En poco más de una semana, muchos niños de numerosos países serán testigos de la llegada del Viejo Pascuero, aquel risueño hombre mayor que luce una barba blanca y un atuendo rojo, y que viaja desde el Polo Norte en un trineo para repartir regalos alrededor del mundo. Si bien, es uno de los personajes más carismáticos que se vienen a la mente cuando se piensa en las festividades, este símbolo de la Navidad no siempre fue percibido como positivo. Al menos, no del todo.
A pesar de que hoy su nombre es percibido como un sinónimo de regalos, galletas y árboles decorados con luces que parpadean, un grupo de académicos aseguró que la interpretación de su figura ha cambiado significativamente con el paso de los años, generando así una historia oculta que la mayoría desconoce.
“Sobre todo en regiones nórdicas como Finlandia, era visto como una persona que, si te portabas mal, te podía castigar”, explicó el historiador Fernando Casullo a Infobae, “dentro de lo cristiano, era un personaje del siglo III que fue perseguido por Diocleciano, un emperador romano que hizo reformas. Luego se convirtió en una especie de patrono de zonas como Turquía”.
Pero todo esto empezó a cambiar radicalmente en los siglos XIX y XX, período en el que se expandió una corriente política y económica que definió gran parte de lo que sucedería en las décadas posteriores. Y también, en cómo se percibiría la Navidad.
La historia oculta del Viejo Pascuero
Según explicó Casullo al citado medio, el Viejo Pascuero pasó a ser visto como “bueno y positivo” en la década de los años 30, principalmente gracias a las reconocidas publicidades de Coca-Cola en las que se le ve como un sujeto amable, preocupado por la vida familiar y el bienestar de los infantes, una visión muy distinta a la de tiempos anteriores, en donde “originalmente, era un símbolo que castigaba”.
“La lógica navideña explotó en el siglo XIX porque, entre otras cosas, nació el capitalismo”, dijo el historiador, “hay que entenderlo bajo ese precepto: es una fiesta religiosa, pero también popular y comercial”.
El académico detalló al citado medio que fue en las primeras décadas de ese periodo cuando “se popularizó lo de los regalos para los niños que se portaban bien, como una forma de ablandar los cultos previos”. Asimismo, añadió que esta tradición se convirtió en una tendencia inicialmente en la zona occidental del continente europeo.
Fue ahí cuando, en palabras de Casullo, “la infancia se volvió algo más amable que en otras épocas como las feudales, cuando los relatos tenían que ver con asustar a los niños”. “Sucedió, entre otras cosas, que los hijos de las familias campesinas empezaron a trabajar en la cosecha, y en las sociedades burguesas eran futuros obreros, por lo que había que cuidarlos”.
Una fiesta religiosa (y también comercial)
Si bien, el objetivo religioso de la Navidad es conmemorar el nacimiento de Jesús, no todas las personas que la celebran son creyentes. De hecho, la gran mayoría de las familias de occidente tienden a vivirla decorando un árbol y embalando regalos para sus seres queridos, pero no todos ellos inician la cena de Noche Buena con una oración o arman un pesebre de cerámica al interior de su hogar.
En medio de este escenario, el doctor en filosofía e investigador de CONICET, Gustavo Ludueña, explicó a Infobae que esta festividad ya no es únicamente religiosa, debido a que también es percibida socialmente como una manera de disfrutar en familia aunque no se comparta un credo en específico.
“La religión no se lleva muy bien con la fiesta y la figura del Viejo Pascuero”, aseguró el experto, “la irrupción del personaje y de ese culto (de los regalos) generó reacciones por parte de la Iglesia Católica y de otras protestantes, porque desvirtuaba una celebración más bien religiosa, sagrada, interior e introspectiva, que no tenía otro objeto que festejar el nacimiento de Jesús”.
En este sentido, Ludueña sentenció al citado medio: “es un símbolo que no encarna en absoluto la Navidad, por eso sería difícil encontrarlo en una iglesia o en templos cristianos, porque sigue siendo una figura pagana. Entonces, pasa a ser una festividad en la que lo religioso y lo que no, van en simultáneo”.