Si has leído los libros de Harry Potter o visto las películas basadas en las obras de J.K. Rowling, seguramente te resulta familiar el nombre de Voldemort.
Para los que no se han adentrado en la historia, se trata del mayor enemigo del protagonista. A grandes rasgos, un mago oscuro que amenaza a la comunidad de Hogwarts y que es conocido como “el que no debe ser nombrado”, debido a que hacerlo se vincula con una serie de atrocidades en el mundo mágico.
Pese a que dicho antagonista se presenta en un universo de ficción, esta última referencia ha sido utilizada para explicar un fenómeno que ocurre tras el término de ciertas relaciones de pareja. Particularmente, las que son más dolorosas en términos de salud mental.
El “síndrome Voldemort” —o sanitizing, como también se le dice en inglés— alude a eliminar todos los rastros virtuales que quedan de la persona con la que se tuvo el romance.
A diferencia de en décadas y siglos pasados —en donde alejarse físicamente era la principal opción para estos casos—, hoy el internet y las redes sociales dificultan ese proceso de distanciamiento.
Es por esto que muchas personas se han visto influenciadas a borrar de sus vidas la huella de la otra persona. Incluso, más allá del ámbito digital.
El “síndrome Voldemort” y qué se puede hacer cuando una ruptura deja un dolor sostenido en la salud mental
Una de ellas es Catalina, una periodista de 33 años que relató su experiencia a El País.
“Por instinto de supervivencia después de que la relación se acabase decidí que ya no conocía a mi ex, no figurada, sino literalmente (...) Llegué al extremo de que si lo encontraba fingía que no sabía quién era (...) Rompí sus fotos y no lo nombre nunca más, incluso cambié de hábitos. Dejé de hacer todo lo que hacíamos juntos”.
Si bien, hay ocasiones en donde un vínculo amoroso terminado puede llegar a convertirse en una amistad, aquello no siempre es posible.
Según explicó la psicóloga Beatriz Cuervo al citado medio, parte de ello se debe a que en las relaciones se buscan “espacios seguros”.
“Y cuando no transcurren como pensábamos o terminan abruptamente, es difícil gestionar y a menudo nos pone delante de nuestra propia capacidad de relacionarnos. A priori, no es algo descabellado poner cierta distancia. De hecho, es normal necesitarla, porque el estatus de la relación que teníamos ha cambiado (...) aunque hayamos sido nosotros mismos quienes hemos tomado la decisión de terminarla, es difícil acostumbrarse a las ausencias que implica una ruptura”.
Pese a que existe la creencia popular de que se toman estas medidas como una reacción a una experiencia traumática, la experta detalló que no siempre se tiene que dar esa condición para que alguien borre por completo los rastros a su ex.
Así fue la situación de María, una funcionaria de 45 años, quien aseguró al periódico español que en su caso “simplemente no iba bien y lo dejamos”.
“Luego ella conoció a alguien y a pesar de su insistencia porque siguiésemos siendo amigas yo preferí limitarlo a un contacto superficial, hasta que un día me encontré llorando frente a un gif que me había enviado por Whatsapp y decidí hacer détox emocional. Corté todo contacto, me deshice de todos los recuerdos y le pedí a mis amigos que no volviesen a mencionarla”, relató.
No obstante, ese objetivo de distanciarse puede volverse más complejo si el entorno no colabora.
Es por esto que Angélica, una editora de 43 años, enfatizó a El País que tras acabar con una relación que “duró menos que un curso escolar”, decidió decirle “al círculo que teníamos en común la indicación de que no lo mencionaran”.
Asimismo, “evité los lugares en los que podía estar (...) llegué a tener comportamientos irracionales, daba rodeos para evitar sitios donde era casi imposible que estuviese”.
Tal como precisó la psicóloga, “una ruptura implica un cambio, una pérdida, aunque traiga consigo ganancias”.
Pero aunque es necesario pasar por “un duelo” para procesar el término, hay que tener cuidado con no caer en situaciones que puedan perjudicar el bienestar y la salud mental.
En ciertos casos, las buenas intenciones de cercanos pueden convertirse en una conversación que hace recordar a la ex pareja más de lo deseado.
Frente a esas situaciones, la experta sugirió que se puede pedir “que nos acompañen de otra manera”, que no sea hablar del hecho en particular.
En sus palabras, “que nos consuelen con pequeños gestos que quizá nada tengan que ver, porque aún no estamos preparadas para pensar o hablar de ello”.
Y si la angustia por el término persiste, medidas como acudir a una terapia prometen ser eficaces para enfrentar las emociones asociadas.
“Cuando notamos que el dolor nos impide continuar con nuestra vida disfrutándola y viviendo como queremos y no solo sobreviviendo, es el momento de pedir ayuda”, subrayó Cuervo.
Angélica es una de las personas que acudió a un especialista, una decisión que tomó después de la preocupación que le generó pasar por un ataque de ansiedad.
Según afirmó al citado medio, la terapia le fue beneficiosa y hoy se siente agradecida.
“Fue fundamental para superarlo. Cuando un día tuve que verlo por un tema de trabajo fui preparada como a un examen, estaba fuerte para enfrentar la situación. Quedan pequeños flashes, pero ahora sé cómo racionalizarlos”, sentenció.