A la mayoría de las personas les ha pasado. Tienes el plan para un proyecto y te esmeras en seguirlo, pero cuando llegas a un punto en el que te encuentras con evidencia empírica de que —muy probablemente— va a fracasar, continúas. Y como es de esperar, no logras los resultados que buscabas e, incluso, puedes perder lo que tenías desde antes de que iniciaras.

Ya sea en la vida profesional, las relaciones interpersonales o el ejercicio de disciplinas artísticas o deportivas, dicho fenómeno es habitual. Tanto, que hay profesionales del liderazgo y la psicología que se han dedicado específicamente a estudiarlo en profundidad.

¿Por qué persistimos cuando sabemos que un plan va a fracasar y cuándo es mejor rendirse? Esto dice una experta. Foto: referencial.

El caso de Jeffrey Z. Rubin

Para una inmensa cantidad de individuos, el acto de subir una montaña es una actividad desafiante, mediante la cual pueden apreciar visualmente los obstáculos que se han superado. Esa incomparable sensación de estar en la cima y mirar el paisaje desde arriba.

Una de las personas con esa afición era el experto en resolución de conflictos, el estadounidense Jeffrey Z. Rubin.

En junio de 1995, a sus 54 años, el académico fue al Baxter State Park de Maine, en el norte de su país, para escalar un circuito montañero de 100 picos, el cual es muy popular entre los deportistas que anhelan escalarlos todos (si el cuerpo se los permite, por supuesto).

Rubin estaba concentrado en alcanzar la meta. Después de todo, no solo era un amante del montañismo, sino que también tenía experiencia en ello. Confiaba en que nada podía salir mal.

Pero cuando estaba en el pico 99 y solo le quedaba uno para alcanzar la meta, una niebla muy espesa comenzó a nublar el camino, hasta el punto en que ya no se podía ver prácticamente nada.

Un estudiante que lo acompañaba le dijo que no siguiera, que la ruta no estaba en condiciones y que continuar podía traducirse en un accidente. A pesar de sus advertencias, Rubin no le hizo caso y persistió en solitario.

Dos días más tarde, encontraron su cuerpo en la misma montaña.

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Por qué persistimos a pesar de todo

Lo más llamativo de la tragedia que acabó con la vida del académico, es que él fue el pionero en desarrollar la teoría del entrapment o aprisionamiento. Esta plantea que las personas son propensas a quedar atrapadas en situaciones o proyectos aún cuando hay evidencia clara de que seguir insistiendo no generará beneficios.

No solamente aplica en casos de montañismo como el que enfrentó él, sino que también en otras aristas de la vida, tales como como el trabajo, las relaciones interpersonales o incluso, las guerras.

“Si alguien podía entender este problema y nuestra fenomenal habilidad para ignorar las señales que recibimos de que no debemos continuar, era Jeffrey Rubin”, explicó la psicóloga y estratega de decisiones, Annie Duke, en conversación con el programa The Spark de la BBC.

La también autora del libro Quit: The Power of Knowing When to Walk Away (Portfolio, 2022) planteó en su escrito que si las personas ocuparan más la lógica a la hora de tomar decisiones, estas se verían más beneficiadas.

Por ejemplo, si te encuentras en medio de una relación tóxica o si estás en un trabajo que te genera un malestar profundo. Esos son algunos de los escenarios bajo los que según Duke vale la pena detenerse, analizar la situación y tomar decisiones considerando los beneficios y las pérdidas.

Según conclusiones de investigadores rescatadas por el citado medio, el acto de persistir frente a proyectos que son notoriamente destinados al fracaso se debe a que existe un involucramiento emocional con ese plan.

Es aquí cuando aparece una “trampa cognitiva” descrita por Duke, la cual también es llamada por algunos economistas como la “falacia del costo hundido”.

Dicho concepto ocurre cuando una persona siente que ya ha invertido tanto en un plan que no está dispuesta a dejar lo que empezó, a pesar de que sea evidente que hacerlo muy probablemente generara más pérdidas que beneficios.

A modo de ejemplo, la experta utilizó los casos de cuando esperas más de una hora en un restaurante sin ser atendido, además de los mencionados más arriba.

De la misma manera, hay más aristas que influyen en que se siga persistiendo. Una de ellas es “el sesgo del status quo”, el cual “hace que prefiramos lo que ya estamos haciendo sobre otras opciones que podrían ser mejores para nosotros”.

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Frente a este escenario, la psicóloga sugirió adoptar “mecanismos” de protección antes de entrar en un nuevo proyecto, ya que “la idea es asegurarnos de que sabremos si vale la pena continuar con algo lo antes posible”.

“Cuanto más rápido decidas, menor será el costo de salir cuando ya estás profundamente involucrado en el problema”, añadió Duke.

Ahora, es probable que te estés preguntando: “¿Cómo se puede hacer esto que al leerlo suena tan sencillo, pero que no lo es tanto al momento de ponerlo en práctica?”.

La autora del libro presentó un ejemplo que resolverá esa duda.

Supongamos que quieres montar un espectáculo en el que un grupo de simios hacen malabares con antorchas sobre un pedestal. Para eso necesitarás, al menos principalmente: monos entrenados, malabares y un pedestal.

Bajo esos términos, debes preguntarte qué conseguir primero.

“La respuesta es: no el pedestal”, reveló Duke.

“Sabes que eres capaz de construir el pedestal. Si lo construyes, tendrás la sensación de que estás avanzando con tu proyecto, pero es un falso avance, pues si no puedes entrenar al mono, no necesitarás el pedestal (...) esto nos enseña a abordar primero el problema más difícil, porque si no podemos resolverlo, no tiene sentido trabajar en los demás”.

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Cuándo es mejor rendirse

El escenario anterior es solo un ejemplo del “modelo mental para la resolución de problemas” que utiliza Duke, por lo que no es necesario que sea un domador de animales salvajes o un montañistas de alta intensidad para que puedas ponerlo en práctica.

Sea cual sea el caso, para la especialista es clave que se analice la situación desde un punto de vista lógico, es decir, tratando de no dejarse llevar por las emociones y pensando con la cabeza en frío, ya que sino “vamos a terminar haciendo cosas que no deberíamos estar haciendo”.

“Entonces, una gran parte de la solución para mejorar nuestra capacidad de abandonar lo iniciado es salirte de ese momento, salirte de ti mismo”, recomendó la psicóloga.

Para ello, puedes buscar la opinión de una persona de tu confianza que no esté involucrada en el mismo proyecto que tú. Así, podrá darte su análisis desde un punto de vista externo, el cual te podría ayudar a tomar una decisión más aterrizada.

Eso sí, Duke enfatizó en que todo este proceso debe hacerse desde una postura neutral.

“No estoy proponiendo que se valore más la deserción, sino que se considere en términos de equidad con la continuidad”, precisó, para luego plantear que una buena forma de cuestionarse ambas posibilidades es preguntarse: “¿Cuál es el sentido de continuar? ¿Qué sentido tiene rendirse?”.

¿Por qué persistimos cuando sabemos que un plan va a fracasar y cuándo es mejor rendirse? Esto dice una experta. Foto: referencial.