Son múltiples los caminos que puedes seguir antes de tomar una decisión o inclinarte hacia una postura sobre un asunto en particular.
Puede que lo que determines se dirija hacia el cambio o puede que más bien valores un tópico en específico y quieras mantenerlo tal y como está.
Por supuesto, la mayoría de las situaciones tienen matices y las características de cada escenario pueden variar, pero lo que siempre está presente, es que debes tomar una decisión.
Independientemente de la temática que se esté abordando, esto último puede resultar complejo en ciertas ocasiones.
Y es precisamente por eso que distintos pensadores se han esmerado en plantear sus principios para tener en consideración.
Uno de ellos fue el escritor y filósofo británico Gilbert Keith Chesterton (1874–1936), quien presentó lo que hoy es conocido como “la cerca de Chesterton”.
La cerca de Chesterton y por qué te incita a pensar dos veces antes de hacer cambios
Dicho principio sugiere, en términos sencillos, que nunca se debe destruir o modificar un aspecto sin que se conozca primero por qué se creó.
Chesterton, además de por sus célebres obras, era conocido por sus posturas firmes en torno a la religión y por mantener una tendencia de pensamiento más bien conservadora.
Según informaciones rescatadas por la BBC, en su libro El asunto: por qué soy católico (1929) profundizó en qué consiste esta cerca que fue bautizada con su apellido.
Para explicarlo, recurrió a un ejemplo en el que dos individuos se encuentran con una cerca erigida en medio de un camino.
Uno de ellos, sin saber para qué sirve, sugiere que la derriben, mientras que el otro le responde: “Si no le ves la utilidad, ciertamente no dejaré que la elimines. Vete y piensa. Luego, cuando puedas regresar y decirme que ves su utilidad, puedo permitirte que lo destruyas”.
Con ello, Chesterton quiso plantear que solo cuando se conoce el propósito de algo, se puede decidir si ese algo es necesario o no, si se debe modificar o si se debe omitir.
“La cerca no creció allí. No fue creada por sonámbulos que la construyeron mientras dormían (...) Alguna persona tuvo una razón para pensar que sería bueno para alguien. Y hasta que sepamos cuál fue el motivo, realmente no podremos juzgar si fue razonable”, escribió en su libro.
En este sentido, advirtió que si no se hace un análisis exhaustivo, “es muy probable que pasemos por alto algún aspecto completo de la cuestión”.
A modo de ejemplo, según sugirió el filósofo Jonny Thompson en una columna para Big Think, podría ocurrir que aunque una cerca se vea en mal estado, es probable que esta de igual manera sea útil y esté cumpliendo con una eventual función como separar ganado.
Las posibilidades pueden ser variadas y la regla de Chesterton puede aplicarse en distintos ámbitos, desde en decisiones de la rutina personal hasta cómo se defienden ideas políticas o se toman medidas en una empresa.
Sobre esta última área, otro ejemplo habitual para explicar el principio es uno que el emprendedor Steve Blank compartió en 2009 en su blog personal.
En él, relató que en su experiencia ha visto que cuando las startups crecen y contratan a directores financieros, estos tienden a tomar medidas para reducir costos.
Aquello es usual. Sin embargo, identificó en numerosos casos que cuando terminan con detalles como las máquinas de bebidas gratis para los empleados, estos lo interpretan negativamente como un cambio en la cultura de la compañía.
Puede que los trabajadores tengan dinero para comprar sus propias bebidas, pero el hecho de tenerlas a su disposición hace que se sientan más a gusto.
En otras palabras, lo que para los directores parecía insignificante e inútil en cuanto a inversión, para ellos era una costumbre que los hacía sentirse más cómodos en el espacio laboral.
Por eso, según Blank, muchos de los talentos que ayudaron al crecimiento de esas empresas terminaron yéndose a otras.
Los ejemplos en los que se puede aplicar el principio de la cerca de Chesterton son abundantes.
No obstante, depende de cada situación, ya que también hay numerosas oportunidades en donde la tendencia al cambio puede maximizar los beneficios en un determinado escenario.
En esta dirección, el magnate fundador de Amazon, Jeff Bezos, compartió hace años una carta a los accionistas en la que aunque no habló de cercas, sí se refirió a puertas para explicar su visión.
Para él existen dos tipos. Primero están las que van en un solo sentido y que una vez que se cruzan no se pueden volver a abrir. Por otro lado, están las de dos sentidos, que permiten entrar y salir.
“Algunas decisiones tienen consecuencias y son irreversibles o casi irreversibles (puertas de un solo sentido) y estas decisiones deben tomarse de manera metódica, cuidadosa y lenta, con gran deliberación y consulta. Si pasas por allí y no te gusta lo que ves al otro lado, no podrás regresar a donde estabas antes. Podemos llamar a estas decisiones de ‘tipo 1′”.
Sin embargo, recalcó: “La mayoría de las decisiones no son así. Son cambiables, reversibles, son puertas de doble sentido. Si has tomado una decisión subóptima, no tienes que vivir con las consecuencias por tanto tiempo. Puedes volver a abrir la puerta y volver a cruzar. Las decisiones de ‘tipo 2′ pueden y deben ser tomadas rápidamente por individuos o grupos pequeños con buen juicio”.
Es por esto que Bezos sugirió entre líneas que todo depende de los criterios que estés aplicando para seguir un camino.
Así que, aunque el principio de Chesterton puede ser útil para considerar en la toma de decisiones, este es solo una herramienta para evaluar los posibles costos y los potenciales beneficios.