Hace cerca de 140 años, un grupo de 11 personas del pueblo Kawésqar fue raptado en el extremo sur para ser subido a un barco en dirección a Europa.
Entre ellas se encontraban cuatro hombres, cuatro mujeres y tres niños, quienes eran alimentados con elementos como carne cruda y —por diferencias de idioma— no entendían lo que sucedía a su alrededor ni cuales eran los motivos de aquel viaje en el que ya estaban envueltos.
El propósito: llevarlos a “zoológicos humanos” para exponerlos a cambio de dinero.
Los visitantes que compraban su entrada en ciudades como Berlín, París y Múnich podían tirarles plátanos, los veían con vestimentas que no eran las de sus raíces y presenciaban peleas que eran gestionadas por los organizadores.
Como es de esperar, no tenían la oportunidad de exponer sobre su cultura.
El empresario alemán, Carl Hagenbeck (1844-1913), fue el responsable de instalar este modo de operar en el que se hizo una suerte de gira que pasó por varios países y que finalizó en Zúrich, Suiza, la cual era promocionada como un “espectáculo”.
Incluso, él mismo se jactó en sus memorias de ser un pionero en este ámbito.
“Tuve el privilegio de ser el primero en el mundo civilizado en presentar estos espectáculos de diferentes razas”, escribió el también zoólogo, según rescató el periódico alemán Der Spiegel hace una década.
Los Kawésqar no fueron los únicos que pasaron por estos episodios que fomentaron el racismo. También hubo personas de la comunidad Selk’nam y habitantes de múltiples partes de África y Asia.
Un reportaje de la BBC publicado en octubre del año pasado detalló que este tipo de eventos continuaron en Europa —de forma sostenida— hasta al menos 1958, año en que la Exposición Internacional y Universal de Bruselas instaló un pueblo “típico” africano, en el que los espectadores observaban a personas provenientes de la actual República del Congo.
“Si no reaccionaban, les tiraban monedas o plátanos por la reja de bambú”, se lee en una crónica de la época según una revisión del citado medio.
Pese a que en 1882, cuando los Kawésqar llegaron a Zúrich, no existían las facilidades tecnológicas de la actualidad para relatar en detalle cómo fueron estos violentos episodios, sí hay registros históricos que lo han dejado plasmado.
Y hoy, en 2023, esa misma ciudad es la que recibe a 11 cultores de su pueblo, aunque esta vez, en el Museo Etnográfico de la Universidad de Zúrich y con el propósito de abrir instancias de diálogo.
Las personas del pueblo Kawésqar que fueron raptadas y expuestas en “zoológicos humanos”
El presidente de la Fundación Pueblo Kawésqar, Francisco González, cuenta a La Tercera que desde julio se está llevando a cabo el Encuentro Ko Aswál —o Al día siguiente— , el cual continuará hasta el 3 de septiembre en dicho espacio.
En sus palabras, “busca cerrar una herida abierta de las comunidades indígenas, abriendo un espacio de diálogo intercultural y visibilizando la cultura a través de los propios cultores Kawésqar”.
Dichas cultores son de distintos grupos etarios —incluídos dos menores de edad— y en estos dos meses han realizado charlas y talleres con la población local.
Solo en las dos primeras semanas recibieron a más de 800 personas, detalla González.
Y cuando los visitantes se acercan a preguntar por qué el encuentro se llama Al día siguiente, responden: “Porque no es la primera vez que los Kawésqar estamos aquí, la primera fue hace 140 años”.
“La gente empieza a notar que somos personas de la misma cultura y es por eso que los participantes que estamos viniendo tenemos ese número simbólico, 11 (...) tal como fue en la época de los ‘zoológicos humanos’”.
A diferencia de hace más de un siglo, recalca que “ahora lo hacemos de forma voluntaria y por nuestra cuenta, a mostrar bien orgullosos nuestra cultura”.
Durante estas semanas, han conversado tanto con personas que visitan el encuentro para informarse como con historiadores que tienen conocimiento sobre las prácticas que instauró Hagenbeck.
Según le comentaron especialistas del país europeo, los primeros “zoológicos humanos” en Suiza datan desde 1834, cuando empezaron a recibirlos casi todos los años de manera ininterrumpida.
“Me contaban que se realizaban para mostrar más o menos la colonización y cómo era llevada en distintos lugares del planeta (...) Suiza no es un país que anduvo colonizando otros lugares, como Francia, Alemania, Holanda, España, pero sí participó económicamente y está vinculado a muchos procesos del exterior”.
Fue precisamente por ello que Zúrich fue incluida en estos trayectos en los que se exhibían personas, los cuales además de presentar “espectáculos” —como definía Hagenbeck— , eran utilizados para fomentar ideas racistas como las del eugenismo, según escribió la historiadora del Instituto Universitario de Ginebra, Letizia Gaja Pinoja, en un artículo publicado en The Conversation el mes pasado.
Bajo esta línea, González cita un libro de la fallecida escritora suiza Rea Brändle (1959 - 2019), quien investigó este fenómeno y encontró información sobre los Kawésqar, entre otros pueblos de múltiples partes del mundo.
“Tenían desplegados en los cinco continentes a gente que se preocupaba de buscar personas que consideraban ‘raras’, con cuerpos ‘raros’”, dice en referencia a rasgos que se alejaban de los que conocían los europeos en aquel momento.
Según la investigación de Brändle y registros de la Universidad de Zúrich que revisó González, había personas de comunidades que “llegaban a ciertos acuerdos para venirse a Europa” por un tiempo, para luego ser llevados de vuelta a Asia, África o Latinoamérica, dependiendo del caso.
