Poeta, política y profesora: Gabriela Mistral, de Vicuña al mundo
La primera latinoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura no solo fue una destacada poeta, de una técnica absolutamente exquisita, sino también una pensadora e intelectual preocupada de los acontecimientos de su época. En Culto perfilamos a Lucila Godoy Alcayaga.
Enfundada en un formal vestido negro, Lucila Godoy Alcayaga arribó a la sede de la Academia Sueca, en Estocolmo, el 10 de diciembre de 1945. Los ecos de la Segunda Guerra Mundial se habían apagado pocos meses antes, y la asolada Europa daba sus primeros pasos de vuelta a la cotidianeidad que había perdido tras décadas de inestabilidad política y de experimentos totalitarios. El Premio Nobel había estado interrumpido cuatro años desde 1940 a causa del conflicto, y solo el año anterior se había retomado la entrega del galardón.
Y ahí, entre gente tan elegantemente vestida como ella, estaba Lucila Godoy, o más bien, Gabriela Mistral. La segunda galardonada con el Premio Nobel de Literatura tras el reinicio de su entrega. La primera latinoamericana, la segunda profesora (la primera fue la sueca Selma Lagerlöf, en 1909, autora del clásico El maravilloso viaje de Nils Holgersson).
El nombre de Hjalmar Gullberg no dice nada al público chileno. Pero debería. Secretario de la Academia Sueca, no solo fue el encargado de leer el discurso de presentación sino que tuvo un rol fundamental en que el galardón recayera en la poeta chilena. "Gullberg se ocupó personalmente de la difusión en Suecia de la obra de Gabriela Mistral y reivindicaba una atención hacia la poesía lírica que el Nobel había descuidado prácticamente desde el premio de Yeats, concedido en 1923", explica Darío Villanueva en su artículo "Gabriela Mistral: el significado de un Nobel", incluido en la Antología que la RAE hizo de la obra de la oriunda de Vicuña (Alfaguara, 2010).
Gullberg, de impecable frac, tomó la palabra y dedicó una cuidada presentación de la obra de Mistral haciendo referencia a su obra.
“Un día, las lágrimas de una madre hicieron que toda una lengua desdeñada por la gran sociedad rallara su nobleza y conquistara la gloria por el poder de la poesía. Se cuenta que Mistral, el primero de los dos poetas que llevan el mismo nombre que el viento del Mediterráneo, habiendo escrito, joven estudiante todavía, sus primeros versos en francés, logró con ello que su madre comenzara a derramar incontenibles lágrimas”.
"El mismo año en que estallaba la Primera Guerra Mundial, un nuevo Mistral se presentaba, desde el otro extremo del mundo, a los juegos florales de Santiago de Chile y obtenía el laurel con algunos poemas de amor dedicados a un muerto".
Tras citar algunos extractos de poemas mistralianos, el discurso continuó y terminó así:
"Señora Gabriela Mistral: habéis hecho un viaje demasiado largo para un discurso tan corto. En el espacio de algunos minutos, he contado, como un cuento, a los compatriotas de Selma Lagerlöf, la extraordinaria peregrinación que habéis realizado para pasar de la cátedra de maestra de escuela al trono de la poesía. Para rendir homenaje a la rica literatura iberoamericana es que hoy nos dirigimos muy especialmente a su reina, la poetisa de la Desolación, que se ha convertido en la grande cantadora de la misericordia y la maternidad".
A continuación, en manos del Rey de Suecia, Gustavo V, Gabriela Mistral recibió el Premio Nobel de literatura 1945. Luego, se dirigió a la audiencia.
Sonetos de la muerte
El norte ha sido una tierra pródiga para las letras chilenas. De ahí salieron –entre otros- Manuel Magallanes Moure, Braulio Arenas, Thomas Harris, Teresa Calderón, Stella Díaz Varín (de La Serena), José Joaquín Vallejo (Copiapó), Óscar Hahn o Diego Zúñiga (Iquique). En Vicuña, una pequeña comuna al interior del valle del Elqui, Lucila Godoy Alcayaga llegó al mundo el 7 de abril de 1889.
Si bien desde pequeña comenzó una relación con la literatura y los libros, incluso firmando algunos poemas con su nombre verdadero, no fue hasta la noche de 22 de diciembre de 1914 que apareció a nivel público el seudónimo de Gabriela Mistral. Esto ocurrió en el concurso literario llamado Los juegos florales de Santiago. Ahí, la joven profesora de provincia presentó una serie de poemas –escritos tiempo antes durante una estancia en Los Andes- que se reunían bajo el título Los sonetos de la muerte.
