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Javier Sajuria
Profesor de Ciencia Política en Queen Mary University of London y director de Espacio Público
Con la reciente búsqueda de enfocar todo el proceso en el comportamiento de Allende y su gobierno, vemos en sectores de la derecha un intento de minimizar la responsabilidad que tuvieron otros sectores de la sociedad en llevar al país al quiebre. Quizás para ellos es más importante restaurar una versión torcida de la historia que antes comentaban en silencio, pero que ahora se sienten envalentonados por el paso del tiempo.
La alternativa de ser bondadosos con quien piensa distinto y escuchar de forma sincera sus opiniones se ha vuelto en símbolo de debilidad. Pero es esa mentalidad la que debemos combatir para lograr movernos del estado de crisis en que llevamos por años.
El campo de estudio de la desinformación está lejos de llegar a ese punto de consenso. Es más, uno de los problemas más complejos es que gran parte de esa investigación proviene de países desarrollados del mundo occidental, y no se ha generado tanto conocimiento sobre realidades como la chilena.
Al mirar las críticas sobre la comisión propuesta por el gobierno, queda la duda de si sus detractores han hecho un mínimo trabajo de leer sus objetivos o de revisar el trabajo de sus miembros.
Este afán de crítica a sus antecesores es, precisamente, lo que explica la virulencia de las críticas que ha recibido la coalición oficialista en los últimos días. Su triunfo ha sido a costa de desbancar a toda una generación política bajo acusaciones de baja calidad moral.
Hay que notar que las acusaciones constitucionales son una gran performance. A pesar de contar con notables abogados de la plaza como defensores, la decisión está lejos de ser jurídica. El proceso es uno de apoyos políticos y negociaciones, donde la acusación se aprueba o se rechaza a partir de las simpatías que generan los acusados.
La Comisión Experta despachó su trabajo en los términos y el tono que se esperaba desde un principio. Incluso en aquellos temas donde no se logró acuerdo, hubo un intento por mantener un clima cordial y productivo. Se podría decir que fue una comisión de perdedores en términos individuales, pero exitoso en términos colectivos. Y ahí es precisamente donde se anticipa el primer punto débil del consejo electo.
La experiencia internacional no ha sido generosa con partidos como el Republicano cuando triunfan en las elecciones. Por el momento, tenemos que interpretar su voto más como una respuesta a un sistema democrático que no es capaz de ofrecer alternativas satisfactorias, que como un triunfo de valores ultraconservadores.
Si con la elección de Gabriel Boric se esperaba que el péndulo ideológico se mantendría en la izquierda, lo cierto es que no ha sido así en una serie de temas relevantes. El discurso en seguridad, por ejemplo, se mueve al ritmo de lo que proponen los sectores más reaccionarios de la ultraderecha. Lo mismo ha ocurrido con el debate sobre inmigración.
La discusión constitucional en la Comisión de Expertos ha avanzado hacia una noción de estado social, pero principalmente en los títulos. En el detalle, hemos visto cómo se cuela el mismo pensamiento que nos ha gobernado desde la recuperación de la democracia y que ha traído tantos problemas en el debate sobre la provisión de servicios claves, como la salud.
Para permitir que los partidos políticos sean verdaderos mecanismos de representación, es necesario que sean más convocantes y diversos. En el sistema actual, se premia la diferenciación y la fragmentación.