Esta nota incluye partes de violencia explícita.
Fue en la víspera de Halloween. Los niños y adolescentes del exclusivo barrio de Belle Haven en Greenwich, Connecticut, se alistaban en sus casas para salir a hacer travesuras por el acomodado vecindario.
Una de ellas era Martha Moxley, hija de Dorothy y David, un hombre que trabajaba para una consultora internacional llamada Touche Ross y que esa noche estaba en una conferencia en Atlanta.
También tenía un hermano mayor, John.
La familia había llegado a vivir a dicho lugar desde California hace un año y medio, por lo que la joven de 15 años ya conocía a sus vecinos y tenía un núcleo de amistades en la zona.
Como la mayoría de los chicos en la tradición estadounidense Mischief Night (“Noche de travesuras”, en español), ella también salió ese jueves 30 de octubre de 1975.
Se preparó un sándwich, lo comió a la rápida, se puso su abrigo azul y cruzó la puerta de su imponente casa cerca de las 18:30.
Antes de salir, acordó con su mamá que volvería antes de las 22:00.
Ya en la vereda de la calle Walsh Lane, se juntó con su amiga Helen Ix y luego ambas se reunieron con Geoffrey Byrne, un vecino de 11 años.
Los tres caminaron por el vecindario haciendo bromas como tirar huevos y papel higiénico, acciones que son habituales en ciertas zonas de Estados Unidos cuando solo queda un día para que llegue la Noche de Brujas.
Pasaron por varias de las mansiones de Belle Haven, hasta que finalmente fueron a la que estaba enfrente de su residencia.
Ahí vivían los Skakel. Y de los siete hermanos, algunos eran amigos de Martha Moxley.
Tocaron el timbre, pero no estaban ahí.
Habían salido a comer al club local con su tutor, Kenneth Littleton (23), quien había sido contratado un día antes por el padre de la familia, Rushton Skakel, para que se mudara a la mansión y ayudara a educar a sus hijos.
Este último se encontraba fuera, en un viaje de cacería.
El reloj marcaba las 20:15, por lo que Martha y sus acompañantes fueron a buscar a otra amiga, Jackie Wetenhall, y volvieron más tarde donde los Skakel.
A diferencia de en la ocasión anterior, esta vez sí estaban. Eran las 21:10.
Estuvieron unos 20 minutos divirtiéndose con ellos.
El primo de los dueños de casa, Jimmy Dowdle (17), John Skakel (16) y Michael Skakel (15) bebieron alcohol e hicieron juegos, mientras que Tom Skakel (17) y Martha empezaron a coquetear, hasta el punto en que llegaron a besarse y a escabullirse detrás de un cerco de plantas.
Hasta este momento, el relato parece una historia común de jóvenes estadounidenses que rompen las reglas y tienen acercamientos cuando se presenta la oportunidad.
Sin embargo, lo que parecía una noche común en la víspera de Halloween se convirtió poco después en una tragedia con un crimen desconcertante.
Las manecillas marcaron las 22:00, la hora en que Martha le había prometido a su madre que estaría de vuelta en casa, pero la joven aún no había regresado.
Dorothy recién se dio cuenta a las 2:00 de la madrugada, cuando el calendario ya lucía la casilla del viernes 31 de octubre.
Llamó a la casa de Helen, su amiga, para saber si ella estaba ahí, pero la respuesta fue negativa.
Pensó que seguramente había tenido algún contratiempo, por lo que se sentó a esperarla en el sillón del living, frente a la ventana, para verla cuando llegara.
No obstante, se quedó dormida y su hija nunca llegó.
Cuando ya amaneció y el sol alcanzó sus ojos, se paró y fue a la pieza de la adolescente para ver si estaba ahí.
Su cama seguía ordenada. Dorothy entró en pánico.
Llamó a la policía.
Los agentes le sugirieron la posibilidad de que se hubiera quedado a dormir en la casa de alguna amiga, como hacen muchos adolescentes, pero conocía más que nadie a su hija. Le hubiese avisado antes de ausentarse.
Ella y su hijo mayor, John, el hermano de Martha, salieron a buscarla por las otras casas de Belle Haven.
La primera a la que fueron fue la de los Skakel, ubicada apenas cruzando la calle.
Tom les abrió la puerta y les dijo que no sabía dónde estaba Martha, por lo que más personas se unieron a la búsqueda.