El jurado, compuesto por tres miembros, estuvo dividido. Miguel Luis Rocuant dio su voto para Julio Munizaga Ossandón, mientras que Armando Donoso se inclinó por la joven de Vicuña. ¿Qué hacer en caso de empate? El Presidente de la Asociación de Artistas y Escritores de Chile, y miembro del jurado, el poeta Manuel Magallanes Moure, debía decidir. No lo pensó dos veces y dio por vencedor a los Sonetos. Nacía la leyenda.
Y desde ahí no paró más.
Mirar el mundo desde lo pequeño
Al leer la poesía de Gabriela Mistral, se puede advertir que tenía bastante de lírica, es decir, era una poeta muy cerca de lo técnico. Esto lo explica la académica de la UC, Lorena Amaro. "Mistral trabajó mucho en la musicalidad de su poesía. Están los sonetos pero también otras formas rítmicas, rimadas, que exploró a lo largo de su trabajo, como sus canciones y rondas. Utilizó diversas formas de versificación, cultas y populares, que supo contemporizar y densificar con su propuesta estética".
¿Algunos rasgos fundamentales de la poesía mistraliana? Lorena Amaro señala: "Los rasgos que para mí resultan más interesantes dicen relación con la capacidad de Mistral de haber construido diversas figuras de la alteridad que hoy resultan muy contemporáneas. Ella supo expresar en su escritura la experiencia de la ajenidad, de la marginación y la "locura", que no es más que una forma de llamar a quien es diferente, a quien no ha sido "normalizado" por las instituciones, como correspondía en su tiempo hacerlo sobre todo con las mujeres, obligadas a obedecer con mayor fidelidad los mandatos sociales. Gabriela Mistral es la escritora de "Menos cóndor y más huemul", donde hace un llamado, en los años 20, a pensar de otra manera el país. Su apuesta es epistemológica: mirar el mundo desde lo pequeño, desde el apego a la tierra. Muchas de las cuestiones que hoy plantean las corrientes posthumanistas están en ciernes en su aproximación a la naturaleza y al mundo".
Por su parte, el reputado crítico literario Hernán Díaz Arrieta, Alone, señaló algunos rasgos de su poesía en un Comentario crítico en el diario La Nación: “Gabriela Mistral no ha sido la primera en romper las tradiciones de la poesía castellana: halló el terreno preparado por toda una evolución que inició Rubén Darío; pero ha dado a su obra un sello que la distingue y que está en la fuerza bíblica, en el amor intenso y único, del cual derivan todos sus cantos, el cariño a los pequeñuelos y el sentimiento de la Naturaleza, el fervor religioso, los mismos intervalos de serenidad en que se siente el jadeo del cansancio y la languidez que dejan los espasmos".
Alone agregó: "Su amor es el sol creador de mundos, la inmensa hoguera de donde saltan chispas y se derraman claridades, el que al quebrarse en las montañas y los árboles figura sombras monstruosas y tiende penumbras delicadas, llega a las cimas, baja a los abismos, entibia, calienta, incendia, ilumina y deslumbra, sirve de guía al caminante o lo extravía y lleva al borde mismo de los precipicios”.
Asimismo, el investigador Diego del Pozo, se pronuncia a respecto: "Definir a Gabriela Mistral o a su obra es adentrarse en un océano lleno de mares, corrientes y profundidades diferentes. Sus elementos fundamentales pueden ser tan diversos como los intereses humanos, sin embargo, lo que sin duda es un aspecto clave de su obra es la atemporalidad. Tanto la poesía, como su trabajo periodístico, o en ocasiones sus cartas, llevan un mensaje que trasciende al momento de su escritura, y se manifiestan como una voz para toda época".
Poeta y política
En su manuscrito "Testimonio de una sudamericana" (Disponible en Colección Archivo del escritor, Biblioteca Nacional Digital de Chile), dirigido a un grupo de mujeres uruguayas –sin fecha estimada-, Gabriela Mistral dejó claro lo que pensaba en el lugar de la mujer en la sociedad que le tocó vivir.
"Es un lugar común, se ha dicho muchas veces pero esta vez viene al caso mejor que nunca: los hombres hacen desde las ciudades hasta el biberón de nuestros niños; lo hacen todo, pero parece que trabajan por voluntad ciega de acción, porque no podrían cejar deconstruir, de inventar, de manufacturar. Una vez lanzadas sus empresas, sus maquinarias, la maravilla de mi brazo de demiurgos, los hombres se cuidan poco de este universo de su creación".
"En cambio, nosotras, criaturas de disfrute, de lentitud voluptuosa, de regodeo en lo bello o lo bueno que nos dan, no entendemos los modos de jugador frenético o de incendiario heroico, que son los del hombre. Nosotras avaluamos en la ciudad que los hombres sacan de la nada, una posesión perdurable; nosotras vemos en la máquina de sembrar y de negar una herramienta de vida que se parece a nuestro propio cuerpo. Nosotras volteamos y acariciamos cada mueble, cada plato de comer, cada tela de vestir, como causas de provecho y de goce, como fiestas, o pequeñas fiestas".
