Bob Ezrin, productor de The Wall: "Fue muy profético, y por eso continúa tocando a la gente joven generación tras generación"

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El 30 de noviembre de 1979, Pink Floyd editó The wall. Una ópera rock de alto contenido político y social que marcó un hito en el desarrollo de los shows superventas.


El productor Bob Ezrin, el artista Gerald Scarfe, Mark Blake —biógrafo de la banda y colaborador de la exhibición Their Mortal Remains—, el filósofo y experto en rock progresivo Bill Martin, el fan nacional Felipe Mac-Auliffe e incluso Alan Renshaw —el profesor de la escuela Islington Green que reclutó a los niños que cantan en "Another brick in the wall, Pt.2"—, diseccionan ladrillo a ladrillo, para Culto, esta estructura colosal que sigue marcando a generaciones.

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"The Wall lidia con la alienación y con cómo los más emocionalmente aislados de nosotros pueden llegar a terminar sintiéndose cómodos en lugares peligrosos", dice a Culto el célebre productor Bob Ezrin, el hombre a cargo del sonido del onceavo álbum de estudio de los británicos Pink Floyd, publicado el 30 de noviembre de 1979. Una ópera rock que nació de la mente prolífica de Roger Waters tras la agotadora gira del álbum Animals que llevó a la banda prácticamente al borde de la desintegración. En la última fecha del tour, en Montreal, Canadá, un encontrón entre el bajista y un fanático –con escupitajo de por medio- fue el germen del concepto: instalar un muro entre la banda y la audiencia.

"La sola idea de construir una muralla para separar al público del escenario era algo revolucionario", explica al teléfono Mark Blake, autor de la biografía Pigs Might Fly: The inside story of Pink Floyd (publicada en EEUU como Comfortably Numb) y colaborador de la exhibición Their Mortal Remains, quien presenció a la edad de 15 años uno de los shows de la gira original de The Wall, en Earls Court, Londres, en 1981. "Bueno, ahora que Roger Waters lo hizo por su propia cuenta –entre 2010 y 2013- por supuesto que ya sabíamos lo que nos esperaba. Pero, en esa época, era algo increíble. Y la producción, aunque hoy pueda verse amateur, era sorprendente para la época considerando que no existía la tecnología que tienes ahora. Era un show poderoso, muy teatral y recuerdo haber quedado muy impresionado. Había referentes como Alice Cooper y Kiss con una apuesta teatral en el mundo del rock más pesado, pero esto era algo completamente diferente. Después de The Wall la producción de estadio más grande que se hizo fue de los Rolling Stones, y quienes trabajaron con ellos fueron los mismos Mark Fisher y Jonathan Park, quienes diseñaron The Wall".

Un ladrillo más

Entre 1980 y 1981, en el gigantesco muro apilado sobre el escenario se proyectaban animaciones creadas por el caricaturista Gerald Scarfe, quien estuvo a cargo de diseñar los personajes que habitaban las letras ácidas de Waters. Algunos de ellos –como el profesor- se convirtieron en gigantescos seres inflables. La relación de Scarfe con la banda había comenzado algunos años antes, cuando se encontraban presentando Dark side of the moon. "Recuerdo que Nick Mason fue quien me llamó y después conocí al resto. Me regalaron todos sus álbumes porque les había gustado mi trabajo y me llevaron al Rainbow Theatre en Finsbury Park, acá en Londres. Cuando estaba sentado en el público, desde atrás salió un aeroplano de improviso y se estrelló contra el escenario. Ahí me quedó claro que les gustaba lo teatral y les interesaba lo visual, no simplemente la música". Aunque Scarfe trabajó esporádicamente con Pink Floyd y creó el corto para "Welcome to the machine", la oportunidad de una gran colaboración llegó cuando Waters le mostró las cintas de The Wall. "Me dijo que sería un álbum, una puesta en escena y también una película. Yo no sabía si creerle o no que harían todo eso junto", ríe. "Tuve poco tiempo para crear los personajes, ya que tenían que hacerse rápido para poder aparecer en la portada. Pero estoy complacido de que hayan permanecido icónicos en la mente de la gente todo este tiempo".