“Pero a los Kawésqar no les pasó así, ya que había un escaso entendimiento de su lengua en esa época y en 1880 no les interesaba mucho investigarla, eso pasó recién en 1968″, distingue, para luego destacar que “en el siglo XIX solamente los miraban por ser lo que ellos consideraban como ‘raros’”.
A pesar de que en dicha instancia fueron 11 personas del pueblo Kawésqar las que fueron llevadas a Europa, el libro de Brändle detalla que solo 10 llegaron a Zúrich. Esto debido a que una niña de aproximadamente dos años murió antes.
Si bien, hay registros históricos que relatan cómo fueron esos episodios, no se sabe con exactitud cómo fue el día específico en que embarcaron. No obstante, “sí se da a entender que no sabían a dónde iban ni a qué”.
“Yo estoy hablando de los Kawésqar, pero unos meses después también subieron a unos Selk’nam”, asegura González, “ahí ni siquiera los llamaban por sus nombres, sino que les decían ‘Fueguinos’”.
Junto con ello, subraya que quienes fueron llevados a Europa para ser exhibidos “nunca tuvieron la posibilidad de expresar su cultura, ni siquiera haciendo artesanías”.
“Según sus apariencias, les ponían otros trajes y hasta los hacían luchar entre ellos. Eso lo decían las entradas que vendían los organizadores y que todavía están. Ahí se leía: ‘Vengan a ver la pelea’ entre estas personas”.
Tales “espectáculos” tenían una duración aproximada de una hora. Y una vez que finalizaban, se ofrecía la posibilidad de comprar un ticket adicional para acercarse y tener contacto directo con ellos a través de acciones como “medir sus manos”.
“Eran tratados como una rareza, no eran vistos como un otro y eso hizo que lo pasaran pésimo”, dice González.
“Ahora los suizos leen estos relatos y se acercan al encuentro para decirnos: ‘No podemos entender lo que hacíamos con ustedes’. Para ellos también es súper chocante”.
La última parada
Los documentos históricos detallan que los provenientes del pueblo Kawésqar llegaron a Zúrich en febrero de 1882, cuando todavía continuaba el invierno.
Aquello desató que decidieran hacer la “exposición” dentro del teatro Plattentheather, el cual fue decorado con pinturas de paisajes y “toda una escenografía” que escogieron los organizadores, en la que incluso pusieron palmeras.
Dicho lugar —que luego fue demolido en 1956 y hoy alberga un edificio, según confirmaron a González— estaba ubicado frente al hospital de la época, por lo que uno de los primeros visitantes en acercarse fue “un doctor llamado Johannes Seitz”.
“Él dijo: ‘Esta gente está súper enferma, tenemos que parar esto, no están bien’. Entonces los examinaron y no alcanzaron a estar ahí más de una semana”, cuenta el presidente de la Fundación Pueblo Kawésqar.
Sin embargo, a la siguiente comenzaron a fallecer y en marzo de 1882 murieron al menos cinco que habían llegado enfermos desde Alemania, a raíz de padecimientos como el sarampión.
Parte de sus restos humanos fueron conservados en el departamento de anatomía de la Universidad de Zúrich y en 2010 fueron enviados de regreso a Chile, durante el gobierno de la ex presidente Michelle Bachelet.
Informaciones rescatadas por un artículo de la BBC detallan que las gestiones fueron iniciadas por los historiadores Christian Báez y Hans Mülchi.
Este último dirigió un documental sobre esta temática titulado Calafate. Zoológicos humanos (2010), proyecto que según una nota de El Mostrador, partió en 2002 después de que el primero le mostrara una fotografía de la Biblioteca Nacional francesa que retrataba indígenas cautivos en París.
Asimismo, Báez había iniciado una investigación junto al antropólogo inglés Peter Mason, la cual se convirtió en el libro Zoológicos humanos. Fotografías de fueguinos y mapuche en el Jardin d’Acclimatation de París, siglo XIX (Pehuén Editores, 2006).
“Costó enormemente (...) pero hay que decir que los antropólogos de la universidad de Suiza fueron claves para poder llevar adelante esto, y por supuesto la capacidad de organización y la fuerza que tuvieron los dirigentes Kawésqar”, declaró Mülchi en enero de 2010 según la BBC.
El Encuentro Ko Aswál que se está realizando en las dependencias del Museo Etnográfico de la Universidad de Zúrich es liderado por cultores provenientes de Puerto Edén, Puerto Natales, Río Verde y Punta Arenas.
Ellos son: Amil Caro Pérez, Carolina Quintul, Celina Llanllán, María Alvarez, María Eugenia Guenuman, Martina González, Maritza Soto, León Barrios, Pamela González, Susan Vargas y Francisco González.
Y según dice este último, se trata de un evento autogestionado por la Fundación Pueblo Kawésqar, con el apoyo de la Embajada de Chile en Suiza, Filantropía Cortés Solari, el museo de la universidad y los profesionales que trabajan como voluntarios para la organización.
A cerca de 140 años de los trágicos eventos que ocurrieron en Zúrich, González valora que ahí se ha entendido que “ese era el llamado, que nosotros pudiésemos cerrar esta herida a través del diálogo y mostrar lo que somos como cultura”.
“Por eso vinimos a hablar del territorio, de la artesanía, de la lengua, de la familia, entre otros aspectos. Y ellos han venido a escuchar, muy atentamente”, sentencia el presidente de la Fundación Pueblo Kawésqar.
Puedes ver una imagen interactiva del espacio en el Museo Etnográfico de la Universidad de Zúrich haciendo click en este enlace.