Seguramente has escuchado esa frase en más de una oportunidad. Y en ciertos casos, la oración de que “los opuestos se atraen” tiene sentido.
Así ocurre con los imanes y sus polos norte y sur, los cuales se atraen mutuamente, mientras que en la filosofía china se habla del yin y el yang como dos fuerzas opuestas que se complementan.
Sin embargo, esa tendencia pareciera no aplicarse de igual manera en las relaciones amorosas.
Al menos, eso concluyó una reciente investigación científica, la cual analizó millones de parejas para ver qué tan cierta es esa popular aseveración.
Qué dice el estudio sobre que “los opuestos se atraen” en las relaciones
El estudio publicado en Nature Human Behavior consta de dos partes.
La primera fue un meta análisis que analizó los datos de 199 investigaciones anteriores, en las cuales participaron más de 8 millones de parejas casadas, de novios, de padres y de convivientes.
Todas ellas eran entre hombres y mujeres, mientras que la mayoría vivía en territorios como Estados Unidos y Europa.
En este sentido, los especialistas revisaron rasgos como su coeficiente intelectual, su religión, su bienestar mental y sus valores políticos, además de los llamados “cinco grandes rasgos de la personalidad”: apertura, extraversión, conciencia, amabilidad y neuroticismo.
Junto con ello, se consideraron factores como su altura y su índice de masa corporal en el análisis.
Por otro lado, en la segunda parte del estudio, se examinó las correlaciones de pareja utilizando datos del Biobanco del Reino Unido, una base que contiene información de cerca de 500.000 voluntarios británicos.
Ahí se examinó un total de 133 rasgos entre parejas del sexo opuestos, de los cuales algunos coincidían con los de la primera parte de la investigación.
Al analizar los resultados, los autores vieron que ambas secciones del estudio revelaron “pruebas generalizadas de correlación positiva” para la mayoría de los puntos.
Aquello se traduce en que las parejas tendieron a tener más factores en común que diferencias.
“Tanto en los meta análisis como en los análisis de datos brutos de la UKB, las correlaciones para el nivel educativo, las medidas de consumo de sustancias, los rasgos de actitud y los rasgos de comportamiento fueron a menudo moderadas y relativamente altas, mientras que las correlaciones para los rasgos antropométricos, psicológicos (es decir, psiquiátricos / personales) y relacionados con la salud fueron típicamente de bajas a moderadas”, manifestaron los autores.
Según informaciones rescatadas por Big Think, más del 80% de las correlaciones fueron positivas (o sea, que las parejas tenían factores en común).
Asimismo, notaron que tres rasgos se relacionaron significativamente de forma negativa (es decir, que no había similitud entre quienes conformaban la pareja). Estos fueron la preocupación, la dificultad para oír y el cronotipo (por ejemplo, si uno de los integrantes tenía sus momentos de mayor energía en la noche, el otro los tenía durante la mañana).
Pese a que los mencionados “cinco grandes rasgos de la personalidad” presentaron una tendencia positiva a nivel general, los dos en los que se notó mayor fuerza fueron la conciencia y la apertura, más que en las otras tres.
Por qué ocurre este fenómeno y para qué sirven estos resultados
Los resultados que obtuvieron se condicen con lo que plantea el llamado “apareamiento asortativo”, el cual —a grandes rasgos— manifiesta que los individuos con rasgos similares tienen más probabilidades de emparejarse, a diferencia de lo que ocurre en el “apareamiento desasortativo”.
A pesar de que no se sabe con exactitud por qué ocurre este fenómeno, los autores sugirieron que un motivo puede ser que los grupos similares tienden a concentrarse en determinados lugares, profesiones o esferas sociales, lo que haría más probable que terminen juntos.
Otra posibilidad es que una población de personas valore ciertos rasgos específicos, lo que facilitaría que salgan en busca de ellos cuando se trata de una pareja.
Respecto a por qué estos resultados son importantes, los autores recalcaron que podrían ayudar a comprender mejor el apareamiento asortativo, lo que a su vez podría favorecer al estudio de complicaciones de salud pública.
Entre estas últimas se encuentran algunas como la medida en que el consumo problemático de alcohol puede propagarse socialmente entre quienes conforman una pareja, además de aspectos relacionados a desigualdades sociales.