Fue a finales de junio de 2024 cuando el australiano Julian Assange consiguió su libertad, tras pasar por una trama judicial de 14 años y permanecer recluido en una cárcel de Reino Unido por cinco.
Aquello fue posible debido a que firmó un acuerdo con Estados Unidos, en el cual reconoció su culpabilidad en un cargo de espionaje.
Tras conseguir su liberación en las Islas Marianas del Norte, el fundador de WikiLeaks volvió a su país natal.
A lo largo de su trayectoria, Assange ha protagonizado múltiples episodios de controversia.
Los primeros que seguramente se vienen a la mente son las filtraciones masivas de documentos que ha hecho la organización que dirige.
Uno de los episodios más agudos fue cuando en 2010 publicaron imágenes que mostraron cómo soldados estadounidenses disparaban contra civiles desde un helicóptero en Bagdad, Irak.
Luego, se sumaron otras filtraciones de archivos clasificados que desataron discusiones alrededor del mundo.
Entre sus seguidores es considerado un referente en cuanto a la libertad de información.
Sin embargo, más allá de lo relacionado a WikiLeaks, también se ha enfrentado a otras acusaciones que lo han puesto en jaque.
Más en específico, se le ha acusado como presunto autor de delitos de abuso y agresión sexual contra mujeres.
Sin embargo, él siempre ha negado esas afirmaciones y nunca llegó a ser condenado por alguno de esos casos.
Una de las dos personas que testificó contra él es la activista sueca por los Derechos Humanos, Anna Ardin, quien estrenó un libro titulado No Heroes, No Monsters: What I Learned Being the Most Hated Woman on the Internet (Books On Demand, 2024).
Según declaró a la BBC, está fuertemente decepcionada de que no se hayan probado formalmente los cargos que presentó contra Assange.
No obstante, dijo que valora el trabajo de WikiLeaks y que se “alegra” de que haya obtenido libertad a raíz de esa situación en particular.
En sus palabras, “tenemos derecho a saber sobre las guerras que se libran en nuestro nombre”.
“Me alegro sinceramente por él y su familia, que puedan estar juntos. El castigo que ha recibido ha sido muy desproporcionado”, agregó refiriéndose a los problemas judiciales que tuvo por las filtraciones de WikiLeaks.
Desde la perspectiva de Ardin, quien también es diácona cristiana, no se trata de un “héroe” ni de un “monstruo”.
Más bien, plantea que puede ser un activista visionario y, a la vez, un sujeto que ha atacado sexualmente a mujeres,
En conversación con el citado medio británico, la autora hizo una serie de reflexiones sobre este tópico.
Las acusaciones por delitos sexuales que enfrentó Julian Assange
Tres semanas después de que WikiLeaks realizara una filtración masiva de documentos relacionados a la guerra de Afganistán, Ardin invitó a Assange a participar en un seminario en Estocolmo (Suecia).
Corría el año 2010 y el australiano era reacio a la idea de alojarse en un hotel, debido a que podría enfrentar problemas de seguridad.
Como Ardin estaba de viaje, le ofreció su departamento.
A diferencia de los planes iniciales, la mujer llegó antes de tiempo a su residencia, por lo que se encontró con él.
Una noche en la que se quedaron conversando hasta tarde, cuenta Ardin, Assange la presionó para que tuvieran relaciones sexuales.
Según su relato, ella le insistió que debía usar preservativo, pero el condón se rompió y él siguió.
La activista asegura que el mismo Assange lo hizo premeditadamente, lo que calificaría como un delito en las leyes de Suecia.
Ardin se enteró que otra mujer que había ido al seminario afirmaba que el fundador de WikiLeaks había abusado sexualmente de ella mientras dormía.
Luego, esa persona fue identificada en los escritos legales como SW.
Posteriormente, ambas hicieron las respectivas denuncias.
El caso de Ardin fue calificado como presunta conducta sexual inapropiada y el de SW como presunta violación.
Frente a este escenario, Assange negó las acusaciones y sugirió que estas eran parte de un plan de Estados Unidos para perjudicarlo por las filtraciones de documentos de WikiLeaks.
Incluso, su abogado en Reino Unido, Mark Stephens, dijo que era “una trampa”.
Anna Ardin recuerda que fue víctima de acoso y amenazas en las redes sociales, después de que se conocieran las acusaciones.
De hecho, aseguró que tuvo que abandonar Suecia y que no pudo trabajar.
“Mi vida se paró durante dos años”, dijo a la BBC.
Y pese a que nunca se han encontrado pruebas de que tenga algún tipo de vínculo con la inteligencia de Estados Unidos, todavía hay personas que sostienen que es parte de una estrategia conspirativa.
Después de cinco años, en 2015, los fiscales cerraron el caso de Ardin. Afirmaron que se había cumplido el tiempo estipulado.
Lo mismo ocurrió en 2019 con el de SW.
Sobre la situación de esta última, dijeron que las pruebas se habían “debilitado considerablemente debido al largo periodo de tiempo transcurrido desde los hechos en cuestión”.
Para ese entonces, Assange ya había abandonado la Embajada de Ecuador en Londres y había pasado a la cárcel de máxima seguridad de Belmarsh, en la misma ciudad británica.
Su mayor temor en ese minuto era ser extraditado a Estados Unidos. Sin embargo, en 2024 logró llegar al mencionado acuerdo para recuperar su libertad.
Las declaraciones de Anna Ardin
La activista explicó al citado medio que aunque le gustaría que Assange fuese juzgado por los presuntos delitos que ella acusa, presume que eso “no ocurrirá”.
Junto con ello, enfatizó que las agresiones sexuales siempre son graves e inaceptables, a pesar de que varios tengan la creencia de que deben ser de una manera específica para calificar como tal.
Desde su perspectiva —y tal como lo sugiere en el título de su libro— existe una “narrativa unilateral” que hace ver a unos como “héroes” y a otros como “monstruos”.
En el caso de lo que ella vivió, planteó que Assange fue considerado por muchos como un héroe intocable y ella como una agente en un plan conspiracionista.
Para Ardin, es un problema que “necesitamos tener a estos héroes que sean impecables”.
“No creo que existan héroes fuera de los cuentos de hadas”, recalcó.
En este sentido, precisó siempre ha querido que Assange pague por los presuntos delitos sexuales, pero no que sea “expulsado de la sociedad” ni visto como “un monstruo”.
¿Por qué? Porque cree que ese relato de “los monstruos” crea una caricatura en la que los depredadores sexuales deben ser percibidos de una cierta manera para ser reconocidos como tal. Aquello no necesariamente debe ser así.
Dice que “los tipos normales” también pueden “traspasar los límites de los demás”, algo que se hace más complejo de identificar si se habla de que solo los “monstruos” son propensos a la violencia.
Incluso, Ardin afirmó que en ciertos movimientos suele haber temor a denunciar los abusos de los líderes, debido a que se tiene la idea de que se podría perjudicar a la causa en sí que tienen en común.
Bajo esa línea, reiteró que claramente se trata de un problema y que los actos de ese tipo —u otros delitos— no deberían quedar impunes, independiente del nivel de influencia que pueda tener una persona.
Sobre el caso de Assange, insistió que “no tenía derecho a hacerme lo que me hizo y tampoco tiene ese derecho con otras mujeres”.
“Él tiene que admitirlo por sí mismo (…) Tiene que reflexionar sobre lo que hizo”, sentenció.
Cuando desde el citado medio consultaron a los abogados del australiano sobre los comentarios de Ardin, estos dijeron que “no estaba en condiciones de responder”.