Corona, la primera película sobre la pandemia
El realizador canadiense Mostafa Keshvari filmó en tres días la historia de un grupo de personas atrapadas en un ascensor en el que viaja una potencial portadora de coronavirus. La mujer es de origen asiático y lo que se contagia es más bien el racismo.
En Vancouver, una de las ciudades más desarrolladas de Canadá, el 30 por ciento de la población es de origen chino. Le siguen los asiáticos del sur, entre ellos los indios, los paquistaníes y los iraníes, conformando una urbe étnicamente diversa y tolerante. Es en esta misma ciudad donde transcurre una historia que podría ser una lamentable grieta social, al menos en la película Corona, de Mostafa Keshvari: siete pasajeros de un ascensor quedan atrapados en plena pandemia de coronavirus y uno de ellos es de origen oriental.
Lo que podría venir a continuación es una bomba de tiempo eventualmente movilizada por los prejuicios, las bajas pasiones y la irracionalidad de los seis restantes. Filmada en tiempo récord en un estudio de sonido de la ciudad del costa oeste canadiense, Corona es nada menos que el primer largometraje de ficción sobre la actual pandemia de covid-19. De acuerdo a The Hollywood Reporter, el filme ya está terminado, editado y listo para ser distribuido en el mundo.
Originalmente el plan eran los festivales de cine, pero ante el evidente descalabro de los calendarios mundiales de exhibiciones abiertas, lo más probable es que la compañía de ventas Horizon Motion Pictures la comience a situar en plataformas de streaming. La producción de 63 minutos transcurre en una sola locación (que es el ascensor) y gran parte de los diálogos fueron improvisados.
Corona fue filmada en tres días de febrero y toda la acción luce además como si fuera una sola larga escena. Para eso, en cualquier caso, se necesitaron más de 70 diferentes tomas reales con un equipo de sólo 25 personas, bastante bajo incluso para los estándares de las cintas independientes de Norteamérica.
"Fue un presupuesto ultra modesto", dijo Keshvari a The New York Times, quien además detalló que escribió el guión en dos semanas y construyó el set en 10 días.
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Enfermedades sociales
Aunque la trama se circunscribe a personajes asediados por el virus, la cinta es antes que nada una historia de relaciones humanas, falsos supuestos y discriminación. "La idea se me ocurrió cuando iba en un ascensor leyendo noticias sobre turistas chinos atacados por racismo", explicó Mostafa Keshvari a The Hollywood Reporter. El cineasta de origen iraní ha sostenido que al momento de desarrollar la idea no sospechaba que la epidemia pudiera expandirse a todo el mundo. Tampoco que Vancouver se iba a transformar en uno de los tres grandes focos de la enfermedad en Canadá junto a Toronto y Montreal.
Ya en febrero, las ventas de los restaurantes y las cadenas comerciales atendidas por canadienses de origen oriental habían disminuído en un 70 por ciento de acuerdo a los datos del periódico The Globe and Mail.
"En ese entonces le llamaban el virus chino, pero ahora cualquiera puede padecerlo. Si el virus no discrimina a quien ataca, ¿Por qué entonces deberíamos hacerlo nosotros? No es un asunto de etnia: por el contrario, se trata de que la humanidad pueda derrotar a un enemigo común", argumenta Keshvari, cuyo anterior largometraje Unmasked (2018) se refería a la lucha de una mujer de fe musulmana para adaptarse a América del Norte.
Keshvari tiene a gran parte de sus familiares en Irán, uno de los países más afectados por la pandemia. De cierta manera, esa realidad también gatilló la decisión de rodar Corona: "El hecho de que potencialmente puedo perder a alguien que quiero me impulsó aún más frenéticamente a hacer esta película".
En la película los personajes son una mujer de origen oriental (Traei Tsai) a la que todos creen portadora de coronavirus; un técnico afroamericano encargado de reparar el ascensor (Emy Aneke); una chica millennial (Zarina Sterling); un supremacista blanco en silla de ruedas con un símbolo nazi inscrito en la frente (Richard Lett); una ama de casas de pelo rubio (Andrea Stefancikova); el dueño del edificio (Josh Blacker); y un arrendatario endeudado (Andy Canete).
La decisión de lanzar los actores a la hoguera de la improvisación y la interacción tuvo que ver con la reacción que cada cuál puede experimentar potencialmente en una situación de este tipo. El realizador Mostafa Keshvari lo resume en estas palabras: "Ves la crudeza de los personajes. Todos se interpelan entre sí y su miedo se vuelve real".
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