El miércoles 2 de septiembre, Providencia, Ñuñoa, Las Condes, Vitacura y San José de Maipo fueron las primeras comunas de la Región Metropolitana en pasar a la llamada fase de Preparación, que permite mayores libertades de desplazamiento, reunión y también el funcionamiento de cafés, bares y restaurantes. En cuanto a este último punto, los negocios del rubro gastronómico deben seguir una serie de indicaciones, como atender solamente en sus terrazas exteriores, con mesas distanciadas a un mínimo de dos metros y con la obligación para todos de usar mascarillas, salvo cuando los clientes coman o beban algo.
Además, se eliminan los menús físicos y se deben desinfectar mesas y sillas después de cada uso. También se sugiere tomar la temperatura y aplicar alcohol gel en las manos cuando lleguen los clientes y evitar platos compartidos, alcuzas y otros elementos que vayan de mano en mano entre los comensales. Con todas estas restricciones y medidas, ¿cómo es salir a comer en esta fase de Preparación? Al menos, se trata de una actividad más simple de lo que se pensaba meses atrás, cuando desde el extranjero llegaban imágenes de casetas transparentes para instalar en terrazas, micas separadoras de mesas y hasta un robot que servía cerveza a los parroquianos de un bar en Alemania. Nada de eso se ha visto por estos lados.
Las apariencias engañan
Al recorrer avenidas como Providencia, Nueva Costanera o Isidora Goyenechea en estos días de fase tres, lo cierto es que se observa una falsa normalidad. Esto, porque tanto al almuerzo como cuando cae la tarde la gran mayoría de los bares, cafés y restaurantes que están abiertos lucen con sus terrazas llenas. Muchas de ellas se han instalado sobre la calle gracias a autorizaciones entregadas por las respectivas municipalidades. Sin embargo, en su interior no hay nadie, porque está prohibido.
Así, mientras un restaurante como La Mar, en Nueva Costanera, o el Liguria, de Manuel Montt, funcionan con alrededor de quince mesas en su exterior, por lo general todas llenas, adentro de los locales hay una capacidad de cien o más mesas desocupadas. Más hacia el poniente, en el barrio Bellavista, el panorama también es engañoso, pero por otro tema. Sucede que la mitad de este sector pertenece a la comuna de Recoleta, donde los boliches aún no pueden funcionar. Entonces, sólo permanecen abiertos algunos del área perteneciente a Providencia, lo que hace ver al barrio vacío. Así, a las ocho y media de la noche pareciera que fuesen las dos de la mañana, porque penan las ánimas y solo quedan abiertos un par de locales de calle Pío Nono donde todo es una queja. Los garzones reclaman porque el movimiento -y por ende las propinas- es mínimo, y los clientes, porque no está permitido compartir las siempre populares chorrillanas.
El pasado miércoles comenzó a funcionar Patio Bellavista, por lo que se espera que los flujos aumenten en esa zona. En resumen, a un primer golpe de vista, pareciera ser que el sector gastronómico vuelve poco a poco a cierto nivel de normalidad en las comunas que ya van por la fase tres. Sin embargo, es cosa de detenerse a mirar y preguntar para darse cuenta que aún falta mucho. De todas maneras, quienes ya sea por gusto o necesidad han salido y visitado los locales abiertos se ven agradecidos, contentos y -al parecer- tranquilos.
Clientes satisfechos
Elisa Castro trabaja como administrativa en una oficina de Providencia que ya lleva algunas semanas con trabajo presencial. Por lo mismo agradece que con la entrada en vigencia de esta nueva fase puedan funcionar los restaurantes. “Antes estaba obligada a traer comida desde mi casa y los días que no lo hice no me quedó otra que salir a comprar algo para llevar por ahí y comerlo incluso en la vereda”, asegura. Marcelo Gormaz es comerciante, pero también es un comensal de fuste del Lomit’s de Providencia. Por esto, el mismo miércoles 2 de septiembre se juntó con un par de amigos -también parroquianos- en la terraza de este local. “La verdad es que por mi trabajo igual me había tocado salir a la calle durante estos meses. Pero claro, nunca más había ido al Lomit’s ni a ningún otro local”, explica y confiesa que “no he sentido temor a contagiarme, porque en todos los locales que he ido en Providencia y también en Las Condes he visto que se toman las medidas que se anunciaron, así que estoy tranquilo. Aunque igual tengo amigos con los que antes siempre nos juntábamos y que aún no han salido porque tienen temor de contagiarse”.
Ricardo Martínez es profesor de la Universidad Diego Portales y reconoce que para él “ha sido superdifícil tomar la decisión de ir a un local, porque por un lado estoy bastante temeroso de participar de actividades sociales con más gente por el peligro del contagio, pero al mismo tiempo llevamos meses sin salir y eso nos ha causado estrés”. Por esta razón hace algunos días decidió salir por primera vez -junto a su familia- a la pizzería La Argentina, en el Barrio Italia. Martínez cuenta que más allá de las medidas sanitarias que se tomaban en este lugar -"lo que hacía la atención algo más lenta que de costumbre"- el nivel de la comida era el mismo que en tiempos normales. Aunque claro, ahora las pizzas se sirven en formato individual y por lo mismo vienen en cajas pequeñas para una sola persona. Aún así, dice, la “posibilidad de tener un almuerzo al aire libre, en un local como ese, es un privilegio”.
