Abecedario, fuego y neoprén: la última instalación de Pedro Lemebel
Meses antes de morir en 2015, Lemebel se despidió de sus cercanos con una última instalación en un lugar simbólico, a metros de la tumba de su madre y con los materiales que signaron su escritura y —por qué no— su propia existencia. Esta es la historia de los por qué: por qué el abecedario, por qué neoprén y por qué fuego.
Es invierno de 2014, el calendario marca 29 de junio y el reloj las ocho de la mañana. Hace frío. Hoy no lo sabemos, pero apenas faltan 208 días para cambiar el curso de la historia de un hombre que, en este preciso momento, camina sobre tacones negros en el cruce peatonal que atraviesa la Ruta 5 para conectar a los deudos y visitantes con el Cementerio Metropolitano.
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Sus elegantes zapatos con taco aguja, que resuenan en el asfalto, son acompañados con ropa del mismo color. Con las rodillas semi flectadas y la espalda encorvada hacia adelante, sus brazos se extienden y caen hacia el suelo con un chispero en la mano izquierda y un tubo de neoprén en la derecha.
Es Pedro Lemebel, escritor, artista y activista homosexual, que amerita una pausa necesaria en este relato: el 11 de febrero de 2014, sorprendió con otra performance llamada Desnudo bajando la escalera. En ella apareció tal cual detalla el título: desnudo en el Museo de Bellas Artes mientras las escaleras fueron cubiertas por neoprén e incendiadas por unos asistentes. Con el fuego enardecido, se lanzó por los peldaños al interior de un capullo blanco.
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Abecedario.[/caption]
Otra vez en el cruce peatonal, desde arriba hacia abajo, cada parte de la bajada hacia el cementerio tiene una cruz dibujada con tiza. Al lado derecho de cada cruz se indica una letra; la primera es la "A", la última es la "Z". Sí, es el abecedario. Sobre cada marca Lemebel desprende neoprén, con él escribe la letra que corresponde y luego la hace arder con la ayuda del chispero.
Aquí también está Sergio Parra, mirando todo. Desde hace más de tres décadas que el poeta y fundador de la librería Metales Pesados es amigo del artista y detalla que el abecedario está escrito con la caligrafía de un silabario. Es esa letra de niño aprendiendo a escribir sobre un cuaderno. Hoy, Lemebel está quemando su propio abecedario.
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¿Por qué lo quema? Es un simbolismo. "Pedro está incendiando su escritura. La gente que está abajo, mirando, son sus amigos más cercanos. Todavía no hay mucho sol y se ve claramente cuando las letras son consumidas por el fuego", dice Parra.
Los que sí se sorprenden, atentos, son los automovilistas en el taco. Es probable que ni uno de ellos lo dimensione, pero este momento es más que delicado. Al la derecha de la pasarela descansan los restos mortales de la madre de Lemebel, el mismo lugar donde 209 días más tarde se encontrará también su cuerpo tras lidiar con un cáncer de laringe.
"Esto es un ritual muy de él, muy íntimo, en memoria de su madre y su escritura. Es muy fuerte la situación y he visto a Pedro con dolores en una pierna. Creo que esta es una de las performances que más le ha costado porque lo veo muy cansado", dice Parra.
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Pedro Lemebel.[/caption]
Cuando Lemebel termina, sonríe. Pese a su alegría, se le nota el cansancio.
La puesta en escena de Abecedario, es parte de una exposición que prepara junto a Parra y Pedro Montes, el dueño de la galería D21. Ahí se exhibirá toda su obra visual y para eso, dice Parra, "juntamos toda la fotografía que hemos hecho de Pedro anteriormente, pero sumamos estas dos intervenciones que se le ocurrió sumar al material. Desnudo bajando la escalera y Abecedario".
La misma exposición pasará después por Metales Pesados y, en 2016, por el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.
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Pedro Lemebel, Pedro Montes y Sergio Parra.[/caption]
Detrás del neoprén
-¿Por qué neoprén?
-¿Nunca has aspirado neoprén?
-No, nunca.
-¿Pero has estado cerca del olor, o no?
-Sí, es súper fuerte.
-Es fuerte, muy fuerte.
"¿Cuál es la primera droga que puede agarrar un chico en una población?", pregunta Parra. A la vez, la respuesta es inminente y la da él mismo: "El neoprén es de los pobres, es la droga de los pobres".
Los niños en los barrios andan con neoprén, dice Parra. "Lo mismo pasa con los vagabundos, porque es muy barato". Además, "el primer síntoma que le encuentran a algunos niños del Sename es su adicción al neoprén. Los niños juntan las monedas y se van a comprar un tarrito. Lo venden en todos lados, es lo más fácil de conseguir".