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Scarfe posee en su colección personal –la cual está actualmente a la venta- bocetos, pinturas originales, maquetas e incluso reels hechos para la película de 1982, en la cual estuvo a cargo de todos los segmentos de animación. "Waters escribió The Wall, la trama es suya. Pero todo el aspecto visual es mío. Mi trabajo era interpretar sus letras. Cuando él habla, por ejemplo, del maestro, lo que ves es mi versión. Yo no puedo ver lo que él ve en su mente". El desarrollo del concepto visual, que incluye además del profesor y de Pink, el protagonista, a personajes como El juez, La esposa, La novia y los opresivos Martillos, terminó adquiriendo tintes abrumadores en el filme de Alan Parker, y es hoy parte vital del imaginario colectivo respecto a la placa.

El show debe continuar

Con credenciales ligadas a la era dorada de Alice Cooper, el productor Bob Ezrin tenía en The Wall un desafío igualmente teatral, pero que guardaba complejidad por razones diferentes. "El reto más grande fue incluir momentos de luminosidad en medio de toda la densidad del mensaje subyacente, sin caernos en trivializar la pieza. Después de todo, se trataba de hacer un disco que esperábamos pudiese hablarle a una audiencia más amplia, al mismo tiempo que mantenerlos entretenidos y pendientes durante 81 minutos. A eso hay que sumarle que hay que repartir todo el material en 4 lados de una duración acotada, ya que fue editado primero en vinilo. Secuenciarlo fue un puzle, pero me encantan los puzles", asegura. "Y me encanta involucrarme en proyectos grandes con gente brillante. Toda la experiencia fue emocionante".

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Mark Blake recuerda haber comprado el álbum la semana misma en que salió a la venta. "Mi primera impresión es que había mucho que digerir, porque eran cuatro lados. Lo encontré fascinante y recuerdo haber hablado harto de él con compañeros de colegio. De todas las bandas de esa generación anterior al punk, Pink Floyd parecía ser la única que todavía tenía algo que decir sobre política y la sociedad. Animals y The Wall son discos duros, enojados y directos. The Wall principalmente es bien rabioso, áspero e intransigente". Bill Martin, profesor de filosofía de DePaul University, Chicago, y autor de Listening to the Future: The time of Progressive rock 1968-1978, comenta sobre la elocuente capacidad del material recordando cómo la canción "Another brick in the wall, pt.2" fue adoptada por jóvenes afroamericanos en Sudáfrica durante el Apartheid. "Ahí se transformó incluso en un himno en contra del régimen, en algo tan rebelde al punto en que fue prohibida. Y eso tiene que ver también con la cultura en que la canción es recibida".

Cantados por un grupo de alumnos de la escuela Islington Green, cercana a los estudios Britannia Row, los versos "no necesitamos más educación, no necesitamos control del pensamiento" fueron considerados una crítica aguda al sistema educacional Inglés. El profesor de música Alun Renshaw recuerda hoy, al teléfono: "me contactaron y yo no sabía de qué se trataba la canción. '¡Pink Floyd, por supuesto que queremos salir ahí!', dije. Pero cuando vi la letra, pensé 'oops' (risas). Yo era un maestro poco convencional y controvertido en mi manera de pensar. Me aproximaba a la música de una forma diferente, como si fuera una clase de arte donde los alumnos hacen pinturas. En una clase normal de música, los profesores solo hablaban de compositores muertos. Yo pensaba que en mi clase los alumnos tenían que usar el sonido para crear música, composiciones. Algo bien diferente. Me mudé a Australia en febrero de 1980 porque me invitaron a trabajar en el Departamento de Educación de Queensland, así que en cierto modo desaparecí de la escena. La gente pensó que Thatcher me había mandado a otro país, lo cual no era cierto".

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Bill Martin disecciona aquellos versos controvertidos. "Cuando escuchas una canción que dice 'no necesitamos educación, no necesitamos control del pensamiento', creo que eso captura cómo la corriente iba alejándose del idealismo de los años sesenta, hacia una visión más cínica y menos utópica. Diría que, en el rock progresivo, tienes estas dos opciones: está la dirección utópica de bandas como Yes, o la distópica de King Crimson o de Emerson, Lake & Palmer en discos como Brain salad surgery. Pero no existe el lugar del medio, que es lo cínico. Creo que la gente vio eso capturado en The Wall y se sumó al sentimiento de la juventud post sesentas. La vibra de esa canción en particular es diferente a lo más utópico del primer período de Floyd".

