A inicios de esta semana, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, informó una noticia que desató preocupación en la comunidad internacional: el Kremlin suspendió su participación en el tratado New Start, el cual tiene como objetivo el desarme nuclear.
Pese a que el ex agente de la KGB aclaró que se trata de una “suspensión” y no de un “abandono”, sí advirtió que podrían recurrir a estas armas si se sienten presionados por parte de Occidente.
“Si Estados Unidos realiza ensayos nucleares con nuevo tipo de armamento estratégico, Rusia también efectuará pruebas”, dijo el mandatario en declaraciones reunidas por Deutsche Welle.
Aquello se ha convertido en una preocupación para los analistas internacionales. No solo porque un eventual conflicto de este tipo causaría incontables muertes, sino que también porque generaría daños considerables al medio ambiente.
El invierno nuclear y su relación con los últimos movimientos de Rusia
Así lo confirmó a Infobae el investigador del Centro para el Estudio del Riesgo Existencial (CSER) de la Universidad de Cambridge, Paul Ingram, quien ahondó en un fenómeno conocido como la teoría del “invierno nuclear”.
Las primeras descripciones sobre este concepto fueron documentadas durante la Guerra Fría, enfrentamiento que se desarrolló entre 1947 y 1991, y en el que Estados Unidos y la Unión Soviética compitieron por el puesto de primera potencia.
A 32 años de aquel episodio de la historia, la rivalidad entre el país norteamericano y la actual Rusia sigue en pie. De hecho, según un artículo de La Tercera, solo estos dos territorios —juntos— albergan el 90% de las ojivas nucleares en el mundo.
En este sentido, en caso de que eventualmente fuesen detonadas, la teoría mencionada plantea que podría llegar una alta cantidad de escombros a la estratósfera, lo que generaría bloqueos en el sol y bajas en la temperatura global.
Los efectos: dificultades para cosechar en la industria de la agricultura y, por consiguiente, hambruna para la ciudadanía, entre otras catastróficas repercusiones.
“En 2023 nos encontramos ante un riesgo de conflicto nuclear mayor del que hemos visto desde principios de los ochenta. Sin embargo, la opinión pública apenas conoce o debate las inimaginables consecuencias a largo plazo para el planeta y la población mundial”, explicó Ingram a Infobae, “por supuesto que es angustiante pensar en catástrofes a gran escala, pero las decisiones deben tener en cuenta todas las consecuencias potenciales, para minimizar el riesgo”.
Las repercusiones de un eventual desastre nuclear
Según una investigación publicada en Nature Food y realizada por académicos de la Universidad de Rutgers, no es necesario que se utilicen todas estas armas para que haya consecuencias considerablemente negativas a nivel global.
Solo bastaría “una guerra nuclear limitada” para que se desate una ola de hambruna que afectaría a cientos de millones de personas, sin importar su nacionalidad.
“Existe una necesidad urgente de educación pública en todos los países con armamento nuclear, basada en las últimas investigaciones”, advirtió Ingram.
Bajo esta línea, recalcó que “necesitamos reducir colectivamente la tentación que los líderes de los Estados con armamento nuclear puedan tener de amenazar o, incluso, utilizar dichas armas en apoyo de operaciones militares”.