De alguna forma, considera Parra, dicha sustancia es parte de la biografía del escritor. Lo es porque Lemebel se desenvuelve en lugares donde impera la pobreza. Por lo mismo, el neoprén no es al azar y tampoco la combustión, porque al quemar la línea que deja el pegamento el fuego la sigue y así Lemebel puede crear su arte. Con bencina, en cambio, la flama es mucho más grande y todo se vuelve disperso.
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Las huellas
Pedro Lemebel murió el 23 de enero del año 2015 y su funeral se llevó a cabo al día siguiente. Sergio Parra, que fue su amigo por más de tres décadas, camina a visitarlo por la misma pasarela que inicia esta historia. "En el piso aún hay marcas de Abecedario. Pedro siempre tuvo conectada la escritura con el fuego. Sabe que deja huella y es un homenaje a las víctimas del fuego".
Entre esas víctimas, dice, está el caso de Sebastián Acevedo, un hombre que fue significativo para la historia de Lemebel tras inmolarse en Concepción, el 11 de noviembre de 1983. Lo hizo para exigir información de sus hijos que habían sido detenidos por la CNI. Él se quemó vivo, como también quemaron a Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas de Negri.
"El fuego estuvo muy presente en la dictadura, desde las barricadas, en adelante. Ahora revive con el estallido social. El fuego es lo más básico de todo. Es también la primera arma que tiene el pobre; si echas en una botella bencina y un paño, ya tienes una molotov", expresa Parra.
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Una huella va de la mano con un legado, además. Hoy es posible ver la imagen de Lemebel en los muros de la ciudad y de las poblaciones. Sus frases se escriben y replican en todos lados, en especial con los movimientos sociales. "Creo que este fenómeno se debe a que Pedro fue alguien conectado con la sociedad, con los jóvenes y con los más desposeídos. Pedro hablaba con los abusados y por eso está en los muros. Saludaba y hablaba con la gente de La Vega, también con cualquier persona en medio de la calle", recuerda su amigo.
"Pedro era así, sociable, pero porque le interesaba escuchar. Él estaría feliz con el reconocimiento de sus lectores. Lo tienen súper presente y eso me produce una alegría gigante. La calle es un gran homenaje a su obra y creo que su legado es la lucha social y la honestidad, el no dejarse pasar a llevar ni humillar por nada, batallar por sus principios y por la dignidad de las personas. Yo creo que en todas sus crónicas intentó rescatar la dignidad y defender los derechos humanos", considera.
-Recomienda una obra de Lemebel.
-A mí me gusta mucho La esquina es mi corazón, el primer libro de Pedro, uno que siempre leo. Tiene muy buenas crónicas, pero acá hay una cosa que es realmente increíble que termina siendo, me atrevería a decir, la renovación de la crónica latinoamericana.
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Pedro Lemebel.[/caption]
-¿Sigue vigente después de su muerte?
-Hoy los jóvenes lo continúan leyendo mucho. A veces pasa que lo leen porque su mamá les pasó el libro, es decir, es algo que se transmite. Es curioso que Pedro, pese a toda la connotación homosexual que tenían sus obras, tenía un público muy transversal. Lo leen a todas las edades y en todas las clases sociales. Yo creo que la buena literatura cruza y borra todos los límites.
-En algunos lugares lo prohíben.
-Siempre habrá alguien que se oponga a la libertad para imponer su ideología con respecto a los demás, siempre va a ser así y es súper respetable cuando eso ocurre, por ejemplo, en un colegio religioso. Sin embargo, en gran parte de los colegios sí se lee.
-¿Por qué es un aporte?
-La literatura de Pedro ha ayudado a muchos padres a entender el sufrimiento de una persona homosexual. Yo creo que los libros de pedro han ayudado a muchos jóvenes que lo han pasado muy mal por su orientación sexual. En la Radio Tierra, mucha gente llamaba y le daba las gracias porque a partir de sus libros podían entender a sus hijos, se sentían ayudados. Yo fui testigo de eso.
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Una posdata
Algunos dicen que el día en que grabaron Abecedario, Lemebel usaba un gorro como consecuencia del cáncer, pero según dice Parra, siempre fue calvo: "El gorro no tenía nada que ver con el cáncer. No tenía pelo por opción. Se ponía una pañoleta porque le gustaba, o por el calor o por el frío. Ese día hacía frío. Si hay una cosa que se ahorró del cáncer, fue quedar pelado. Así lo decía él y se reía mucho".
-¿Qué sigue ahora?
-Pedro es uno de los escritores que marcan este momento histórico porque muchas de sus crónicas se adelantaron a esta situación. Yo creo que mucha gente lo extraña y me pregunto qué hubiera escrito después del 18 de octubre Pedro Lemebel. Me gustaría que alguien escribiera con la misma fuerza, valentía y honestidad, como lo hacía Pedro. ¿Podrán? Solo queda esperar para averiguarlo.
https://www.youtube.com/watch?v=xbFlpUpP4MQ
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