¿Qué le había pasado? ¿Cómo era posible que en el vecindario, uno conocido por ser seguro, nadie supiera de su paradero?
La respuesta sobre dónde estaba llegó dos horas después, cuando una compañera de colegio encontró su cadáver arrojado en una zona de árboles, debajo de un pino, a 180 metros de la casa de la familia Moxley, según rescató Infobae.
A su alrededor había sangre y su cabeza se veía destrozada como consecuencia de fuertes golpes mortales.
De la misma manera, su ropa interior y sus pantalones llegaban a la altura de los tobillos, mientras que en su zapato izquierdo se leía un nombre escrito: “Tom”.
Ese fue el inicio de un caso que duró décadas y que fue sumando nuevas aristas.
Negaciones, detectives privados, confesiones reveladoras, fianzas millonarias, una poderosa familia y un periodista que también enfrentó el asesinato de su hija. Por coincidencia, un 30 de octubre.
En busca del asesino: el crimen contra Martha Moxley
A pesar de lo que sugería la escena a simple vista, los peritos que analizaron el cuerpo aseguraron que no había sido abusada sexualmente.
Según ellos, tampoco había rastros de que se hubiese defendido, por lo que pensaron que podría haber sido atacada por sorpresa.
Presumieron que el primer impacto fue en su mandíbula, lo que provocó que cayera en un estado inconsciente.
Una vez en el suelo, el asesino se abalanzó sobre ella y le dio múltiples golpes de gran intensidad, incluídos apuñalamientos, mientras Martha no podía defenderse.
Luego, según la hipótesis de los agentes, arrastró el cadáver por una distancia de entre 50 y 80 metros, para así dejarlo en donde fue encontrado por la compañera de escuela de la joven de 15 años.
Si bien, las declaraciones de los testigos permitieron que se pudiese reconstruir parte de lo que ocurrió esa noche, ninguno de ellos dijo haber escuchado gritos o ruidos extraños.
Cerca de donde se encontró el cuerpo de Moxley también se hallaron tres cuartos de los trozos de un palo de golf número 6. La parte que faltaba era precisamente la del mango, desde donde se toma el objeto.
Los investigadores rápidamente notaron que esa había sido el arma utilizada, debido a que había pedazos de metal en la cabeza de la víctima y se le había apuñalado con un fragmento afilado en la zona del cuello.
Asimismo, establecieron que los ataques ocurrieron entre las 21:45 y las 22:00.
Con esa pista crucial, los detectives llegaron a la casa de enfrente, la de los Skakel.
Determinaron que el palo perteneció a la madre, Ann Reynolds Skakel, quien había fallecido hace dos años a causa de un cáncer cerebral.
Como es de esperar, las miradas de Belle Haven y la prensa se centraron en esa casa, que pertenecía a una familia adinerada por la industria del carbón y que tenía nexos con el ex presidente John F. Kennedy, quien había sido asesinado en Dallas, Texas, en noviembre de 1963.
El vínculo se debía a que la tía paterna de los siete hermanos, Ethel Skakel, era viuda del ex senador estadounidense Robert F. “Bobby” Kennedy, hermano del ex mandatario.
En esa residencia vivían Rushton Skakel y sus hijos: Rush Jr. (19), Julie (18), Tom (17), John (16), Michael (15), David (12) y Stephen (9).
También, un día antes habían contratado al tutor, Kenneth Littleton, para establecerse ahí.
De los hermanos Skakel, quienes tenían mayor cercanía con Martha eran Michael y Tom.
Este último fue considerado como el primer sospechoso. Después de todo, era el último que había visto a la joven con vida y no era un secreto que tenía interés en ella.
Aún así, según el citado medio, al poco tiempo su padre influenció a que se tomaran medidas para prohibir que se investigara en su colegio.
Junto con ello, Rushton se resistió a seguir cooperando con la investigación, mientras que el juez cargo tampoco pidió que se allanara inmediatamente su vivienda de Belle Haven.
Y aunque Littleton nunca conoció a Moxley ni había pruebas claras que sugirieran una participación en el crimen, las sospechas de los policías se fueron hacia él.
Aquello llevó a que fuese despedido de su trabajo en la mansión Skakel, lo que derivó en miradas de desconfianza y que le costara encontrar otros empleos.
Tras una serie de peritajes e hipótesis, los agentes no pudieron dar con un culpable, por lo que la carpeta de la investigación permaneció sin mayores novedades por décadas.
