Los misterios de la ciudad que iba a ser la capital de Chile

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Fue sobre una colina, frente al río Imperial. El territorio donde hoy está emplazada la ciudad de Carahue tiene más historia que la que muchos creen. En mapudungún, Carahue significa "la ciudad que fue". Pero antes tuvo otro nombre: allí Pedro de Valdivia fundó la que debía ser la capital de Chile.


En la Región de La Araucanía, al interior de provincia de Cautín, está Carahue. Es un pequeño pueblo de 26.562 habitantes, más de la mitad de ellos vive en el campo y buena parte de quienes componen su población pertenece a comunidades mapuches.

Pero son pocos los que saben que Carahue fue el corazón de Chile.

La fundación

El 16 de abril de 1552 podría ser una fecha histórica en Chile. Y, de hecho, lo es. Aquel día, Pedro de Valdivia fundó La Imperial.

"... Entre ese río que cae al sur y el río Las Damas, que está al norte, hay una espaciosa llanada que para loma es humilde y para vega levantada: más que por lo fértil y enjuta, participa de las buenas calidades de la una y de la otra, libre de los azares de los parajes húmedos y de la esterilidad de los secos (...). Así mezcladas sus corrientes y perdiendo su propio nombre que truecan por el de río Imperial".

Era el carácter de navegable del río lo que cautivó a Valdivia. Para él, el sitio donde fundó La Imperial era el mejor. Raguintuleufú significa, en mapudungún, "entre dos ríos", y era esa la característica que más le atraía. Era algo como sacado de Venecia: se formaba una zona pantanosa que se cubría de agua en los inviernos y que también tenía canales durante el verano. Así lo cuenta el historiador y antropólogo chileno José Bengoa. Uno de los mayores estudiosos de la historia y cultura mapuche, investigaciones que se ven reflejadas en el libro Historia de los Antiguos Mapuches del Sur.

-Ese lugar era una especie de gran plaza. Era un alihuén, un gran lugar de concentración indígena antes de que llegaran los españoles. ¿Por qué? Porque ahí confluyen numerosos ríos y llegaban en canoas. Había decenas, cientos de canoas. Ahí vivía la mayor parte de la gente que había en Chile -explica Bengoa.

Era ahí, pensó Valdivia, donde debía estar la capital del Reino de Chile.

La segunda diócesis de Chile

Fue idea de Felipe II, rey de España. Había resuelto establecer dos obispados en la Capitanía General de Chile (que pertenecía al Virreinato del Perú): uno en Santiago y otro en La Imperial.

Así, La Imperial se convirtió en la segunda diócesis de Chile. Para esa época, el Estado y la Iglesia eran uno solo, y la presencia de esta era desde el minuto uno. El trabajo de evangelización era algo así como el primer paso para ir incorporando tierras a la soberanía de Chile. Lo explica el doctor en Historia Marcial Sánchez:

-La Imperial era una ciudad fundamental, porque allí se podían mantener diálogos entre los araucanos y los españoles, para que estos últimos pudieran seguir expandiéndose. A ellos les interesaban las tierras para explotar y la evangelización. Cuando se plantea la posibilidad de generar un obispado en el sur, La Imperial era el lugar. Era el límite, era donde podía generarse esta base espiritual.

Pero antes de establecer el obispado, los españoles tuvieron que pensar en un nombre para el cargo de obispo de La Imperial. El elegido fue un franciscano: fray Antonio de San Miguel.

Eso fue en noviembre de 1561. Dos años después, el 22 de marzo de 1563 y mediante la bula "Super Specula", se creó el Obispado de La Imperial, por orden del Papa Pío IV. Fue recién en mayo de 1571 cuando fray Antonio de San Miguel llegó a la nueva diócesis.

En tiempos de la Tierra, las cosas fueron lento; para los "tiempos de Dios", no. Nombrar, trasladar y asentar a un sacerdote en un determinado territorio era un proceso que demoraba años.

Cuando llegó el primer obispo de La Imperial encontró su diócesis en un estado deplorable. Se necesitaba una gran operación, pero al final solo contaba con 20 sacerdotes, nueve clérigos y 11 religiosos. Todos ellos para atender tanto a españoles como mapuches en una extensión que iba desde el río Maule hasta La Imperial, casi 500 kilómetros de norte a sur. Ese no era el único problema del nuevo obispo: además vio las condiciones en que vivían los indígenas de la zona. Según el libro Los Oríjenes de la Iglesia chilena: 1540-1603, estos eran obligados a realizar trabajos forzosos, sus salarios eran reducidos. "Estaban, en una palabra, reducidos a verdadera i cruel esclavitud", se lee.

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Ahí vio el nuevo obispo una de las primeras causas de la sublevación de los mapuches: el maltrato y el excesivo trabajo. Pero si en algún momento la segunda diócesis tuvo una vida floreciente, fue gracias a su obispo. Porque fue en La Imperial, y no en Santiago, donde se fundaron el primer seminario y colegio.

