El miércoles 10 de julio de 2024 se confirmó el fallecimiento de Carlos Manrique “Cheverengue” a sus 88 años, después de que enfrentara problemas de salud.
La muerte se dio en el Hospital Ramón Castilla II de EsSalud, en el Cercado de Lima, Perú.
Su hermano, Sabino Manrique, confirmó a RPP que había sido internado la mañana del lunes, debido a que enfrentó complicaciones en sus pulmones y riñones
“Cheverengue” protagonizó un fraude que fue catalogado en su momento como “la mayor estafa financiera en la historia” del país sudamericano.
Aquello, a través del Centro Latinoamericano de Asesoramiento Empresarial (CLAE), firma que fundó en 1978.
Después de que se destapara el caso, salió de Perú y se convirtió en el peruano “más buscado” en 1994.
Tras su escape, las autoridades pidieron su captura a la Interpol, por lo que fue detenido en noviembre de ese mismo año mientras salía de un banco en el barrio de Brickell en Miami, Florida, Estados Unidos.
En 1995 fue extraditado a su tierra natal y ahí cumplió parte de una condena de 8 años de cárcel, por los delitos de estafa y delitos financieros.
Salió en libertad en 2001.
Posteriormente, volvió a prisión en 2008 y 2011 tras acusaciones de estafa en su contra.
Sin embargo, en esas ocasiones estuvo tras las rejas por periodos más cortos, según rescata la BBC.
Tras abandonar la prisión, en varias ocasiones recibió gritos de transeúntes en Lima, quienes le exigían “que devuelva la plata”.
Se calcula que, mediante el CLAE, desapareció los ahorros de alrededor de 250.000 peruanos desde los años 80 hasta principios de los 90.
Los movimientos de Carlos Manrique y el CLAE
A principios de la década del 80, la compañía comenzó a captar ahorros para supuestamente invertirlos en una red de empresas del CLAE y para que las presuntas ganancias permitieran pagar intereses a los clientes.
Manrique prometía “altos retornos” a quienes aportaban. Y de hecho, algunos de los “claeístas” se vieron beneficiados, aunque por la informalidad de sus operaciones nunca se aclaró cuántos.
No obstante, muchos perdieron su dinero en el marco del esquema piramidal, con el que llegó a mover 640 millones de dólares sin rendir cuentas al Estado, según cifras reunidas por El Comercio.
Fuente consultadas por la BBC aseguran que uno de los puntos que más generaba confianza entre los “claeístas” era que Manrique, cuando podía, los atendía personalmente.
Pero como es de esperar, eso no era todo. El CLAE llegó a pagar intereses variables de hasta un 13% mensual o de hasta un 100% anual, afirmaban los periódicos locales en 1993.
Antes de que se conocieran los movimientos de la empresa, Manrique se había posicionado como una suerte de celebridad en su país.
Incluso, fue entrevistado en el programa de televisión Gisela —uno de los más populares de la época— , una asociación de turismo lo declaró “empresario del año” dos veces, la revista Sucesos lo nombró “personaje del año” en 1991 y la revista Interamericana de Derecho Aéreo y Turismo le dio un reconocimiento por su “destacada labor como empresario”.
Además, un partido político le ofreció ser candidato para las elecciones presidenciales de 1995, entre otras hazañas.
Junto con ello, el CLAE organizó actividades como entregar becas de estudios, sortear al menos una camioneta y dos departamentos, y realizar excursiones hacia la sierra de Lima.
También se hizo un concurso de creatividad empresarial a nivel nacional y contaba con un club con piscina y restaurante.
En un momento, hasta llegó a anunciar una aerolínea que se llamaría “Aeroclae”, pero aquello nunca se concretó.
Luego de que se conociera el caso, empezó a ser llamado “Cheverengue”, cuando ya lo buscaban las autoridades.
Recibió dicho apodo a raíz de que el cómico Arturo Álvarez lo imitaba en televisión y decía “cheverengue”, para así retratarlo como alguien que se reía de su “viveza”.
Cómo cayó “Cheverengue” y qué hacía su empresa
El CLAE no contaba con un fondo para garantizar los ahorros de los clientes y no se sometía a un monitoreo que verificara el origen del dinero o asegurara los depósitos ante cualquier eventualidad.
Por ese motivo, era identificado como una “banca informal” o “paralela”.
Hasta principios de los 90, Perú no tenía leyes que permitieran controlar o intervenir los movimientos de este tipo de firmas.
El jefe de Asuntos Contenciosos de la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS), Carlos Cueva, explicó a la BBC en 2021 que en aquel entonces la entidad “no tenía herramientas directas inmediatas para actuar”.
Pero en 1991 se promulgó una norma para que se pudiera regular a estas empresas.
Eso sí, debían integrarse al sistema financiero formal.
El CLAE inició ese proceso, pero Manrique se encontró con un problema: antes debía demostrar las inversiones de su negocio y sus cuentas debían cuadrar.
Tres años antes de morir, cuando ya era más que conocido por este caso y había pasado por la cárcel, él mismo aseguró al citado medio que tuvo una tienda “para exportar textiles” en Chile, una pequeña fábrica de “aparatos de gimnasia” en Brasil y un local en Estados Unidos para “exportar artesanía de Perú”.
Además, dijo que importaba de Estados Unidos productos como máquinas para imprimir fotos en textiles y cerámica, y que estaba desarrollando un aparato que prometía aumentar la estatura.
Pese a que se detalló que el grupo del CLAE contaba con 89 empresas, nunca pudo demostrar que sus inversiones tuvieran ganancias ni qué hacía con los ahorros de los clientes.
A raíz de aquello, la firma no pudo formalizarse en el sistema.
En palabras de Cueva, “(Manrique) no podía explicar bien qué hacía con el dinero ni tenía una documentación fiable”.
La estafa piramidal que tenía el CLAE daba vueltas al mismo dinero, por lo que podía seguir funcionando mientras llegaran más “claeístas”.
Era como una especie de “carrusel”, ejemplificó el representante del SBS.
Fue así como en abril de 1993 se intervinieron las oficinas del CLAE en Lima y otras ciudades.
Ahí, encontraron cerca de 36 millones de dólares en efectivo.
Por su parte, “Cheverengue” negó haber estructurado una estafa piramidal.