La longevidad es uno de los tópicos de investigación que despierta mayor interés en la comunidad científica. Más aún, porque el número de personas centenarias en la población mundial ha aumentado de forma progresiva.
De hecho, su cifra se duplica aproximadamente cada diez años desde la década de 1970, según una revisión publicada en el sitio del World Economic Forum en 2021.
En este sentido, son múltiples los factores que pueden influir en que una persona viva más tiempo.
Entre ellos, se encuentra la predisposición genética, los estilos de vida, las interacciones y el ambiente en que se desenvuelven.
Sin embargo, hay estudios que han identificado ciertas tendencias específicas en estos individuos.
Uno de ellos analizó la información de miles de suecos y fue publicado recientemente en GeroScience.
La epidemióloga del Karolinska Institutet, Karin Modig, quien es coautora del citado trabajo, explicó en un artículo para The Conversation que encontraron “biomarcadores comunes, como los niveles de colesterol y glucosa, en personas que viven más allá de los 90 años”.
Según afirmó, examinar los casos de los nonagenarios y los centenarios es de utilidad, debido a que permite “ayudarnos a comprender cómo vivir más tiempo y, quizás también, cómo envejecer con mejor salud”.
Aquello fue precisamente lo que motivó a su equipo a profundizar en mayores detalles sobre las aristas que rodean a esta temática.
Lo que tienen en común las personas más longevas, según una investigación
A diferencia de otros trabajos que se han hecho a menor escala, para este estudio se examinaron los datos de 44.000 suecos, quienes se sometieron a evaluaciones médicas entre los 64 y los 99 años.
Luego, hicieron un seguimiento de los participantes a través de sus registros por un periodo de 35 años.
De dicha muestra, 1.224 individuos (el 2,7%) vivieron hasta los 100 años, mientras que el 85% de las personas que alcanzaron esa edad eran mujeres.
“Se incluyeron doce biomarcadores sanguíneos relacionados con la inflamación, el metabolismo, la función hepática y renal, así como la posible desnutrición y anemia. Todos ellos se han asociado con el envejecimiento o la mortalidad en estudios anteriores”, afirmó Modig.
De esta manera, precisó que: “El biomarcador relacionado con la inflamación era el ácido úrico, un producto de desecho del organismo provocado por la digestión de ciertos alimentos. También se analizaron marcadores relacionados con el estado y la función metabólicos, como el colesterol total y la glucosa, y otros relacionados con la función hepática, como la alanina aminotransferasa (Alat), la aspartato aminotransferasa (Asat), la albúmina, la gamma-glutamil transferasa (GGT), la fosfatasa alcalina (Alp) y la lactato deshidrogenasa (LD)”.
“Además analizamos la creatinina, relacionada con la función renal, y el hierro y la capacidad total de fijación del hierro (TIBC), relacionados con la anemia. Por último, también investigamos la albúmina, un biomarcador asociado a la nutrición”.
Tras hacer una revisión en profundidad de tales factores en las muestras de sangre de los participantes, los investigadores notaron que “en general, los que llegaban a los 100 años tendían a tener niveles más bajos de glucosa, creatinina y ácido úrico a partir de los sesenta”.
“Al explorar qué biomarcadores estaban relacionados con la probabilidad de llegar a los 100 años, descubrimos que todos menos dos (alat y albúmina) mostraban una conexión con esa posibilidad. Y ello incluso después de tener en cuenta la edad, el sexo y la carga de morbilidad”, agregó la especialista del Karolinska Institutet.
Junto con ello, vieron que quienes tenían menores niveles de colesterol total y hierro tenían menos probabilidades de convertirse en centenarios, en comparación a quienes presentaron niveles más altos.
Asimismo, quienes tuvieron “niveles más altos de glucosa, creatinina, ácido úrico y marcadores de la función hepática también disminuían la probabilidad” de llegar a los 100 años.
Pese a que su trabajo no se centró en identificar genes o estilos de vida que favorecen a la longevidad, Modig planteó que “es razonable pensar que factores como la nutrición y la ingesta de alcohol desempeñan un papel”.
“Llevar un control de los valores renales y hepáticos, así como de la glucosa y el ácido úrico a medida que se envejece, probablemente no sea una mala idea”, sentenció.