Judith Butler: “El llamado a una Asamblea Constituyente parece ser una concesión a las demandas populares, será importante mantenerse vigilantes y críticos”
"Me encantó estar allí y siento mucha solidaridad con los estudiantes", dice Judith Butler, quien visitó Chile antes del estallido social y hace unos días firmó, junto a más de setecientos académicos, una carta enviada al Secretario General de la ONU referida a la situación política del país. Ampliamente conocida por la teoría de la performatividad del género, en sus últimos trabajos ha pensado la precariedad, la asamblea y las manifestaciones como fuerzas políticas. La filósofa explica a Culto su análisis de la situación política en Chile y las posibilidades que allí observa.
¿Cómo ves la situación política y social en Chile? ¿Dentro de qué marco podemos leer las recientes movilizaciones?
Las protestas en Chile han sido impresionantes para el mundo entero, especialmente porque los estudiantes han estado organizándose, estudiando y haciendo asambleas durante el último tiempo. Muchas protestas nacen de la indignación, y la indignación es necesaria cuando hay injusticia o cuando las injusticias pasadas nunca han sido totalmente reconocidas o reparadas. Pero en Chile las protestas estudiantiles también están basadas en un análisis. Los estudiantes comprenden que Chile ha sido el experimento del neoliberalismo y que el neoliberalismo cierra el horizonte del futuro para los jóvenes. Ellos están, como yo lo veo, luchando por su propio futuro y por el futuro del mundo.
¿En qué falla la clase política al leer las protestas?
Desafortunadamente, las asambleas populares y protestas son a menudo desestimadas como juveniles o fantasías pasajeras. Pero ellas portan la semilla de toda transformación democrática. Es la expectativa de transformación democrática radical lo que el Estado y sus aliados corporativos temen. Así que minimizan y desestiman, llaman a una manifestación "disturbio" o la clasifican como una amenaza al orden social. Pero la democracia puede ser alborotada, y sus demandas son claras.
En Chile hubo toque de queda y algunos protestantes desobedecieron. ¿Qué posibilidad lees en esa desobediencia?
Siempre hay una pregunta sobre cómo ejercer juicio con relación a la ley injusta. Si uno es obediente a una ley injusta, entonces se rinde a la injusticia. La libertad de expresión y asamblea, la libertad de movimiento, son todas libertades básicas de la democracia. Cuando la ley busca suprimir esas libertades, la ley se vuelve una fuerza antidemocrática y debemos oponernos en nombre de la democracia. El futuro de la democracia que es imaginada y establecida a través de actos de desobediencia civil, en estos casos.
En Cuerpos aliados y lucha política: hacia una teoría performativa de la asamblea, hablas de una distribución demográfica de la precariedad. ¿Cuál es tu lectura del momento actual de Chile bajo esa idea?
El público estadounidense está lentamente despertándose al hecho de que su país ha explotado a la gente y a las tierras latinoamericanas y que su prosperidad ha dependido de la cada vez más precaria situación de los trabajadores del sur. Esta distribución global de la precariedad ha aventajado al rico y amenazado la misma posibilidad de un salario justo para las personas que buscan trabajo en el sur. El supuesto libre mercado solo premia la libertad de aquellos que buscan sacar provecho a una situación sistémica de desigualdad. Los que sufren más bajo estas condiciones son los pobres, los Mapuche, las mujeres y las minorías de género.
También mencionas la idea de alianza y señalas que muchas veces no solo es una forma social futura, sino una latente. En Chile, canciones de los setentas y ochentas han resurgido en medio de las protestas. ¿Por qué crees que estos signos reviven?
Pienso que no puede haber una transformación socioeconómica seria y a largo plazo sin el poder del arte, incluyendo la música, cuyos vínculos cruzan generaciones y crean condiciones afectivas para la resistencia política. Es importante no volverse nostálgico, aunque el legado de luchas pasadas se invoque en el presente. La lucha contra la violencia estatal no ha terminado, y la batalla sobre lo términos de la memoria está lejos de establecerse. Las detenciones recuerdan y continúan las prácticas violentas del Estado de Chile, como lo hace el discurso que busca reformular la dictadura como una "guerra civil". La represión tiene que ser identificada y reidentificada en todas las formas que podamos, y necesitamos el arte, especialmente los materiales populares, para ayudar a contar y recontar la historia de la dictadura, de la victimización y de la resistencia. Aunque las circunstancias no son exactamente las mismas ahora, todavía hay una batalla sobre cómo contar esa historia, cómo interpretarla para el presente, y el lenguaje, los medios y la interpretación son fuerzas políticas cruciales para esa lucha.
En medio de las protestas ha habido una voluntad de cambiar los mapas: la principal plaza de Santiago ha sido rebautizada como Plaza de la Dignidad. ¿Cuál es el rol del espacio público en la protesta?
Renombrar la plaza pública como "Plaza de la Dignidad" es apoderarse del lenguaje de la propiedad y resistir las fuerzas de la violencia estatal y de la privatización. La plaza pertenece a la gente y debiera ser el lugar para ejercer la libertad de asamblea. La dignidad pertenece a la gente, a los cabildos, y el espacio público se mantiene como el sitio y esperanza de un final radical al legado de la dictadura.
La asamblea pública plantea una pregunta abierta: ¿qué significará "democracia" en el Chile del futuro? ¿Continuará siendo una abreviatura del neoliberalismo y sus profundas ataduras con la violencia estatal? ¿O de verdad incluirá representantes de la gente en la escritura de la Constitución? El llamado a una Asamblea Constituyente parece ser una concesión a las demandas populares y eso puede que sea bueno. Pero será importante mantenerse vigilantes y críticos: ¿cuáles son los términos de esa convención? ¿Quién participará y quién será excluido? ¿Cuál es la idea de democracia que debe encarnar un documento que asegura la democracia constitucional?
¿Cómo puede una ética de la cohabitación darnos perspectivas de este conflicto?
Deberíamos prestar atención a las formas de sociabilidad que se encarnan en los cabildos. ¿Qué ideas de igualdad representan? ¿Qué ideas de trabajo compartido aspiran a realizar? Estos grupos establecen un ethos que es trasladado a asambleas, protestas y movimientos más grandes. La pregunta es si ese ethos de cohabitación, en igualdad de condiciones y comprometido con la libertad política, puede traducirse en una nueva forma de gobierno que trabaje en contra del legado entretejido de la violencia estatal y el neoliberalismo. Esta es la pregunta abierta que los estudiantes hacen, y es un movimiento que remece el mundo a la vez que lo construye.
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