Eso sí, no se mantuvo así por siempre. Los Moxley estaban convencidos de que, fuese quien fuese el asesino, era uno de los integrantes del clan Skakel.
Incluso, Dorothy fue más allá y apuntó como supuesto autor del ataque a Michael, quien nunca fue considerado sospechoso y destacaba por su mal comportamiento y por tener ataques de ira frente a otras personas.
Como se había mencionado más arriba, él y su hermano Tom eran los más cercanos a Martha.
“Desgraciadamente, toda la atención se centró entonces en Tom y en el tutor de los chicos. Eso era algo totalmente increíble dado el problemático pasado de Michael”, manifestó por aquel entonces Dorothy Moxley, según declaraciones rescatadas por el citado medio.
Por su parte, cuando se supo del crudo asesinato, él se justificó con que estaba viendo televisión donde su primo.
Aquello le bastó.
Michael declaró a los agentes que esa noche vio a Martha, Helen y Geoffrey en las afueras de la residencia, por lo que los invitó a entrar.
Según su relato, después se subió con sus amigos al auto de su papá para escuchar música ahí dentro.
“Martha era mi amiga. Me hubiera gustado besarla, pero me hubiera gustado besar a cualquier otra chica en ese momento (...) Ella era de mi tamaño, me podría haber pateado el trasero”, aseguró años más tarde, refiriéndose a que su contextura no le habría permitido agredirla.
Por su parte, Tom declaró que entre las 21:15 y las 21:20 había ido con Martha al auto de su papá a buscar un cassette, pero que como su primo y sus hermanos Rush Jr. y John le dijeron que tenían que usarlo —para ir a la casa del primero a ver un programa de televisión que iniciaba a las 22:00— , finalmente se bajaron del vehículo.
Ahí, Michael la invitó a que fueran juntos, pero ella lo rechazó. Quiso quedarse con Tom.
Finalmente, se fueron todos los presentes menos ellos dos, Helen y Geoffrey.
Julia Skakel, la hermana de los jóvenes, también se fue. Tenía que llevar a una amiga suya de regreso a su casa. Se fueron en otro auto.
A los pocos minutos de que todos abandonaran la residencia de la calle Walsh Lane, Helen y Geoffrey optaron por hacer lo mismo.
Tom y Martha se quedaron solos. Ya se habían besado detrás del cerco de plantas.
Él dijo en sus primeras declaraciones a la policía que estuvieron conversando por unos minutos y que luego ella se fue hacia su casa.
Pero casi dos décadas después, cambió su versión y le contó a un grupo de detectives privados que contrató su padre, el equipo Sutton de Investigadores Asociados, que antes de que se fuera tuvieron un encuentro sexual de aproximadamente 20 minutos.
Una vez terminado ese acto, según él, Martha se fue. Sin embargo, nunca llegó a su hogar.
Además, dijo que en un principio no dio esa declaración por miedo a que se creyera que él la había atacado, lo que siempre negó.
Detectives privados, confesiones reveladoras y un manifiesto de impunidad
Los integrantes del equipo Sutton habían firmado numerosos acuerdos de confidencialidad para que no se filtrara lo que los Skakel les revelaran.
El padre de familia, Rushton, quería descubrir si efectivamente el asesino de Martha había sido uno de sus hijos.
Si bien, desde un principio se señaló a Tom como el principal sospechoso, los relatos poco a poco fueron posicionando a Michael en el centro del caso.
En el momento del crimen él tenía 15 años. Y aunque había dicho que esa noche solo estuvo viendo televisión donde su primo, reveló a los detectives privados una versión inédita hasta aquel entonces.
Les dijo que al volver de dicho lugar no fue directamente hacia su propia casa, sino que entre las 23:30 y las 00:30 se dirigió a la de Martha.
Ahí subió un árbol frente a la ventana que sospechaba que era la de ella y se empezó a masturbar.
Mientras el equipo Sutton evaluaba —por su cuenta— la posibilidad de que él haya sido el culpable, Michael fue arrestado por conducir bajo los efectos del alcohol.
Esa fue la cumbre que despertó el enojo de su padre, por lo que Rushton decidió enviarlo a una correccional para jóvenes llamada Élan School, ubicada en Poland, Maine, Estados Unidos.