"La guerra la decide el hombre, la planea y la perfila lo mismo que una industria. Pero él no va a hacer la guerra solo, va a embarcarnos en la marejada y va a tira a ella su casa, su oficio, todo el racimo de sus bienes".
"Es tarea de la mujer americana, guiada por la uruguaya, cargar a cuestas con todos los problemas del niño, de la vejez desventurada hasta lograr la nivelación de los salarios de hombres y mujeres en el campo y en la fábrica. Es responsabilidad nuestra mantener la paz religiosa, que Europa nos enseñó, pero que a estas horas está perdiendo por un rebrote inaudito de fanatismo al revés, de una paganía envalentonada que pretende diezmar las eternas falanges cristianas".
Que Gabriela Mistral se refiriera a estos temas no es algo tan extraño. Su obra no solo se limitó a la poesía, también a la reflexión política de los problemas de su tiempo. Sin ir más lejos, ejerció como diplomática en distintos países de América y Europa. Su pensamiento político no necesariamente lo hizo desde un punto de vista partidario como otros de los escritores de su tiempo (por ejemplo, De Rohka y Neruda eran militantes del PC), pero sí con un punto de vista claro. Todo esto se hizo manifiesto en distintos formatos: cartas, ensayos, conferencias.
“Me interesa relevar el aporte intelectual y político de Mistral, porque se suele disminuir en la escritura de las mujeres este aspecto, planteando que se aproximan intuitivamente o desde la sensibilidad a la escritura, minorizando también la sensibilidad y las emociones. En el caso de ella, fue una artista en que se sintetizaron estas diversas posibilidades: fue una enorme lectora, que produjo gran cantidad de ensayos (sus “recados”, por ejemplo), en que aborda una enormidad de temas políticos, que abordó con una contemporaneidad pasmosa hasta hoy”, señala Lorena Amaro.
La académica de la UC agrega: “Fue una genia, Mistral, porque no hay que olvidar las limitaciones formativas que debió enfrentar, siendo mujer y viniendo de provincia en un tiempo histórico tan adverso a su lugar social. En este sentido, creo que hay aún mucho que explorar sobre ella, por ejemplo, su faceta de crítica literaria, que despunta en un libro reciente sobre sus interesantes redes literarias, escrito por la académica Claudia Cabello. Mistral hizo crítica a través de prólogos y cartas, en un tiempo en que ese espacio público del pensamiento, de tanta autoridad, era vedado a una mujer. Fue tremendamente inteligente para posicionar su trabajo y darlo conocer en un campo cultural que la repudiaba por ser mujer, por ser “provinciana” y por no pertenecer a la “casta”, a la élite social”.
Sobre el mismo punto se explaya Diego del Pozo, quien ha investigado la faceta política de la autora de Desolación: “El aspecto político de Mistral, si bien puede ser el más desconocido, tengo la sensación que comienza a despertar más interés día a día. Sus reflexiones sobre la construcción de nación, educación, democracia, libertad, paz e incluso feminismo, pueden ser herramientas que contribuyan a lo que estamos pensando hoy para el futuro”.
Del Pozo agrega: “Tiene quizás cientos de artículos, recados, cartas y poemas que consideran una dimensión política, pero la realidad es que ella no militó nunca en un partido político, y a partir de esa libertad opinó sobre la política humana, más allá de cualquier coyuntura”.
Otro ejemplo de la faceta política de Gabriela Mistral se dio en 1945, cuando el gobierno de Juan Antonio Ríos –presionado por los EE.UU.- rompió relaciones diplomáticas con los países del Eje (Alemania, Italia, Japón) y le declaró la guerra al imperio nipón. La autora de Lagar se refirió al asunto en una entrevista con el diario brasileño "A Manha", de Río de Janeiro (documento disponible en Archivo del Escritor, Biblioteca Nacional Digital de Chile), país donde se desempeñaba como cónsul. Para Mistral, la posición chilena tenía cierta lógica, puesto que se basaba en cuatro puntos: las buenas relaciones que siempre se habían sostenido con Inglaterra, con Estados Unidos, con Brasil y lo que llamó "la conciencia americana continental".
"La conciencia americana continental fue acrecentada por el malogrado Presidente Aguirre, especialmente en lo que toca a lo ibero-americano. El dejaría hincada en la masa popular, hasta la cual no había alcanzado aún, la ideología, y más que eso, la pasión de la raza ibera. Los pueblos del Pacífico lloraron a este hombre porque perdían en él a un artesano de su unidad", señaló Mistral en la citada entrevista.
"Por lo tanto, los chilenos, en la ruptura con el Eje, obedecemos, sencillamente a la costumbre de nuestro corazón colectivo que son esas cuatro tradiciones enumeradas, esos cuatro puntos del acuerdo nacional, de reiterada coincidencia, y los cuatros nos llevaban a este arribo natural".