Mark Blake recuerda que, por entonces, muchos niños solían inventar que conocían a alguien que había cantado en el disco. "Todos habíamos visto el video de 'Another brick in the wall', porque era el single. Y se nos quedó en la mente porque escuchabas a niños cantando. Mucha gente en el colegio solía decir que conocía a alguno de ellos, o que su primo salía en el álbum", dice riendo. "Se volvió una de esas cosas sobre las que la gente siempre inventaba ese tipo de mentiras".

El profesor Alun Renshaw cuenta que aún sigue en contacto con algunos de los alumnos que aparecen en la grabación, en la cual estuvo presente. "Algunos siguieron incluso una carrera en el mundo de la música. Una chica terminó cantando en el coro de la Sinfónica de Nueva York. A todos les fue bien".

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El productor Bob Ezrin.[/caption]

El juicio

Aunque para muchos The Wall es considerado casi un primer disco solista de Waters, según la opinión de Mark Blake, la banda ya venía alejándose desde Dark side of the moon. "Había tensión desde entonces. Animals fue bien difícil. Estaban prácticamente separados cuando terminó la gira y no querían seguir trabajando juntos. Fue el manager Steve O'Rourke quien los persuadió de continuar. El problema es que Waters es muy prolífico como compositor, y el resto no lo era. A pesar de lo que puedan decir ahora, no lo eran (risas). Él llegaba con todas estas ideas y, por supuesto, al mostrárselas a Rick Wright y David Gilmour ellos las convertían en algo infinitamente mejor".

Bill Martin a pesar de todo el afán conceptual de la banda, no los mete al saco del rock progresivo. "Si vas a considerarlos dentro del prog, deberías hacer lo mismo con los Beatles también. Y, si lo haces, la categoría se abre tanto que ya no significa nada. Creo que uno de los elementos del rock progresivo es que tienes que tener un nivel muy alto de musicalidad, que incluso yo le llamaría virtuosismo. Y no creo que los miembros de Pink Floyd alcancen ese nivel, aunque opino que Gilmour es un muy buen guitarrista y a él sí lo pondría ahí. Pero el resto, aunque son muy buenos en lo que hacen, no. No se trata de que tengas que ser un virtuoso necesariamente en el rock para hacer buena música. Es solo hablar de categorías", admite. "Personalmente, estoy de acuerdo con todos quienes piensan que es ridículo que Roger Waters tenga que pensar que está por sobre el resto de la banda. Respeto realmente a Gilmour y creo que sus contribuciones son igual de buenas".

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"Escuchando The Wall, te das cuenta de que ese es el hijo de Waters, prácticamente", sentencia Mark Blake. "Te das cuenta de que prácticamente es él solo haciendo de las suyas. Pero, si escuchas –y no quiero sonar obvio al decir esto- 'Another brick in the wall' o 'Comfortably Numb' es imposible imaginar ambas sin las contribuciones de Gilmour –con esos solos-, al punto de que elevan el material". El fin de la banda luego de aquello, era inevitable. "La banda ya había cumplido su ciclo. Hay grupos que pueden tocar para siempre y otros no. Pink Floyd ya llevaba haciendo discos por 12 años, lo cual ya era mucho tiempo. Siempre hay un timeframe para las bandas. Depende de cuánto desees el dinero –en caso de que quieras seguir- o de si solo quieres dedicarte a tocar los éxitos, como hacen los Rolling Stones. Y eso no tiene nada de malo. Pero, a comienzos de los años ochenta esa opción no existía, las bandas no pensaban así. No existía la nostalgia".

Respecto a la supuesta bancarrota de Pink Floyd tras la aparatosa y compleja gira del disco, el biógrafo es claro: "Estaban quebrados porque querían pagar menos impuestos. Estaban tratando de ahorrar y eso les mordió el trasero, terminaron pagando más", ríe. "Ellos tenían que sacar The Wall a tiempo para navidad porque EMI les había ofrecido un bono gigante si lo hacían, ya que el sello quería anotar un éxito de fin de año".