El periodista Cristian Herrera vive en Ñuñoa y apenas comenzó la fase tres fue al Café California, en avenida Irarrázaval, a tomar desayuno junto a su esposa e hijo. “Fui primero por las ganas de salir un poco y por otro lado para ver cómo estaba la gente del café y tratar de ayudarlos un poco, porque hace años que los visito”, explica. También comenta que “más allá de que tuvimos que esperar para ocupar una mesa, nos tomaron la temperatura y limpiaron todo antes de que nos sentáramos; fue una experiencia piola, porque todo funcionaba bien. Además, como siempre me he instalado en las mesas de la vereda esta vez la experiencia tampoco era tan distinta”. Además, Herrera reconoce que antes de visitar este café pensaba que estaría más temeroso ante un eventual contagio, pero “la verdad es que no fue así y nos sentimos todos muy cómodos”.
Parecida fue la experiencia del también periodista Claudio Pérez en su visita a la tradicional fuente de soda Las Lanzas, de Ñuñoa. “Está la espera, la toma de temperatura y la distancia que hay que mantener, pero después cuando uno ya se instala en la mesa se olvida todo el contexto y uno logra relajarse”, asegura. Además, dice Pérez, “los parroquianos le han respondido a Las Lanzas, así que estamos los mismos de siempre, pero ahora en la terraza, por lo que uno vuelve de alguna manera a las rutinas que tenía antes de que comenzara todo esto”.
Al otro lado de la barra
Más allá de las restricciones en relación al aforo de los negocios del rubro y a su horario acotado de funcionamiento, debido al toque de queda nocturno, los responsables de estos recintos se muestran -al menos- satisfechos con lo que está pasando. Además, destacan la buena respuesta por parte de sus clientes. “Muchos nos comentaron que no veían la hora de nuestra reapertura para venir a visitarnos y también hemos tenido muchos elogios por estar aplicando estrictamente el protocolo exigido”, explica Albino García, director de Rubaiyat Chile, ubicado en Nueva Costanera.
Muy cerca de ahí está Jerónimo, un restaurante con casa matriz en Lima y que hasta antes de marzo de este año solía repletarse. Aquí funcionaron con delivery hasta el pasado viernes 4 cuando comenzaron a operar con su terraza, lo que corresponde al veinticinco por ciento de la capacidad total del restaurante. “El ingreso es sólo previa reserva telefónica, para así asegurarnos de llevar un registro de todos los datos del cliente”, cuenta la administradora Gloria Alquinta, añadiendo que desde la apertura “atendemos a unas cincuenta personas por día, las que en su gran mayoría privilegian los platos individuales por sobre los para compartir”.
En la misma zona también lleva poco más de una semana funcionando el restaurante Japón, que acondicionó su estacionamiento para funcionar al cuarenta por ciento de su capacidad original. “Hasta el momento la cosa funciona bien, sobre todo al almuerzo, pero en las noches baja bastante porque tenemos que cerrar a las nueve y media para ajustarnos al horario del toque queda”, explica su dueño, Guillermo Bertiny.
“Abrimos el lunes 7 de septiembre y la verdad es que hemos tenido una respuesta superbuena, estamos muy contentos”, dice Felipe Forteza, gerente de marketing y cultura de CV Galería, un espacio ubicado en la avenida Alonso de Córdova que por el momento funciona con cuatro restaurantes desplegados en sus respectivas terrazas. “Creo que también influye que nosotros siempre hemos tenido una buena cantidad de áreas de terrazas, por lo que la experiencia actual de nuestros clientes es relativamente parecida a lo que pasaba antes de todo esto”, explica Forteza, agregando que “incluso los flujos por día son parecidos a los de los tiempos normales, es decir, con un incremento en la cantidad de gente a partir del día jueves”. Claro que, al igual que todos los restaurantes de las comunas en fase tres, todos estos locales siguen con aforos limitados y cerrando temprano para que clientes y trabajadores puedan llegar a sus casas antes de que comience el toque de queda. Es decir, como dice otro dueño de restaurante, “esto es para mantenernos con algo de oxígeno mientras esperamos que lleguen las fases que nos permitan atender más gente”.
Está claro que queda bastante para volver a tener una actividad gastronómica normal en las ciudades. Por lo mismo, lo que se está viviendo hoy en algunas comunas es, para ponerlo en términos culinarios, solo un aperitivo de lo que podría venir. Falta aún que avancen las fases, que estas libertades se apliquen en más comunas y en ese momento ver bien cuántos locales volvieron a abrir y cuántos simplemente murieron durante los meses de encierro. Mientras tanto no quedará más que seguir cuidándose y saliendo bajo estas nuevas reglas.
“Por ahora el llamado es a la cautela y a tener claro que la calidad está por sobre la cantidad”, como dice Álvaro Romero, chef y dueño del restaurante La Mesa, de Alonso de Córdova, y que por estos días se prepara para su reapertura. Y aunque recorriendo la ciudad igual se pueden encontrar locales en donde las pizzas igual se comparten o todavía se usan los tradicionales dispensadores de mostaza, kétchup y ají, en la mayoría de los negocios se observa que las medidas que pidió la autoridad se cumplen y por lo mismo abunda todo lo desechable. Mientras tanto, los clientes se ven felices y relajados, aunque tengan que usar mascarillas y huelan a alcohol gel. Todo indica que tras casi seis meses de encierro cualquier sacrificio es válido a la hora de salir a comer algo.