En el Obispado de La Imperial había siete curatos. Uno de los más importantes era el de Osorno, una ciudad que había tomado inmensa importancia. Fue allí donde se fundó el primer monasterio de religiosas en Chile, además de los conventos de Santo Domingo y de San Francisco.

En Crónicas de La Araucanía, otro libro del académico José Bengoa, se cuenta que para los españoles el centro del país debía estar en La Imperial. "E incluso el obispo de Chile fue nombrado como obispo de Imperial", se lee.

Pero la segunda diócesis de Chile fue abandonada en 1600. No solo fue abandonado el obispado; el resto de la ciudad de La Imperial, también.

El fin de La Imperial

Vasos sagrados, ornamentación, documentación, y una imagen de nuestra Señora de Las Nieves, la misma que llevaba consigo a todas partes el primer obispo de La Imperial y que, antes de partir como obispo a Quito, donó a la Catedral sureña. Algo así como un símbolo de lo que fue alguna vez La Imperial, la segunda diócesis del Reino de Chile.

Eso fue todo lo que se pudo recuperar de la Iglesia de La Imperial, en la época de la gran sublevación de los araucanos, a fines de 1598.

Durante la Guerra de Arauco, La Imperial jugó un papel clave. Así lo cuenta el investigador español Carlos Cardoso Carvajal, en el artículo "La Imperial y el proyecto para convertirse en la capital del Reino de Chile durante la segunda mitad del siglo XVI en la crónica de Mariño de Lobera": (La Imperial) "sería tanto el lugar de partida de las expediciones de exploración como de sometimiento de los belicosos araucanos. También sería el principal punto de repliegue de las huestes españolas en caso de necesidad (...). Otra batalla en la que La Imperial jugó un papel relevante será en la decisiva confrontación entre españoles y mapuches en Curalaba (...); las fuerzas araucanas cayeron sobre las desprotegidas huestes españolas, asestando una dura derrota, la cual marcaría un punto de inflexión en cuanto a la estrategia de conquista de La Araucanía. Tras esta derrota, Felipe III, en 1599, ordenó que se abandonasen todos los asentamientos al sur del río Biobío, con el fin de crear una frontera defendible".

Lo que vino luego fue caos, muerte y fuego: se destruyeron todos y cada uno de los pueblos al sur del río Biobío.

Por cada victoria española en el territorio de la que iba a ser la capital del Reino de Chile, las desgracias se multiplicaban. Los mapuches eran 10 veces superiores en número a los españoles. Francisco de Quiñones fue el último gobernador en intentar pacificar La Imperial. Lo logró por un par de días, cuando contó como victoria el haber salvado a los pobladores y llevarlos hasta Concepción. Huyeron el vicario eclesiástico del obispado y también las religiosas. Atrás quedaron la derrota y en el abandono a merced de los araucanos de la más importante de las ciudades australes.

Carahue: la ciudad que fue

La destrucción de La Imperial ocurrió en abril de 1600.

Sin la gloria de su pasado, pero confiando en un mejor presente, en 1882 fue fundada una nueva ciudad. La bautizaron como Carahue, que en mapudungún significa "la ciudad que fue" o "lugar de ruinas", porque la construyeron sobre las ruinas de lo que fue La Imperial. Durante 1900, Carahue tuvo una época fugaz de gloria con su puerto fluvial, dedicado al transporte de pasajeros entre aquella ciudad y Puerto Saavedra. Eso hasta que en 1948 ocurrió una nueva tragedia: el naufragio mortal más grande en la historia naval de Chile. El hundimiento del "Cautín", un barco a vapor que terminó con 300 personas muertas.

Idelfonso Rojas lo sabe bien. Fogonero de uno de los antiguos vapores que surcaron el río Imperial, vio el auge y caída de este puerto fluvial. Cuando aún no existía el actual puente colgante de Carahue, cuando los motores no eran tan sofisticados, explica Rojas, los vapores eran la energía que había.

-Pero hoy no es ni la sombra de lo que fue hasta el año 60, cuando vino el maremoto.

El terremoto de Valdivia, en 1960, cambió Chile. Y también cambió su geografía, incluyendo el lecho y la desembocadura del río Imperial, lo que significó la disminución de la profundidad de sus aguas. Era la crisis final del puerto fluvial de Carahue. Hasta hace poco, esa época de oro del cauce, que fue la principal vía de comercio en el sur, parecía haber quedado en el olvido.

-Los vapores los dejaron amarrados y se hundieron. Se perdieron los vapores, se murió todo. De las locomotoras quedaron algunas reliquias; también quedan algunos restos de ferrocarril. Pero del río no queda nada. Hay algunos cascos tirados, abandonados- dice Rojas.

Pero hoy la ruta fluvial Carahue Navegable -que La Tercera recorrió por invitación de CMPC- cuenta con diversos emprendimientos locales que muestran la gastronomía local y su biodiversidad natural. Todo a orillas del Imperial, el punto central de una ruta turística que revive la historia del lugar donde alguna vez estuvo emplazada la capital de Chile.

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