"En la ruptura hemos sido, por lo tanto, consecuentes, y no borramos ninguna rúbrica antigua. No se trata de un acto chileno eruptivo sino de una continuación, de una lealtad hacia nosotros mismos, no solo hacia el continente".
Aún más. Mistral, al contrario de algunos de sus coetáneos, no tenía mala opinión de los Estados Unidos, país al que fue a residir tras ganar el Nobel. En la misma entrevista señala: "Algunos miran como excesiva nuestra aproximación hacia los Estados Unidos, pero ni Europa, ni Asia, ni Oceanía, ni el África de la post-guerra pensarán ni imaginarán siquiera prescindir de los Estados Unidos del segundo Roosevelt (muy otro que el primero). ¿Cómo nosotros, sudamericanos podríamos, entonces, quedarnos al margen de una nación cuya eficiencia material y moral nadie puede negar ahora?".
Tras recibir el Nobel de manos del Rey Gustavo V, Gabriela Mistral se acercó al estrado para dirigirse a los presentes. Citamos parte de su discurso.
"Hoy Suecia se vuelve hacia la lejana América ibera para honrarla en uno de los muchos trabajos de su cultura. El espíritu universalista de Alfredo Nobel estaría contento de incluir en el radio de su obra protectora de la vida cultural al hemisferio sur del Continente Americano tan poco y tan mal conocido".
"Hija de la Democracia chilena, me conmueve tener delante de mí a uno de los representantes de la tradición democrática de Suecia, cuya originalidad consiste en rejuvenecerse constantemente por las creaciones sociales valerosas. La operación admirable de expurgar una tradición de materiales muertos conservándole íntegro el núcleo de las viejas virtudes, la aceptación del presente y la anticipación del futuro que se llama Suecia, son una honra europea y significan para el continente Americano un ejemplo magistral".
"Hija de un pueblo nuevo, saludo a Suecia en sus pioneros espirituales por quienes fue ayudada más de una vez. Hago memoria de sus hombres de ciencia, enriquecedores del cuerpo y del alma nacionales. Recuerdo la legión de profesores y maestros que muestran al extranjero sus escuelas sencillamente ejemplares y miro con leal amor hacia los otros miembros del pueblo sueco: campesinos, artesanos y obreros".
¿Qué leer de Gabriela Mistral?
En vida, Gabriela Mistral tuvo una cantidad importante de publicaciones, nueve libros. Sin embargo, tras su fallecimiento, en 1957, se ha publicado mucho material de manera póstuma que permanecía inédito.
¿Por dónde empezar a leerla? Responde Diego del Pozo: “En Mistral hay para todos los gustos, sin embargo, sus prosas políticas podrían resultar un buen lugar para entender su pensamiento. Y de su poesía Tala y el Poema de Chile deberían ser un desde obligatorio para todos”.
Por su parte, Lorena Amaro señala: “Los poemas de “Locas mujeres”, en Lagar I y II, son muy importantes, allí construye subjetividades femeninas que transgreden los límites de las convenciones sociales, mujeres eufóricas y descentradas como “La bailarina” (“El nombre no le den de su bautismo/ se soltó de su casta y de su carne”), o profundamente incomprendidas e intensas, como “La otra” (“era aridez y fuego; / nunca se refrescaba”), el gesto y el habla en ellas se encuentran tensionados: “En rápidas resinas/ se endurecía su habla”. Ese endurecimiento dice relación con la construcción de una lengua distinta, ajena, minoritaria, anómala".
Amaro apunta también que en el momento actual, "esos poemas pueden ser releídos considerando la enorme complejidad política, religiosa y moral de la producción mistraliana. Pero también me parece que también hoy se hace urgente leer Poema de Chile, una obra mayor que no ha sido suficientemente considerada ya que fue póstuma, y en que hallamos un canto sobre el país que emana desde lo popular, desde la visión de una mujer fantasma que anda los caminos de la nación sin adentrarse en las ciudades, quedándose en los márgenes, con la sola compañía de un niño que es también niño cervatillo/niño huemul”.
"La mirada de la infancia y de la mujer nómade e incomprendida tejen el texto de una nación otra, sin grandes épicas, una nación que se construye desde el susurro y la sabia pedagogía de las plantas, los animales, la mirada que descubre lo pequeño, lo que resiste a los poderes institucionalizados. Se trata de una mirada inquieta, móvil, que se fija no solo en la actividad humana, sino en la materialidad de una experiencia mucho más abarcadora, abierta y fluida. Creo que es este tipo de mirada la que se está reivindicando con el estallido social, una mirada que saca las cosas de su eje y su “normalidad”, y es por eso que ella se ha convertido, con mucha justicia, en un ícono político en estos últimos días”, agrega Amaro.
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