El profesor Alun Renshaw tiene su propio favorito. "Me gusta el disco, pero mi opción personal es el Dark side of the moon. No es que importe lo que piense yo, es mi preferencia personal, una cosa de gustos. Pienso que Dark side es brillante. Pero estaba bien orgulloso de haber sido parte de The Wall, fue algo muy popular".

Afuera del muro

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La caída del muro de Berlín, abriendo la década de los noventa, coincidió con los primeros diez años de The Wall. Actualizando por vez primera el contenido de su obra más universal, Waters reclutó a artistas como Scorpions, Joni Mitchell, Sinead O'Connor y Bryan Adams y el 21 de julio de 1990, en un terreno en la llamada franja de la muerte, montó un espectáculo para más de 400.000 personas y que fue televisado a más de 50 países. En 2010, Al cumplirse tres décadas de la publicación, Waters se embarcó en una gira que duró tres años y completó 219 fechas. El astrónomo de la ESO, Felipe Mac-Auliffe, acérrimo fan nacional de la agrupación, tuvo la oportunidad de presenciar dos shows en el Nassau Coliseum de Nueva York, además de las dos fechas efectuadas en nuestro país, y nueve fechas más en Buenos Aires. Para él, su impacto radica en que "Waters comunica con conceptos simples, muy humanos. Y grita una realidad que la gente evita escuchar y que no quiere ver, cosas que no son agradables, que son chocantes. En ese sentido, el equipo que formó con Scarfe para plasmar lo que él sentía es formidable. Cuando uno va a ver The Wall, no va a ver un concierto. Es una experiencia en 360 grados, un ataque a los sentidos constante. Para la gira que tuve el honor de ver, Waters reinventó la manera de colocar la puesta en escena, reescribiendo algunos conceptos y actualizando para las futuras generaciones lo que quería expresar". Pero la pirotecnia no es lo esencial, recalca Felipe: "Para conectar con el tema social, probablemente no necesita ninguna de estar parafernalias, puede hacerlo solo con una guitarra de palo". Por supuesto, puede haber contratiempos también. "Una noche en Nassau, el muro cayó mal y parte de la estructura terminó arriba del público", recuerda.

Mark Blake, por su parte, nunca imaginó presenciar una versión moderna del show. "Cuando presencié el show original a la edad de 15 años no me hubiera imaginado que en el siglo XXI iba a encontrarme con Roger Waters tocándolo en una nueva producción. Y cuando la vi me golpeó lo relevante que seguía siendo, y eso que la hizo incluso antes de que Trump llegara al poder, era relevante entonces, mucho antes de su gira reciente Us+Them. Las cosas de las que el disco habla no han pasado de moda, no están constreñidas a su tiempo, siguen tan relevantes ahora como en 1979 y 1980".

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En palabras de Scarfe, el mensaje de The Wall es muy preciso: "La teoría de Roger es que, si te hieren repetidamente, vas a desarrollar una suerte de defensa contra el dolor y vas a instalar un muro para mantenerlo fuera, junto con esa gente que puede herirte. La desventaja es que, si haces eso, te vuelves un insensible y te alejas. Y hay muros en todas partes: Trump trata de poner uno –lo cual es una idea desquiciada-, y estuvo el muro de Berlín. Pero también hay muros psicológicos que la gente crea. Pienso que todos deberíamos ser capaces de vivir juntos".

Hoy, al cumplirse cuarenta años de The Wall, Ezrin está plenamente consciente de las razones de su vigencia. "El crecimiento de grupos extremistas y la frecuencia intensificada de actos de violencia masiva son ejemplos de cómo todos quienes se sienten aislados llegan a encontrar confort en lugares peligrosos, aunque en 1979 no podíamos anticipar el efecto que tendrían las redes sociales en las personas, ni cómo las herramientas que supuestamente nos podían llegar a acercar serían transformadas en especies de armas, y utilizadas para dividirnos. Las capas de comentario social que pueden extraerse de The Wall son muchas, porque el trabajo fue muy profético, y por ese motivo probablemente continúa tocando a la gente joven, generación tras generación".

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