD Vance, ha elogiado las políticas de Orbán.

También el ex presentador de Fox News, Tucker Carlson, quien goza de popularidad entre los círculos conservadores.

Orbán ha sugerido que el hecho de tener hijos —dentro de lo que ha llamado un modelo familiar “tradicional”— corresponde a un deber nacional.

La mayoría de los beneficios que su gobierno ofrece para criar hijos están reservados para parejas casadas, heterosexuales y de clase media.

En este sentido, las parejas que se divorcian pierden las tasas de interés subsidiadas, mientras que en algunos casos tienen que devolver la manutención, según rescata el citado medio.

La población de Hungría ha ido disminuyendo progresivamente desde la década de 1980 y, actualmente, el país tiene casi 10 millones de habitantes.

La directora de programas del CEU Democracy Institute y autora del libro Tainted Democracy: Viktor Orbán and the Subversion of Hungary (Hurst, 2023), Zsuzsanna Szelényi, comentó: “Como somos tan pocos, siempre existe el temor de que estemos desapareciendo”.

Los datos rescatados por el Journal detallan que la tasa de fertilidad de Hungría cayó tras la caída de la Unión Soviética, mientras que en 2010 descendió a 1,25 hijos por mujer.

Orbán y su partido, Fidesz, volvieron al poder ese año, tras haber sido derrocado a principios de la década del 2000.

Su administración se centró en el apoyo familiar durante la década que siguió. Ya para 2021, la tasa de fertilidad del país había aumentado a 1,6 hijos por mujer.

Pese a ese aumento, la cifra volvió a caer en los años siguientes.

Según rescata el citado medio, las familias que se comprometen a tener tres o más hijos pueden obtener más de $150.000 dólares en préstamos subsidiados.

También se han implementado beneficios como una exención de por vida de los impuestos personales para las madres con cuatro o más hijos.

De la misma manera, se han incluido hasta siete días de vacaciones anuales adicionales para ambos padres.

Según el gobierno, otro programa —que ya expiró— permitió que casi 30.000 familias utilizaran un subsidio para comprar una minivan.

Quienes critican las políticas familiares de Orbán argumentan que se desperdicia dinero en personas que igualmente habrían tenido hijos.

Junto con ello, se ha criticado que excluyen a grupos como los sectores más pobres o la población minoritaria romaní.

Para acceder a muchos de los beneficios, los aspirantes necesitan tener cuentas bancarias, historiales crediticios y un historial laboral estable.

Desde la oficina de prensa Orbán no respondieron a las solicitudes de comentarios que envió el Journal.

Sin embargo, la directora de un instituto de investigación demográfico respaldado por el gobierno húngaro, Tünde Fűrész, comentó al citado medio que no está de acuerdo con que las políticas sean excluyentes y dijo que los préstamos se utilizaron más en áreas económicamente deprimidas.

En Noruega han tomado medidas como emitir licencias parentales más extensas y facilitar guarderías subsidiadas para incentivar los nacimientos.

Los nuevos padres en el país nórdico pueden compartir casi un año de licencia totalmente paga o alrededor de 14 meses con un salario del 80%, según rescata el Journal.

Las madres también pueden tomar al menos una hora en el trabajo para amamantar o dar leche a sus bebés.

A diferencia de Hungría, Noruega no restringe los beneficios a los padres solteros o las parejas del mismo sexo.

La académica e investigadora de demografía en la Universidad de Oslo, Trude Lappergard, comentó al Journal que el discurso del gobierno también es distinto, ya que no alienta explícitamente a la ciudadanía a tener más hijos.

Más bien, hace hincapié en que busca facilitar la conciliación de la carrera profesional con el cuidado de los hijos.

La tasa de fertilidad de Noruega ha disminuido constantemente desde 2009, año en que era de casi dos hijos por mujer.

Hoy, el país nórdico tiene una tasa de 1,4 hijos por mujer.

La ministra noruega de Infancia y Familia, Kjersti Toppe, comentó que “es difícil decir por qué la población tiene menos hijos”.

Precisó que el gobierno ha aumentado los pagos mensuales para los padres y se formó un comité para evaluar la caída de la natalidad y cómo se puede revertir.

Por qué fracasan los esfuerzos mundiales para revertir la escasez de bebés. Foto: referencial.

Por qué fracasan los esfuerzos mundiales para revertir la escasez de nacimientos

Algunos demógrafos han planteado que la resistencia a tener hijos parece estar relacionada con un cambio cultural y no únicamente con un tema financiero.

Una mujer noruega llamada Nancy Lystad Herz contó al Journal que, en el pasado, solía recordarse que era “demasiado joven” y debía enfocarse en aspectos como terminar sus estudios universitarios y “encontrar una pareja”.

“De repente, me desperté y tenía 28 años, estaba casada, tenía un auto, una casa y un trabajo flexible y ya no había excusas. Aunque ahora no hay barreras prácticas, me di cuenta de que no quiero tener hijos”.

Una joven de 28 años de Hungría, Orsolya Kocsis, dijo que es consciente de que tener hijos le ayudaría a ella y a su esposo a comprar una casa más grande en Budapest.

Sin embargo, dijo que aquello no cambia su opinión de no querer tener hijos.

En sus palabras: “Si dijéramos que vamos a tener dos hijos, básicamente podríamos comprar una casa nueva mañana”.

“Pero moralmente, no me sentiría bien al haber traído una vida a este mundo para comprar una casa”.

Otras mujeres húngaras comentaron que los sistemas de salud y educación públicos no cuentan con el financiamiento óptimo, mientras que el tener hijos implicaría dificultades para equilibrar su vida laboral y familiar.

Una mujer de 35 años llamada Anna Nagy —quien solía ejercer como abogada— tuvo a su hijo en enero de 2021 y recibió un préstamo equivalente a $27.300 dólares, que no tuvo que empezar a devolver hasta que cumpliera 3 años.

Aunque afirmó que en el pasado quería tener dos o tres hijos, hoy quiere mantenerse solo con uno.

Comentó que la insinuación de que es su responsabilidad resolver los problemas demográficos le genera frustración.

“No es nuestro deber como mujeres húngaras mantener viva la nación”, subrayó al citado medio.