Dicho recinto era conocido por sus métodos estrictos y por el entorno dañino al que se sometían los estudiantes. De hecho, más adelante, en 2011, fue cerrado a raíz de su mala reputación.
Como alumno de esa escuela, Michael habló sobre el crimen sin escrúpulos frente a alguno de sus compañeros.
A dos les dijo que él había asesinado a Martha. A otro le comentó que recordaba haber tomado el palo de golf y haber corrido por el bosque, pero que no sabía qué había hecho exactamente.
Con otro fue más allá y le aseguró prepotentemente que le había “volado el cráneo” a la joven y que él nunca iría a la cárcel.
“Me voy a salvar de este asesinato, porque soy un Kennedy”, afirmó aludiendo a que el pasado de su familia le otorgaría impunidad frente a la justicia.
Y en una instancia distinta, también le expresó a ese mismo compañero que había cometido un acto de carácter sexual sobre el cadáver.
Tras conocer todos estos detalles y pagar una cifra millonaria —de unos 750 mil dólares, casi 700 millones de pesos chilenos actuales— por el informe secreto, Rushton evitó que alguien más se enterara de sus relatos.
Pensó que tales declaraciones nunca se darían a conocer y que el caso se reduciría, como muchos otros, a una carpeta acumulando polvo en una bodega. Se equivocó.
“Quería besarla, quería que fuera mi novia, pero iba despacio, quería ser cuidadoso (...) La verdad es que con Martha yo era un poco tímido y pensé que si esa noche pasábamos tiempo juntos en lo de mi primo, algo romántico podría desarrollarse entre nosotros”, dijo Michael a finales de los 90 en un audio que grabó para una biografía no publicada, llamada Dead Man Talking: A Kennedy comes clean.
Si se traduce ese título de forma textual al español, significa: “Hombre muerto hablando, un primo de los Kennedy que queda limpio”.
Pese a haber hecho tales declaraciones, Michael siguió con su vida. Participó en prestigiosas competiciones internacionales de esquí y se casó con una jugadora profesional de golf llamada Margot Sheridan.
Además, la pareja tuvo un hijo.
Estaba libre y la justicia no sospechaba de él.
Una llamada inesperada, la empatía de un escritor y una filtración clave
Factores como la situación de la familia Moxley, las teorías en torno a los Skakel y el hecho de que aún no se encontraran culpables influenciaron a que el escritor y periodista de Vanity Fair, Dominick Dunne, se interesara en el caso.
Sentía una particular empatía con Dorothy, debido a que su hija Dominique también había sido asesinada un 30 de octubre.
Cuando supo que el papá de Martha había muerto en 1988, se contactó con la madre de la víctima, quien ya había dejado su residencia de Belle Haven porque, en sus palabras, “no soportaba ver desde mi ventana la casa de los Skakel”.
En su conversación, le dijo que no sabía quién había sido el asesino, pero que no tenía dudas de que era uno de los jóvenes provenientes de esa familia.
Aún así, no tenía pruebas concretas que lo sustentaran.
Dunne investigó el crimen en contra de Martha Moxley y escribió un libro titulado Una temporada en el purgatorio (Bantam Press, 1993), en el cual relató su historia con ciertos componentes de ficción y algunos cambios, para así evitar problemas legales.
Por ejemplo, sustituyó el arma utilizada en el asesinato y modificó los apellidos.
La novela basada en la realidad rápidamente despertó el interés de los lectores, por lo que el caso volvió a ser comentado casi dos décadas después.
A raíz de aquello, una psicóloga forense se acercó a él y le mostró fotos de la autopsia que tenía guardadas. Ahí pudo ver algunos rastros adicionales.
Tres años más tarde, en 1996, un hombre lo llamó por teléfono y le dijo que tenía detalles sobre el crimen contra Moxley.
Le aseguró —bajo la condición de que no revelara su identidad— que había trabajado con los detectives privados que contrató Rushton Skakel.
A pesar de que los integrantes de ese equipo habían firmado múltiples acuerdos de confidencialidad, dijo que él no lo hizo, debido a que se integró posteriormente y a que su trabajo consistió específicamente en darle una estructura narrativa al informe secreto, cuando ya se habían concluido los peritajes.
Dicho esto, se ofreció a entregarle una copia.
Dunne quedó sorprendido al leer el informe, ya que ahí salían confesiones inéditas, como que Michael fue esa noche a las afueras de la residencia de los Moxley.
