Warpaint: doncellas en la bruma




La discoteque Blondie siempre invoca esa sensación de hundirse en las entrañas del centro capitalino, al descender varios niveles hasta un subterráneo semejante a una caldera ruidosa y sudorosa, aún más patente la noche del jueves cuando las californianas Warpaint se presentaron con la sala atestada como el plato fuerte de Converse rubber tracks live, el capítulo en directo de una iniciativa jugada por valores del indie. Promueve grabaciones de calidad para bandas emergentes en todo el mundo con productores connotados (los porteños Adelaida sesionaron el mes pasado en Nueva York), y conciertos de artistas que aún creen en el rock como expresión vital de la juventud. Ante la escena candente, atestada y humeante, la guitarrista y cantante Emily Kokal repetía sonriendo entre pausas "caliente, caliente", mientras se dejaba llevar por las insinuaciones del ritmo, quizás la mejor cualidad de Warpaint, que en once años de carrera y con el padrinazgo pasajero del ex Red hot chili peppers John Frusciante, ha forjado reputación precisamente por el tono sugerente y combinaciones atípicas. La música del cuarteto femenino que completan Theresa Wayman (guitarra y voz), Jenny Lee Lindberg (bajo y coros), y Stella Mozgawa (batería y coros), tiene fortalezas seductoras y peculiares para urdir una alianza de sicodelia y dream pop.

Aunque Kokal asoma como una especie de líder -al inicio del bis volvió a solas con su guitarra-, el protagonismo y las funciones vocales se reparten. En Warpaint opera la democracia: todas cantan mientras el punto sustancial, más allá de la función rítmica inherente, lo sostienen la batería y el bajo con ingenio. Desde los tambores, Mozgawa urde toda clase de cifras enrevesadas pero a la vez bailables, en tanto el bajo de Lindberg complementa perfecto con dibujos elásticos y cadenciosos. Las guitarras bordan paisajes etéreos, quejumbrosos, impredecibles; las voces urden coros como si se tratara de doncellas correteando angustiadas en un bosque. La fórmula es atractiva pero a la vez carece de un gancho más profundo. Las canciones prescinden de coros, sino que apuestan por una sumatoria de paisajes y sensaciones que luego de un rato forman una especie de bruma sónica uniforme, de clímax en suspenso.

Lo de Warpaint es una gran invitación por su originalidad y la seducción propia de cuatro mujeres jóvenes aún convencidas del rock como lenguaje. Pero tras más de una década de trayectoria se extrañan mayores argumentos, que invitar a una travesía donde se viaja en una línea constante sin fricciones.

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