Con el propósito de revivir el caso y entregar las nuevas pistas a las autoridades, se acercó al detective Mark Fuhrman, quien publicó el libro Murder in Greenwich (Avon, 1998) sobre el asesinato de la joven de 15 años.
Su teoría era que Michael había cometido el atentado, a raíz de un ataque de ira que le dio después de verla besándose con su hermano, Tom.
Ya con los antecedentes reunidos por el grupo Sutton bajo su poder y una hipótesis armada, llevó las informaciones a los tribunales y en junio de 1998 se aceptó una revisión del caso y de toda la evidencia disponible.
El jurado estuvo en ello por un año y medio, hasta que finalmente se dictaminó que Michael Skakel, ya con 40 años, sería acusado por asesinar a Martha.
Así, el 9 de enero del 2000 se emitió una orden de arresto, ante la que él mismo se entregó. No obstante, duró poco, ya que pagó una fianza de aproximadamente medio millón de dólares, según rescató el citado medio.
Dos años más tarde, en 2002, fue formalmente acusado bajo el argumento de que reaccionó por los celos derivados de que ella se besó con su hermano.
Frente a la acusación en su contra, él insistió en su inocencia.
Durante el juicio que se inició en mayo, en Norwalk, se leyeron las declaraciones que dio a los detectives privados del equipo Sutton, las confesiones que hizo a sus compañeros en Élan School y ciertos extractos del diario íntimo de la víctima.
A esto se le sumó que Michael contaba con un historial de dependencia al alcohol y a sustancias tóxicas, y que su ahora ex esposa reveló que era violento con ella, tanto física como psicológicamente.
En una página del diario personal de Martha, con fecha del 12 de septiembre de 1975 —18 días antes de su muerte— , se leía lo siguiente:
“Fui en el auto de Tom (...) Iba prácticamente sentada en su falda, porque yo solo manejaba el volante. No dejó de ponerme su mano en mi rodilla (...) Luego estuve manejando de nuevo y él me abrazó. Siguió haciendo cosas así. ¡Jesús! ¡Si Peter se enterara estaría muerta! Creo que a Jackie realmente le gusta Michael y yo creo que puede ser que ella le guste a él, o quizá sea porque él está borracho, no lo sé”.
En otra, del 15 de ese mes, escribió sobre una presunta discusión que tuvo con Michael, debido a que él la encaró porque era cercana con su hermano.
“Michael estaba tan fuera de sí, estaba siendo un verdadero imbécil en sus actos y palabras. No dejó de decirme que estaba engañando a Tom cuando no me gusta (salvo como un amigo). Le dije: ‘Bueno y qué hay de ti y Jackie? Me dices siempre que no te gusta y estás encima de ella. Él no entiende que puede ser amable sin colgarse de ella todo el tiempo. Michael saca conclusiones. Yo puedo ser amiga de Tom, solo porque hablo con él, eso no significa que me guste. Realmente tengo que dejar de salir con ellos”.
Todas las pruebas, declaraciones y el perfil psicológico del acusado llevaron a que el 30 de agosto de 2002 fuese sentenciado a 20 años de prisión, por lo que fue trasladado al Instituto Correccional Garner en Newton, Connecticut.
Dorothy y su hijo John celebraron el veredicto del jurado. Al fin, sentían que se estaba haciendo justicia por el asesinato de Martha.
Michael Skakel permaneció 11 años tras las rejas, hasta que a finales de 2013 su defensa logró que se abriera la posibilidad de anular la condena y se realizara un nuevo juicio.
Su argumento principal para dicha petición, fue que no se habían tomado los testimonios suficientes para poder entregar un veredicto.
De esa manera, se estableció que podía salir en libertad después de pagar una fianza de 1.2 millones de dólares y someterse a un monitoreo con una pulsera electrónica, además de no acercarse a los Moxley.
Tras una serie de discusiones legales y judiciales, la fiscalía sugirió a inicios de 2018 que Skakel debía volver a la cárcel, pero la Corte Suprema determinó que lo apropiado era realizar un nuevo juicio.
Y ya el 30 de octubre de 2020, 45 años exactos desde la muerte de Martha Moxley, se anunció que esa instancia judicial no se concretaría, porque no se podía probar quién era el culpable.
Actualmente, Michael tiene 63 años y está libre, a pesar de ya haber sido condenado una vez.